sábado, diciembre 21, 2013

Metáforas del conocimiento


Marcos Fidel Barrera Morales

Basado en artículo publicado en Revista Magisterio internacional, de Bogotá. Con base en conferencias sobre gnoseología, en los programas para la formación de investigadores, Universidad del Zulia, Universidad de Los Andes y Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Venezuela. Tema desarrollado en el libro Hologogía, del mismo autor.

El estudio del conocimiento, de la forma como ocurre y de las maneras como se expresa, exige la consideración de las metáforas que se emplean para referirse a él, utilizadas con el propósito de propiciar su mejor comprensión. Unas son de corte naturalista, otras mecánicas, algunas estructurales, y no pueden dejarse a un lado las sistémicas. En materia intelectual y académica existen variadas interpretaciones con respecto al conocimiento, en cuanto  a qué se entiende por conocer y cómo se expresa ese conocer, en el caso de la educación, en la didáctica, en los métodos y, por supuesto, en los contenidos.
El tema del conocimiento mueve montañas. Múltiples eventos, obras, tratados ocupan su interés. En la foto, una sesión sobre conocimiento e investigación en la Universidad Nacional del Chimborazo, Ecuador.
Las orientaciones  en educación que nacen de una concepción, por ejemplo, biologicista del conocimiento, son muy  distintas de otra racionalista, como también de una  de carácter cognitivista. Cada noción de conocimiento entraña contenidos, métodos, tácticas y técnicas  asociadas al hecho educativo, lo que definitivamente repercute en la actividad del docente y, por supuesto, en los logros y propósitos de cada uno de los  protagonistas, sean  docentes, directivos, orientadores y, por supuesto, niños, jóvenes y adultos  en proceso  formativo.

Todas y cada una de las explicaciones que se dan sobre el conocimiento dan pistas para entender cómo se conoce y como se proyecta lo que se conoce en las formas de seguir conociendo. El acercamiento a la teoría del conocimiento a partir de los recursos de la estilística que emplea el pensamiento, permite responder variadas preguntas, como las siguientes: ¿Cuáles son las tendencias más marcadas del conocimiento? ¿Hacia dónde conduce la reflexión sobre la orientación epistémica? ¿Qué tiene que ver la heurística con las tendencias epistémicas? ¿Es la hermenéutica una salida o una trampa? ¿Qué tiene que ver la transdisciplinariedad? ¿Cómo desarrollar la didáctica desde la complejidad? ¿Cómo armonizar los paradigmas y los sintagmas? ¿Cómo entender la comprensión holística del conocimiento?
Es evidente que de las nociones que cada quien tenga del conocimiento, tanto de los métodos del conocer como del conocimiento mismo, depende en gran medida la tarea de enseñar y de aprender. De igual manera acontece en la actividad científica, en las propuestas investigativas. La manera de percibir las acciones orientadas a conocer y también la forma de entender los procesos vinculados con el mismo propósito influyen en gran medida en la actividad formativa, como también en la selección de contenidos, en la aplicación de técnicas y en las determinaciones metodológicas.
En aras de precisar mejor su condición actual como formador, es importante que el intelectual, el docente, el investigador, revisen su noción del conocimiento para apreciar sus propios códigos, como también para identificar en la didáctica ciertos rasgos interpretativos que subyacen como constantes, capaces éstos de moldear personalidad y precisar determinado tipo de énfasis en el discurso académico. En la medida que se indague podrá el investigador responder otro tipo de preguntas, como ¿cuáles son las nociones más marcadas del conocimiento?, ¿cómo se expresan estas nociones en la actividad educativa?, ¿cuál noción de conocimiento subyace en estas reflexiones?...
En respuesta a las preguntas y a las precedentes reflexiones, las siguientes pueden ser algunas de las consideraciones a tener en cuenta a la hora de precisar la noción de conocimiento y sus implicaciones en el hecho educativo, dignas de ser estudiadas y de ser analizadas desde la actividad educativa. Las mismas metáforas alusivas al conocimiento son indicativas de las variadas maneras de pensar que existen, pero tal vez ninguna  se presenta de manera exacta. Simplemente son configuraciones que se exponen de esta manera con el propósito de orientar la reflexión acerca de cómo se debe gestionar la investigación, la asesoría y la tutoría a partir de las premisas que identifican a cada modelo, presentado aquí, como ya se advirtió, en clave metafórica.

