Marcos Fidel Barrera Morales
Convencidos, ansiosos, risueños –otrora-,
lentos, ignaros, nadaístas –ahora-.
Las
frustraciones están presentes en la vida del ser humano. Están a riesgo de
generarse en todo momento, circunstancia y situación, siempre y cuando se relacione
su origen con aspectos de carácter esencial o de impacto afectivo y emocional,
de envergadura. Esto es así, debido a que la naturaleza de la frustración lleva
a asociarla con eventos de magnitud, significativos, con sucesos fundamentales
de la vida.
Una de las
características que indica la presencia de frustración -a fin de distinguirla
de una simple contrariedad y de una situación caprichosa-, lo constituye el
tener en cuenta que las frustraciones se deben a la imposibilidad de ser
saciado un deseo, a la dificultad de satisfacer una necesidad y ante la nula,
mínima o negativa atención de un reqerimiento, considerado de mucha importancia.
De igual manera ocurre con sueños, ambiciones y aspiraciones. De ahí que las
frustraciones estén asociadas con el afecto, el cuido, la atención y la
orientación con respecto a los apetitos y los deseos. También se originan por
aspectos de orden intelectual, por lo regular confrontados por la imposibilidad
del estudio y su desarrollo mayor. Se deben, además, a situaciones vinculadas
con los campos de relación: en cualquier momento de la vida, la ausencia de amistad,
aprecio y experiencia gregaria son causal de frustración. Por ello, infancia,
adolescencia, juventud, adultez, ancianidad, no escapan de este riesgo. La
ausencia de posibilidades de proyección social, así como la anulación laboral,
incluso el reduccionismo funcionalista que restringe la totalidad a una única
tarea, constituyen motivos de frustración. De igual manera la ausencia de actividad
explícitamente sexual... ¡Tantas cosas!
A la
frustración se le reconoce por diversas evidencias, estando más identificadas la
agresividad, la testarudez, el mal genio, la queja continua, la insatisfacción
permanente, cuando no depresión, en
sus varias graduaciones. La agresividad históricamente se ha considerado señal
directa de frustración. Por eso, la opción inteligente al atender la
agresividad radica en precisar exactamente qué aspecto de la vida personal del
agresor genera frustración, a fin de descubrir qué se debe atender y, en consecuencia, precisar protocolos para su intervención.
Si bien ocuparse
de la frustración es tarea de psicólogos, corresponde a quienes la
protagonizan, y a sus más inmediatos relacionados, contribuir con la superación.
Sin embargo, hay aspectos que anulan ipso
facto el riesgo de frustración, tales como las actitudes, los valores, la
forma filosófica de ver la vida, además de la manera de abordar los problemas y
la existencia de un contexto afectivo saludable.
En la
tarea de evitar las frustraciones especial figuración tienen las actitudes: esa propensión al acto, esa tendencia psicoafectiva, además de cognitiva, que anticipa las acciones. Esa
forma de anticipación emocional que previene la acción permite, a su vez,
comprender hechos, aceptar situaciones y superar dificultades. ¡Este lenguaje
actitudinal favorable es sorprendemente útil en la tarea de obviar las contradicciones!
Método
Frente a
las frustraciones convienen, por supuesto, muchas cosas. Cuando están presentes
no pueden pasar desapercibidas. Nunca. Especialmente, como ya se advirtió, por
el impacto que tiene en la vida de cada quien, suficiente como para perturbar
su cauce ordinario. Debido a eso, importa mucho ocuparse de ellas, apelando al concurso
de mecanismos que contribuyan con la superación. Uno de ellos es el Método Rad para la atención de la
frustración, que contiene tres pasos:
Reconocer.
Atender.
Derivar.
Reconocer.
Atender.
Derivar.
Reconocer
En el primer paso, Reconocer, es importante aceptar que se está ante una situación de frustre pues, debe insistirse, en materia de estas vivencias imperan el dolor, la contrariedad, la anulación y el impedimento, aspectos que lesionan a la persona en su interioridad y le impiden sentirse realizada. Sin embargo, es importante tener presente que la tarea de reconocer la frustración conlleva diferenciarla de otras situaciones con las cuales suele confundirse, como lo son el capricho, la obsesión, la compulsividad, la terquedad y la equivocación. Si no se identifica bien, entonces, puede ocurrir que se truequen los síntomas con la causa. Hay que insistir en que se identifica formalmente la frustración cuando se advierte cuál es la situación tensional que pone en juego la realización del afectado, y para la cual hay que actuar, en correspondencia. Este paso implica, entonces, la aceptación de que existe una experiencia personal denominada frustración, lo que obliga a indagar acerca de las causas e impulsa a la decisión, al propósito de intervenir, de hacer algo.
En el primer paso, Reconocer, es importante aceptar que se está ante una situación de frustre pues, debe insistirse, en materia de estas vivencias imperan el dolor, la contrariedad, la anulación y el impedimento, aspectos que lesionan a la persona en su interioridad y le impiden sentirse realizada. Sin embargo, es importante tener presente que la tarea de reconocer la frustración conlleva diferenciarla de otras situaciones con las cuales suele confundirse, como lo son el capricho, la obsesión, la compulsividad, la terquedad y la equivocación. Si no se identifica bien, entonces, puede ocurrir que se truequen los síntomas con la causa. Hay que insistir en que se identifica formalmente la frustración cuando se advierte cuál es la situación tensional que pone en juego la realización del afectado, y para la cual hay que actuar, en correspondencia. Este paso implica, entonces, la aceptación de que existe una experiencia personal denominada frustración, lo que obliga a indagar acerca de las causas e impulsa a la decisión, al propósito de intervenir, de hacer algo.
