viernes, enero 13, 2012

La importancia de las decisiones

Fragmentos
La importancia de las decisiones

Marcos Fidel Barrera Morales


    Cuántas veces no hemos dejado de hacer cosas simplemente por considerar que no es el momento oportuno, o por pensar que no están dadas las condiciones o porque creemos que es preferible hacerlo en otra ocasión. Cuántas veces hemos querido saludar a alguien o expresar palabras amables, o efectuar un reclamo o plantear una exigencia o tomar una decisión, y por no hacerlo en ese preciso instante se nos queda la intención como parte del cementerio de decisiones frustradas, de propósitos incumplidos y tareas para realizar… algún día.

    El dilema existencial del diferimiento de las decisiones pasa por el estudio de nuestros rasgos de personalidad, ante la exigencia de asumir con propiedad, suficiencia y autonomía nuestras propias maneras de hacernos a nosotros mismos, de estructurar nuestra personalidad, de afinar nuestro carácter, de configurar nuestra identidad. Porque en eso estriba el asunto: se trata de decidir, pues lo que hacemos es lo que determina profundamente nuestro estilo de vida, nuestra historia personal, e incluso la de quienes nos rodean.

    Tal vez uno de los aspectos que identifican la condición humana radica en la facultad volitiva, en la posibilidad de tomar decisiones y de asumir los efectos que cada acción acarrea, pues así como corresponde decidir, y hacerlo es un atributo, también nos compete disfrutar los efectos de las decisiones, y asumirlos con propiedad…

    La frase que alguna vez escuchamos, es significativa: “Es mejor vivir una aventura que quedarse esperando un sueño”. Así es. Feliz quien toma decisiones y más feliz lo es quien vivencia los procesos que cada decisión acarrea, en aras de propiciar de mejor manera su desarrollo y efectos. ¿Fácil? Pues, no. No lo es. Las decisiones en su mayoría son difíciles de tomar, pero en muchas de las oportunidades es más problemática la decisión que se esconde ¡en la falta de decisión! En otras palabras, es importante recalcar que cuando nos abstenemos de decidir, no es que no haya decisión. El no intervenir, el abstenernos, ¡ya es una decisión! Todos, en todo momento, estamos decidiendo. Y si todos decidimos en algunas oportunidades por medio de la opción de no hacer nada, y esto también trae consecuencias, ¿no es preferible entonces decidir de otra manera? ¿No es mejor actuar, visible y efectivamente?

    Que no se nos olvide: decidir, vale la pena. Además, decidir nos toca. Nos definimos por el nivel, categoría y propósito de nuestras decisiones. Esto aplica en lo personal, como en lo colectivo: pueblo que se realiza es aquel que es libre de decidir. De ahí su radical importancia y de ahí la necesaria tarea de ayudar a formar en torno a la decisión. Tomar las decisiones y dejar que cada quien tome las suyas: tarea difícil pero necesaria. De lo contrario los problemas son mayores, pues anularle a alguien la capacidad de decidir es condenarlo a la dependencia, a la heteronomía, a la subestima y al deterioro de su identidad y personalidad.

    Recordemos: nos realizamos en la medida que decidimos -o según nos abstenemos de decidir, lo que ya es una decisión-.
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