Conocimiento inmutable
Esta comprensión es típica de las posturas fundamentalistas, sean de carácter ideológico, político, dogmático y religioso. Se caracteriza por la rigidez y la incuestionabilidad. Se aprecia el conocimiento como dogma y, en consecuencia, debe replicarse tal cual. El intento de verificación es inadmisible, y en esto estriba una de las distinciones con respecto al positivismo. El conocimiento como inmutable resiste el paso del tiempo y no sufre variaciones, por lo que puede ser enseñado siempre de la misma manera. Se asocia el conocimiento inmutable por ser presentado como verdad, con rasgos absolutos.

El conocimiento  acumulativo
La acumulación está asociada con la acción de amontonar, de juntar. El conocimiento acumulativo alude a la concepción según la cual éste se puede adquirir para ser amontonado a fines de ser utilizado en un momento determinado, o simplemente con propósitos de exhibición a través de las constancias, títulos y certificaciones. Esta noción se potencia con los desarrollos de la física y la electromecánica y se refiere a la capacidad de la energía de ser almacenada. Si el conocimiento es visto de la misma manera, entonces, puede ser acumulado para ser utilizado como fuente de energía -léase fuente de saber-, con posibilidades de ser recuperada la misma para posteriores aplicaciones. El conocimiento, en consecuencia, se puede guardar, se constituye en energía potencial.

El conocimiento duro
Está asociada con la metáfora de rigidez, de acuerdo a las características de la materialidad y según la composición o estructura molecular, más en la línea de la física newtoniana que en la relativista y en la cuántica. Esta noción está sustentada en la visión de conocimiento o episteme, en su metáfora platónica griega que alude al saber como aquél capaz de soportar peso y de servir de base a cualquier otro conocimiento. Esta percepción del conocimiento potenció la división entre ciencias duras y blandas, visión que prejuiciosamente hizo creer que sólo las primeras eran científicas y las segundas producto de especulaciones. Como duras, se identificaron la astronomía, la biología, la física, la química y la geología. Como blandas, las ciencias llamadas humanas y sociales, como psicología, sociología, política, filosofía. Esa pseudoclasificación fue superada, especialmente después del impacto del relativismo, de la superación del positivismo y los desarrollos de la física de partículas y la advertencia cada vez mayor de la importancia de las ciencias humanas y sociales en la actividad científica, académica y filosófica.

El conocimiento como ejercicio del poder, o el poder como ejercicio del conocer
Esta noción advierte sobre las posturas relacionadas con el ejercicio de la autoridad, donde se emplea el conocer,  o un tipo de conocer, como justificativo para el ejercicio del poder. Bajo esta perspectiva, el poder es un recurso para justificar un tipo de saber, que es más saber, o es saber dominante, por la condición del saber que se plantea como excusa para el ejercicio de la autoridad. Las tesis de Foucault descubren estas relaciones y permiten entrever los sucesos en los cuales una estructura de supuesto saber esconde tradicionalmente condiciones de poder y cómo ese poder se expresa como profesión.

El conocimiento “consumible”
Bajo esta comprensión, el conocimiento está determinado por su uso. Ampara una visión utilitaria del conocimiento que reconoce que el mismo tiene sentido en cuanto que resuelve una aplicación o permite en un momento cumplir una tarea pues el mismo es transitorio, es un recurso más, un consumible -tóner, tinta, papel- que una vez usado se desecha. Puede esta visión estar asociada con cierto uso de la información, especialmente a través de las redes y bancos de información. Se paga para su uso, se compra el contenido comunicacional, se cumple con un propósito asociado con esta actividad y luego se bota. Otro modelo, otro tipo de conocimiento sustituye al anterior.

El conocimiento como validación
Esta postura positivista conduce al “círculo vicioso del conocimiento y de la investigación” (Barrera, 2008), pues sólo se reconoce como conocimiento aquello que tiene su referente empírico y, en consecuencia, se puede verificar mediante la aplicación de un exclusivo método. Cualquier postulado debe ser expuesto bajo las premisas de una tesis, como hipo-tesis, esto es, por debajo de la tesis, y la constatación refrenda tanto el conocimiento teórico que ampara la formulación de la propuesta investigativa, como de los descubrimientos.
Esta modalidad es típica de ciertos contextos académicos donde se pone el énfasis en que el llamado estudiante retorne el conocimiento en los mismos términos y preceptos en los que lo recibe, negando cualquier otra posibilidad interpretativa, como también algún otro conocimiento distinto. En esta circularidad, el conocimiento se valida a sí mismo pero niega la posibilidad de un nuevo conocer.

