martes, enero 17, 2012

Tomás, el de Aquino


Marcos Fidel Barrera Morales


          Honor a quien honor merece. Esta frase le queda bien a quien, vivo o muerto, tiene méritos suficientes para ser apreciado, reconocido y honrado por sus valores, por sus virtudes y por sus cualidades. Aún más, es una expresión con la que se pretende sentar un precedente de equidad y de justicia.

          Este comentario se debe a que un personaje de la filosofía, del catolicismo y del pensamiento universal a quien le cae bien esa frase es Tomás de Aquino. Sacerdote, teólogo, investigador, intelectual, escritor, doctor angelical, santo, en fin, este personaje fue alguien a quien su vida no le alcanzó suficientemente para producir su obra documental, más sí para consagrarla a la vivencia de su fe y a la dedicación exclusiva al propósito de consignar en forma semántica las verdades más fundamentales y los enigmas más trascendentales de su fe católica.

      Si bien era de cuna y sus padres poseían bienes, honores y rango, en la Italia feudal  del siglo XIII, renunció radicalmente a proseguir esa senda, en aras de consagrarse a un estilo de vida sobrio, recatado, místico, del cual quedó como testimonio y herencia para todos una impresionante obra filosófica y teológica sobre la cual prácticamente se yergue la historia fundamental del catolicismo mundial. Nada más ni nada menos.

          Cerca de 100 obras atestiguan su amor a Dios, su pasión por el conocimiento, su profesión de fe y su valía filosófica, científica  e intelectual. Pese a que en un principio su obra fue cuestionada, con el tiempo sucedió que en materia de consulta y fundamentación -a fin de garantizar la formación del cristiano, en dogmática-, fueron suficientes la Biblia y, de su autoría, la  Suma teológica. Dos libros, una institución. Incluso, para profanos en la materia, fue importante su producción filosófica, pues permitió el acercamiento directo al pensamiento griego, especialmente al de Aristóteles, así como también al de Platón, Plotino…

          Sus tesis dan pie para fundamentar cuestiones teológicas de envergadura, aspectos filosóficos de significativa importancia, cuestiones humanas de interpretación necesaria. Y su testimonio de entrega a una causa y a la vivencia de su espiritualidad, son muestra de un propósito altruista, signado por el sentido de trascendencia, que es, en última instancia, lo que motiva el interés de este fragmento: porque el pensamiento de Tomás de Aquino es y será para siempre.

San Joaquín de Turmero, Aragua, enero de 2012.

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