sábado, enero 21, 2012

Inventa

Inventa
Marcos Fidel Barrera Morales


Algo bueno de nuestra naturaleza humana, entre tantas cosas, es la capacidad de inventiva. A través de ella resolvemos problemas, atendemos urgencias, actuamos ante contingencias y destrabamos situaciones que, dada su complejidad, parecieran ser auténticos imposibles.
Esta cualidad antropológica, de similar factura a la de otras especies vivas, constituye una condición que, a prori , favorece nuestra sobrevivencia y facilita tanto el actuar, como el pensamiento y las distintas maneras mediante las cuales nos expresamos con autenticidad. Porque la inventiva tiene una particularidad: la ineditud. Cada invento es original. Si las cosas se repitieran, a la manera de un eterno retorno, la inventiva no existiría pues todo se reduciría a una simple manifestación de causa y efecto, o al seguimiento de patrones o a la repetición de pretéritos. Pero no, afortunadamente muchas cosas no son así.

jueves, enero 19, 2012

La motivación-acción

La motivación-acción

Marcos Fidel Barrera Morales

Alegría, motivación, acción.


Marcos Fidel Barrera Morales


El asunto de la motivación es serio. Tiene que ver con deseos y apetitos, preocupaciones y ocupaciones, inspiraciones y aspiraciones. Todavía más, concierne a las realizaciones, porque si no hay motivación, ¿qué se logra?, ¿qué se hace?, ¿qué se cumple!

Toda motivación constituye una fuerza que impele, que dirige y orienta. Esta conduce a los hechos y, en consecuencia, a la resolución de propósitos, a la creación de las realidades que distinguen la vida de cada quien, que antes, durante y después de su logro entusiasman.

Si no hay motivación –de motus, movimiento-, si no hay acción intencional en torno a cosas que entusiasmen, animen y propicien… ¿qué?

Para evitar que la apatía y la indiferencia copen las posibilidades que toda motivación guarda, conviene favorecer las cosas que impulsan la motivación, tales como la formulación de objetivos, los determinación de propósitos, la atención a los deseos, el estudio de necesidades, la identificación de las obligaciones, los imperativos de orden legal y formal, la intensidad del imaginario…

Porque, cualquiera puede proponerse algo o estar urgido de cualquier acción, pero si carece de motivación, entonces, todo se quedará en veremos.

Las motivaciones están justificadas por múltiples aspectos. Ellas son responsables del ímpetu, del esfuerzo y la concreción. Conviene, entonces, favorecerlas mediante el entusiasmo, las actitudes-pro y las acciones que demuestren, tanto su importancia como sus beneficiosos efectos.

Recuerde: sin-motivación-no-hay-acción.
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San Joaquín de Turmero, Aragua, enero de 2012.

martes, enero 17, 2012

Tomás, el de Aquino


Marcos Fidel Barrera Morales


          Honor a quien honor merece. Esta frase le queda bien a quien, vivo o muerto, tiene méritos suficientes para ser apreciado, reconocido y honrado por sus valores, por sus virtudes y por sus cualidades. Aún más, es una expresión con la que se pretende sentar un precedente de equidad y de justicia.

          Este comentario se debe a que un personaje de la filosofía, del catolicismo y del pensamiento universal a quien le cae bien esa frase es Tomás de Aquino. Sacerdote, teólogo, investigador, intelectual, escritor, doctor angelical, santo, en fin, este personaje fue alguien a quien su vida no le alcanzó suficientemente para producir su obra documental, más sí para consagrarla a la vivencia de su fe y a la dedicación exclusiva al propósito de consignar en forma semántica las verdades más fundamentales y los enigmas más trascendentales de su fe católica.

      Si bien era de cuna y sus padres poseían bienes, honores y rango, en la Italia feudal  del siglo XIII, renunció radicalmente a proseguir esa senda, en aras de consagrarse a un estilo de vida sobrio, recatado, místico, del cual quedó como testimonio y herencia para todos una impresionante obra filosófica y teológica sobre la cual prácticamente se yergue la historia fundamental del catolicismo mundial. Nada más ni nada menos.

          Cerca de 100 obras atestiguan su amor a Dios, su pasión por el conocimiento, su profesión de fe y su valía filosófica, científica  e intelectual. Pese a que en un principio su obra fue cuestionada, con el tiempo sucedió que en materia de consulta y fundamentación -a fin de garantizar la formación del cristiano, en dogmática-, fueron suficientes la Biblia y, de su autoría, la  Suma teológica. Dos libros, una institución. Incluso, para profanos en la materia, fue importante su producción filosófica, pues permitió el acercamiento directo al pensamiento griego, especialmente al de Aristóteles, así como también al de Platón, Plotino…

          Sus tesis dan pie para fundamentar cuestiones teológicas de envergadura, aspectos filosóficos de significativa importancia, cuestiones humanas de interpretación necesaria. Y su testimonio de entrega a una causa y a la vivencia de su espiritualidad, son muestra de un propósito altruista, signado por el sentido de trascendencia, que es, en última instancia, lo que motiva el interés de este fragmento: porque el pensamiento de Tomás de Aquino es y será para siempre.

