Por Marcos Fidel Barrera
Morales
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El
paso por San Gil (Santander, Colombia) a través de su puente es motivo de crónicas y leyendas, todas impregnadas
de historia. Por ejemplo, por improvisado puente sobre el río se desplazaban
los aborígenes guanes, entre otros grupos originarios, como requerimiento para
su actividad existencial y productiva, en tiempos pretéritos. Por ese mismo
puente cruzaron los españoles en la época imperialista, allá por las primeras
décadas del siglo dieciséis, en esa cruzada expansionista suya que culminó con
la dominación de un continente.
El
tránsito obligado de la Conquista, y luego de la Colonia,
indicó la importancia
estratégica y comercial de la ciudad… y de su puente. A su vez, otras
circunstancias le darían su valor social y político: por ese mismo paso transitaron
los luchadores que en el lejano 1871 se unieron al movimiento comunero liderado
por Galán, en sus reclamos de justicia y autonomía ante los españoles. Casi 50
años después de estos sucesos, por ese puente pasaron Bolívar y los grupos de
granadinos rumbo al futuro que los consagraría. Y qué decir del período trágico
nacional, recordado como Guerra de los mil días?, más de 100 años atrás, cuando
liberales y conservadores hicieron pasar por este puente pertrechos,
información, alegrías y pesares, conjuntamente, rumbo a Palonegro...
En
su momento, obviamente, el puente era de total rusticidad. Luego, fue hecho con
mejores materiales, hasta 1874 cuando se construyó el recordado Puente de
Hierro, también conocido como Puente Brooklyn. Este fue sustituido por uno de
mayor resistencia, en 1956, con el nombre que lleva hoy: Rojas Pinilla.
El
puente principal sobre el Río Fonce, el más significativo, constituye un
símbolo básicamente de tránsito, pero también lo es de excelente ingeniería:
ese puente ha resistido cualquier oleada de tractomulas, los embates del río,
los golpes de los enormes troncos que sus aguas traen en las famosas crecidas
de invierno, cuando el espectáculo natural obliga a su contemplación, en medio
del temor que tal vertiginosidad genera…
Indudablemente,
por ese puente han transitado generaciones enteras de sangileños -a pie,
caballo y carruaje, en las llamadas zorras, también en bicicleta, en carro, bus
y camión-, en un ir y venir que advierte el ritmo de su pujante ciudad y de los
acontecimientos regionales y nacionales. A través del puente de San Gil se ha
movido medio país: el del centro y occidente, hacia oriente, y el del oriente,
hacia centro y sur. También, por supuesto, los costeños con cumbia, porro,
fandango y vallenato en su equipaje.
Por
este puente pasaron miríadas de in-emigrantes ecuatorianos, peruanos, chilenos rumbo
a Venezuela, sin olvidar que en ese mismo tiempo también ocurría el exodus colombiano. Por ese puente, cantidad
significativa de esos viajeros regresaron tantas veces, como pudieron y quisieron…
Sin embargo, ¡por ese puente también se fueron los que nunca más volvieron!
Es
válido suponer que en la historia de todo sangileño hay un puente guardado en
su anecdotario, en sus recuerdos, en su día a día. Es que la historia de San
Gil se escribe a punta de vivencias, de quehaceres y nostalgias, pero también a
través de sus obras civiles, siendo los puentes una de las más distintivas. Los
puentes, en sí mismos, tienen sentido y capacidad de significación, por
supuesto, porque van a la par con algo típico del sangileño y del
santandereano: su deseo de establecer puentes -comunicacionales, humanos-, allí
donde vaya. De ello hablan su don de gentes, su apego al trabajo, su franqueza
y capacidad de amar...
La topografía sangileña es típicamente andina (foto MFBM) |
Otros puentes
El
otro puente representativo es el peatonal que conecta directamente con la plaza
de mercado. Puente histórico éste, también de enorme importancia y sin embargo
tan subestimado: debería estar suficientemente cuidado, protegido y amparado,
pues en esa misma manera estará quien lo cruza. Este puente es de vital
importancia y constituye el reconocimiento al habitante de la ciudad, pues fue
concebido para ello: para que sirva de comunicación y facilite el tránsito
entre este lado y el otro lado, en el decir popular, a fin de que la ciudad sea
una sola.
Alegría
causó en la ciudad la construcción del puente Bernardo Gómez Silva, en 1996, de
la calle 15, que en buen forma desvió tráfico ligero y semipesado y alivió el
trote de todo el que se desplaza hacia el occidente de la ciudad y hacia las
tierras de Barichara, Guane, Villanueva… El principal y éste son obras sin
mayor estética, como cualquier puente, ¡pero qué importantes son!
Otro
puente peatonal, construido en el 2012, junto al llamado puente principal de San Gil,
luce discreto, casi anónimo, angosto, mejor angostísimo, pero ayuda a cualquier
desprevino peatón a resolver el deseo de cruzar de un lado a otro, esquivando
el riesgo que el principal representa, con tanto ruido, movimiento, camiones y convergencia
de direcciones: que para Pinchote, El Socorro, Oiba, Barbosa, Tunja y Bogotá.
Que para El Valle, Ocamonte, Charalá. Que para Curití, Aratoca, Bucaramanga…
¿Y
qué decir de los puentes sobre las quebradas? Por ejemplo, el curioso puente
colgante Ragonessi, que permite llegar hasta La Chorrera? ¿Y los tres puentes
del Parque El Gallineral, los de la salida a la población de Mogotes y los
ubicados en las distintas vías que interconectan la ciudad? Mención especial
merece el que nace en la calle 12, junto a la figura del matacho, que se proyecta hacia el Centro Comercial El Puente. Qué agregar,
además, de esos otros puentes que permiten la vialidad -anónimos, clandestinos,
marcados por la indiferencia social-… ¡de tanta importancia y uso cotidiano!
Puentes por venir
Nuevos
puentes se asoman: conectarán la zona conocida como Bella Isla, con los
desarrollos que ocurren en la otra ribera del río, en la vía San Gil-Valle de
San José. En este sector, por lo menos dos puentes se perfilan: uno para autos
y camiones, y otro para peatones. Hará falta otro que conecte con los centros
comerciales actuales y futuros.
Los
demás puentes que se requieren corresponden a la hoya de San Martín y barrios
vecinos, pues el desarrollo de este lado del río debe conectarse con las
proyecciones que ocurren justamente al frente, las cuales extienden la ciudad
hacia el occidente, cara a la población de Cabrera, en un terreno agreste, tórrido,
inmensamente rocoso, pero de indetenible desarrollo urbanístico. El
administrador público que se aboque a esta tarea, así como los urbanistas que
se atrevan, quedarán para siempre en la historia de la ciudad como…
progresistas.
Definitivamente,
a San Gil, conocida como La perla del Fonce y Capital turística de Santander,
debe adjudicársele otro título: La ciudad
de los puentes.
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23 de marzo de 2013
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