Marcos Fidel Barrera Morales
Acuerdos tácitos. Decálogos susceptibles de ser elaborados. Investigadores de Aragua y Caracas, en Ciea-Sypal. |
En varias oportunidades, más de uno ha
tenido que precisar un decálogo. Sí, como suena. Una lista de enunciados de
número par, con aspectos determinantes en un contexto cualquiera, justificados
por una experiencia existencial concreta. Elaborado, tal vez, según la mejor
tradición griega o de acuerdo a reminiscencia órfica o según la práctica
judeocristiana, o según el orden legal o la exigencia moral o la importancia del momento. Diez. Número
mágico por constituir la cifra que se conforma, de manera discreta, cuando en
la progresión aritmética aparece el primer cero. También, por constituir una
referencia exponencial, pues de unidades, a decenas, centenas y miles, sólo hay
un cero. ¡Diez! Como símbolo de divinidades en tiempos griegos y en la
tradición filosófica y religiosa rezago de principios, preceptos, conceptos y
deberes, pues bajo esa numeración se organiza un compendio que permite
instituir, muchas veces, lo mínimo: ética mínima, leyes mínimas, ideas mínimas,
principios mínimos, compromiso mínimo… Decálogo que en variadas oportunidades
sirve a protagonistas de cualquier relación para instituir un resumen de
criterios mediante los cuales honrar su convivencia. Por ejemplo:
1. Derecho a
amar.
2. Derecho a la felicidad.
3. Derecho al humor.
4. Derecho al afecto.
5. Derecho a creer.
6. Derecho a soñar.
7. Derecho a la verdad.
8. Derecho a la búsqueda.
9. Derecho al encuentro.
10. Derecho a la libertad.
2. Derecho a la felicidad.
3. Derecho al humor.
4. Derecho al afecto.
5. Derecho a creer.
6. Derecho a soñar.
7. Derecho a la verdad.
8. Derecho a la búsqueda.
9. Derecho al encuentro.
10. Derecho a la libertad.
Siguiendo cierta tradición, es interesante que cada quien
tenga su propio decálogo. Que en la parejas se determine un listado de elaboración
mutua que permita identificar ideas, precisar aspectos comunes y tener un algo
que propicie en un momento determinado medir la naturaleza del toma y dame.
Decálogo, como en tiempos griegos, con Solón a la cabeza; como en escenarios
pitagóricos, con ritos de por medio; como en tiempos bíblicos, con Moisés como
guía; como en época moderna a la manera liberal francesa; como en tiempos
por venir: con la esperanza puesta en su contenido.
Es posible que algún lector de este texto aún no haya
estipulado su propio decálogo. O en su experiencia familiar no lo haya
precisado. O en su ambiente laboral lo desconozca. Pues, ha de saberse que un
buen decálogo si bien es cierto no resuelve definitivamente el problema
existencial -tampoco el ético-, por lo menos ayuda: a otear opciones, a
visualizar escenarios, a precisar políticas, a caracterizar ambientes y
relaciones…
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