San Joaquín de Turmero, Aragua, enero de 2012.

viernes, enero 13, 2012

La importancia de las decisiones

Fragmentos
La importancia de las decisiones

Marcos Fidel Barrera Morales


    Cuántas veces no hemos dejado de hacer cosas simplemente por considerar que no es el momento oportuno, o por pensar que no están dadas las condiciones o porque creemos que es preferible hacerlo en otra ocasión. Cuántas veces hemos querido saludar a alguien o expresar palabras amables, o efectuar un reclamo o plantear una exigencia o tomar una decisión, y por no hacerlo en ese preciso instante se nos queda la intención como parte del cementerio de decisiones frustradas, de propósitos incumplidos y tareas para realizar… algún día.

    El dilema existencial del diferimiento de las decisiones pasa por el estudio de nuestros rasgos de personalidad, ante la exigencia de asumir con propiedad, suficiencia y autonomía nuestras propias maneras de hacernos a nosotros mismos, de estructurar nuestra personalidad, de afinar nuestro carácter, de configurar nuestra identidad. Porque en eso estriba el asunto: se trata de decidir, pues lo que hacemos es lo que determina profundamente nuestro estilo de vida, nuestra historia personal, e incluso la de quienes nos rodean.

    Tal vez uno de los aspectos que identifican la condición humana radica en la facultad volitiva, en la posibilidad de tomar decisiones y de asumir los efectos que cada acción acarrea, pues así como corresponde decidir, y hacerlo es un atributo, también nos compete disfrutar los efectos de las decisiones, y asumirlos con propiedad…

    La frase que alguna vez escuchamos, es significativa: “Es mejor vivir una aventura que quedarse esperando un sueño”. Así es. Feliz quien toma decisiones y más feliz lo es quien vivencia los procesos que cada decisión acarrea, en aras de propiciar de mejor manera su desarrollo y efectos. ¿Fácil? Pues, no. No lo es. Las decisiones en su mayoría son difíciles de tomar, pero en muchas de las oportunidades es más problemática la decisión que se esconde ¡en la falta de decisión! En otras palabras, es importante recalcar que cuando nos abstenemos de decidir, no es que no haya decisión. El no intervenir, el abstenernos, ¡ya es una decisión! Todos, en todo momento, estamos decidiendo. Y si todos decidimos en algunas oportunidades por medio de la opción de no hacer nada, y esto también trae consecuencias, ¿no es preferible entonces decidir de otra manera? ¿No es mejor actuar, visible y efectivamente?

    Que no se nos olvide: decidir, vale la pena. Además, decidir nos toca. Nos definimos por el nivel, categoría y propósito de nuestras decisiones. Esto aplica en lo personal, como en lo colectivo: pueblo que se realiza es aquel que es libre de decidir. De ahí su radical importancia y de ahí la necesaria tarea de ayudar a formar en torno a la decisión. Tomar las decisiones y dejar que cada quien tome las suyas: tarea difícil pero necesaria. De lo contrario los problemas son mayores, pues anularle a alguien la capacidad de decidir es condenarlo a la dependencia, a la heteronomía, a la subestima y al deterioro de su identidad y personalidad.

    Recordemos: nos realizamos en la medida que decidimos -o según nos abstenemos de decidir, lo que ya es una decisión-.
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lunes, enero 09, 2012

Los estados de ánimo


Los estados de ánimo

Marcos Fidel Barrera Morales


    Los estados de ánimo son así: compañeros constantes, pasajeros de nuestra psije y expresión de nuestra personalidad. Por ese grado de permanencia se distinguen de las emociones. Lo que pasa es que mientras unos estados de ánimo predominan, como suele suceder, los otros aparentan no estar, estando. Mientras unos tienen una presencia muy marcada, los otros observan desde nuestra interioridad antropológica, esperando la ocasión para manifestarse. Por eso, en momentos de mayor abatimiento, cuando se llega al mayor dramatismo, no queda otro camino más que sonreír, o mirar a lontananza, suspirar, y exclamar… ¡Ni modo! De igual manera ocurre cuando los estados de euforia predominan: en el momento de su clímax, es fácil caer en el llanto y derivar en la tristeza. Acaso, ¿las lágrimas no aparecen cuando estamos tristes, de la misma manera que cuando estamos alegres? ¿Y qué decir de esas oportunidades cuando se cree que tenemos todo, sabiendo que se tiene nada? ¿O cuando nos sabemos en la desgracia, pero en el fondo tenemos la certeza de que hay más desgraciados que nosotros?

    Los estados de ánimo son una constante. Acompañan nuestra vida. Aún más, son la vida misma. Cuántas acciones –y omisiones- no ocurren en su nombre. Cuántas decisiones no se toman en medio del ofuscamiento, o motivados por momentos de compasión, así como de profundo dolor. ¡Y cuántas acciones no propiciamos guiados por la alegría, por el placer o por la euforia!

    A los estados de ánimo no tenemos por qué ni rehuirles ni temerles. Son, ocurren, están, forman parte de nuestra naturaleza y precisan nuestra identidad. Arreglárnoslas con ellos, es la tarea. Conocerlos, ser sus seguidores, es necesario. No nos queda otra. Así, cuando nos afecte cada uno de ellos, como suele sucedernos siempre, a toda hora, podremos disfrutarlos mejor. ¡¡Porque no hay como estar tristes cuando  estamos tristes. No hay como estar alegres cuando estamos alegres. No hay como estar emocionados, cuando las emociones nos arrebatan. No hay como la serenidad, cuando la tranquilidad nos acompaña. Y no hay como amar, cuando corresponde!!

Caracas, enero de 2012.