Atender
El segundo paso, Atención, implica justamente interesar afectiva, emocional, terapéuticamente al afectado, haciéndolo partícipe
de tal situación e involucrándolo en una dinámica de cuido progresivo. En este
momento es necesario que quien hace la terapia se cuide de crear situaciones psicoafectivas
de confusión que generen un problema adicional: la terapia debe orientarse
hacia la atención de las situaciones en aras de su superación del trauma. La
atención, expuesto lo anterior, implica acciones precisas, directas, que tienden
a la confrontación, en oportunidades, al remezón emocional y la toma de conciencia
analítica del dilema, en otras ocasiones, así como también momentos de
sutileza, pues las formas reactivas y comprensivas varían en cada quien, y
están en relación directa con quien las proporcione. En algunas circunstancias
es probable converger hacia sesiones de psicodrama, claro está con la prudencia
psicológica que este tipo de intervenciones exige; en otros momentos, es el
diálogo lo que impera, con base en la cordialidad; en otras circunstancias, se
apela al empleo de técnicas de mediación…Derivación
El tercer paso del Método, la Derivación, tiene que ver con la actividad creadora, heurística, que promueve la superación del problema mediante actividades suficientemente creativas, distractivas y disolventes. Se trata, entonces -distinguiéndose la derivación de las tesis psicoanalíticas relacionadas con la proyección y la transferencia-, de propiciar que las emociones, las intenciones, la volición, el imaginario y el ideario converjan hacia formas extensivas, capaces de canalizar la frustración hacia efectos novedosos. La novedad, como vía de resolución. Este camino, el de la creatividad, permite que se acceda a maneras de liberación de la angustia, de la ansiedad y del deseo de actuar, aspecto este último de importancia, pues la frustración tiene un componente severo que daña la condición volitiva, como es la impotencia, la cual externamente puede ser interpretada como indiferencia, a veces subestima hacia otros, también como ataraxia, e internamente puede ser vivenciada como humillación.
En este
paso de derivación, mediante actividades, acciones y tareas, la frustración
corre el riesgo de disolverse en variados eventos, sean sociales, artísticos,
laborales, prácticos, intelectuales… Si bien cada decisión al respecto presenta
oportunidades de privilegio para el afectado, la superación está sujeta a cada
caso, situación, persona y contexto. Por ejemplo, para algunos afectados, la
pintura es excelente ocasión canalizadora de intensidades y generadora de
liberaciones. En otros caso, lo es la actividad músical. Componer, cantar,
disfrutar de las composiciones, constituyen buenas opciones. También lo es la
actividad de lectura, así como escribir. El baile es otro recurso de
importancia, así como el propiciar relaciones interpersonales, nuevas amistades
y grupos, inicio de estudios y oficios. El deporte, hacer ejercicio o viajar son buenas opciones. El estudio siempre es una buena opción...
El amor como praxis
El trabajo, la productividad, las obras, son recursos excepcionales en la tarea de superar las frustraciones. Sin embargo, importancia capital tiene la capacidad de perdonar, enraizada en la experiencia de amar. El amor es la mejor receta para superar muchas frustraciones: el amor que perdona, es capaz también de entender, comprender, superar, trascender…
En fin de
cuentas hay que tener en cuenta que existe una relación directa entre el causal
de la frustración, su identificación, reconocimiento y atención, y en
consecuencia, la actividad que en pro de la superación se propone. También,
principalísima responsabilidad la tiene el protagonista. De igual manera, las
personas cercanas y, obviamente, el profesional que atiende.
Es posible
que algunas frustraciones no se curen del todo. Especialmente, cuando la psije ha sido lesionada profundamente.
Pero eso no impide reconocer que sí se puede –y se debe tratar-, a fin de
lograr condiciones psicológicas mejores en torno a la afectividad, la emocionalidad
y el sentido de la vida. De eso se trata. Sin
embargo, es bueno concluir estas reflexiones acerca de la frustración y su
remedio, con la advertencia de que la respuesta
para algunas de ellas estriba en no esquivarlas, ni en huir de ellas ni en
minimizarlas, sino en ir de frente hacia la motivación real que las origina,
comprometiéndose este propósito de lleno con su potencial origen: ¿Un amor?
¿Una pasión? ¿Un sueño? ¿Un estudio? ¿Un propósito existencial? ¿Un oficio? ¿Una
profesión? ¿Una decisión? Pues, si se
trata de algo tan importante, donde está en juego la felicidad, y además está
en el plano de lo viable, realizable y posible, ¿por qué no emprenderlo? Nada
se hace con atender ciertas y determinadas frustraciones, tratando de
evitarlas, cuando la solución definitiva está en asumirlas como experiencias de
vida, en torno a los aspectos esenciales que las originan, como propósito de
realización mayor…
Caracas,
5 de diciembre de 2013
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