miércoles, marzo 25, 2015

El mal

El mal

Marcos Fidel Barrera Morales

A Pafer, donde se encuentre.
A Sol. A Luz. A Sandy. A Ernesto


El dilema del mal es permanente, siempre y cuando despierte interés. Aún más, mientras se le siga considerando como entidad, también como condición ontológica, como forma existencial. De esta manera, estará presente. Sin embargo, indistintamente de tantas consideraciones, ¿existe? ¿Es un algo? ¿Es real? ¿Tiene entidad?

Dilucidar aspecto de tanta aparente complejidad es asunto que amerita más, mucho más que una simple circunstancia para su estudio. Pero, pese a la aparente trivialidad de su abordaje, debe ser tenido en cuenta. Evadir su estudio puede dar fuerza a su aceptación ligera, o abrir paso a una determinada percepción que intente validarlo.

Claro está, el mero hecho de tratarlo pareciera darle sentido real, ya que en perspectiva ontológica aludir a algo es ya reconocerlo, lo que equivale a aceptar de alguna forma su condición de ser. Esto no debe preocupar, especialmente porque la mención y su respectivo estudio no necesariamente garantizan que exista, en términos de lo que tal vez pueda en oportunidades esperarse. Más, sí probablemente que sea: ente de razón, probablemente, o ente ideal, tal vez… Más, ¿real?

¿Qué es?
Precisar el mal, así como determinar su naturaleza, es asunto vasto, también difuso y confuso. Sin embargo, motivo de atracción. Así sea en esta oportunidad el tema obliga a efectuar precisiones nada principistas, nada definitivas, nada fundamentalistas. Precisiones, en fin.

El mal a veces se presenta como carencia, no-ser –agustiniamente hablando-, en otras oportunidades como ruptura y en ocasiones como defecto. También, negación, desvío, extravío, distorsión. De igual manera destrucción, aniquilamiento, desarmonía. Su lectura es múltiple, determinada por variadas significaciones, motivaciones, interpretaciones, pues “el mal no aparece sólo como carencia sino como ruptura de una relación, como distorsión de un proceso que en concreto comporta la desviación o destrucción de una armonía dinámica” (Bravo, 2006: 218).

Las variaciones sobre sus probables modos obedece a la complejidad, pues se trata de complejos dentro de complejos que aluden a complejos. Luego, debe esperarse que incida indistintamente y comprometa varios, muchos efectos. Por ello, ante el mal se sienten afectados grupos, pueblos, naciones.

La libertad
Un aspecto particular del estudio del mal es la asociación con la libertad. Esta permite un cabeza a cabeza que no alcanza a convencer a todos: la libertad advierte la posibilidad del mal, pues a través suyo -de la libertad-, a través de las decisiones, se reconoce el mal. O, por lo menos, su posibilidad. Esto, debido a que a través de la elección libre se responde al llamado del bien y a la aparente desviación hacia el mal.

Desde la lectura monista –solapadamente binaria-, sin libertad no habría mal, pues sólo existiría el bien. Luego, el humano sería un ser sin libertad, regido por las leyes, o por la naturaleza o por aquello que lo regulase. Entonces, según este determinismo bondadoso el humano estaría necesariamente abocado al bien. De manera necesaria, imperativa, categórica, no se requeriría del concurso de la libertad. La aparente binariedad bien-mal, sin libertad se disuelve.

Bajo este prisma es importante advertir que el sentido de la libertad radica en consagrar, entonces, la dialéctica entre bien y mal, pues el mal se constituye en la constatación de la libertad que pone a prueba la decisión de cada quien de optar por el bien… o por su defecto.

Tal vez en este aspecto radique la aparente ambigüedad de este enfoque dicotómico de la libertad, pues si esta se reduce a decidir entre el bien y el mal, queda claro que, independientemente de lo que se decida, esta práctica ratifica la sutil bondad del mal, al reconocerle –tácita, implícita y evidentemente- categoría ontológica. Luego, la libertad puede sumir en una trampa: la de hacer creer que sea una u otra cosa la que se decida, de igual manera la libertad está siendo perfeccionada. Bien o mal, pero en libertad. Sofisma evidente sobre el cual se debe reflexionar.

El bien
Sin embargo, el falso dialectismo bien-mal se anula cuando se toma la decisión -con libertad, volitivamente-, entre bienes. ¡Porque la libertad no se pone a prueba entre el bien y el mal, sino en la capacidad que se tenga de elegir entre bienes, pues siempre estará presente la certeza de que sea lo que se decida, siempre es bueno! La decisión entre bienes hace claridad con respecto a que las decisiones y la libertad se resuelve eligiendo cualquier bien, siempre un bien –rasgo tomista-.

En el supuesto negado, si el dilema se resuelve entre el bien y el mal, se distorsiona la decisión, la volición también se afecta, la libertad se minimiza y el acto se pone en entredicho, por una razón sencilla: la mirada del bien estaría determinada por el mal, lo que hace una contradicción: que el mal es el referente del bien, la validación de este. Cosa no-buena. Si se reduce a los aparentes extremos bien-mal, entonces, se constituyen la libertad, la voluntad y la conciencia en mero ejercicio maniqueo y en falso dialectismo intelectual. Luego, la decisión que corresponde se mide por los efectos de bondad, por el bien que la inspira y por los bienes que logra. El sí evidencia la decisión. La decisión, la libertad. Y la libertad, la posibilidad de realización. Siempre en torno al bien.

La elección entre bienes hace ver otros aspectos de necesaria importancia en el tema de la libertad y del ejercicio de esta para el bien: la personalidad, el carácter, la voluntad, el deseo y el propósito de hacer el bien. Así como también permite profundizar sobre el sentido del bien, de manera que esta reflexión permita anular la aporía bien-mal y percibir que el bien, como bien, es bueno, así como el reconocimiento de que la naturaleza, en todo lo que la representa, es buena, luego el bien se constituye en la evidencia formal de la voluntad, como también el propósito de toda decisión y la máxima aspiración de la libertad.

Caracas, 25 marzo de 2015.

Cita:

Bravo Lazcano, Carlos. 2006. El problema del mal. Bogotá: Javeriana.

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