La relatividad del conocimiento
La visión del conocimiento como algo relativo lo supedita a diversos factores, pues el mismo se hace dependiente y variable, según el contexto. La noción del conocimiento relativo hace que éste pierda vigencia una vez hayan cambiado las circunstancias que lo sustentan, propiciando múltiples y variadas comprensiones, como también aplicaciones distintas, según sean las condiciones. Como es relativo, éste varía, está en dependencia, y como los factores se alteran, las situaciones son distintas, pues, cada conocimiento está en relación con múltiples referentes. Ante la pregunta de Quine (1984), sobre ¿qué hay?, la respuesta, pero desde el relativismo, es: “depende”.

El conocimiento como luz que ilumina
Esta noción advierte que el conocimiento cumple la función de una lámpara que alumbra en la noche lo que se va a conocer  Popper (2005). A través suyo se indica que el conocimiento constituye un recurso que permite conocer, pues a través suyo se ilumina la realidad, se destacan los eventos y se puede acceder a ellos.
Permite reconocer que el investigador antecede al evento por conocer pues existe un apriorismo que ampara, en el conocimiento que conoce, el conocimiento que está por conocerse. Lógicamente, lo que está por conocerse depende en buena medida del conocimiento que se tiene (apriorismo), lo que crea una situación de dependencia y de relación inmediata entre uno y otro.

El conocimiento como interpretación
Nietzsche había advertido que el conocimiento tiene rasgos metafóricos. Otros pensadores lo advirtieron a su manera. Gadamer (1995), por supuesto, enfatizó la noción del conocimiento como hermenéutica. Bajo esta noción, el conocimiento se reconoce como  interpretación, esto es, como una manera de percibir cualquier evento según la capacidad de quien conoce, la cual está asociada a las posibilidades de entender, algunas de las cuales tienen que ver con el modelo epistémico, la manera de obtener conocimiento y las posibilidades de la época que se vive para apreciar tal o cual conocimiento. En la perspectiva hermenéutica, el conocimiento es visto como un proceso determinado fundamentalmente por la capacidad del perceptor de generar, apreciar o interpretar los hechos, perspectiva que presenta rasgos solipsistas. Esta comprensión incurre en un modelo antropocentrista, sujeto a quien interpreta, en el contexto en que lo hace, según las circunstancias...

El conocimiento como constructo
En esta perspectiva, el conocimiento es visto como algo que debe elaborarse, mediante un proceso de relaciones y de estructuraciones que surgen de un contexto determinado. La noción constructivista del conocimiento -expuesta tanto por Piaget como por Lev Vygotsky,  lleva a aceptar que el edificio del conocimiento se construye progresivamente, que el conocimiento corresponde a una estructuración que se da en la medida de los procesos y de las interacciones, y no como una condición previa para conocer. Conocer es construir el conocimiento y este se expresa como constructo, como obra artificial producto de las capacidades cognitivas, según unos, y materiales, según otros.
El proceso investigativo se caracteriza por, a. la actividad en pro de la determinación del evento del estudio; b. por los propósitos metodológicos y morfológicos del trabajo del investigador; y c. por la actividad intelectual que tiene como propósito el armado conceptual, argumental y filosófico de la obra. El primer esfuerzo es de carácter exploratorio y descriptivo; el segundo, técnico, instrumental y organizacional; y el tercero es de naturaleza intelectual. Lo primero y lo segundo tienen como propósito formalizar la propuesta investigativa, la esquematización de la misma, así como también el acopio de fuentes y de los instrumentos necesarios para el propósito del investigador. La tercera deriva hacia la elaboración del constructo, y éste tiene que ver con la determinación de la razón suficiente, al mejor estilo de Gottfried Leibniz (1946), según el cual debe existir una razón que justifique cualquier hecho, en este caso, científico. Esta razón suficiente se expresa como justificación de la propuesta de investigación y, en oportunidades, se constituye en la argumentación fundamental de la misma.
Si bien la expresión constructo puede estar asociado con las tesis del llamado constructivismo social de Vygotsky y del constructivismo cognitivo de Piaget, es importante tener en cuenta que el constructo corresponde a una expresión vinculada con las teorías que dan cuenta de los procesos humanos relacionados con creatividad, raciocinio y abstracción (http://webpages.ull.es/users/pprieto/material/validez_cons.html). En las ciencias sociales el término lo rescata Samuel Hurtado para asociarlo con la precisión semántica, conceptual y argumentativa, en aras de los propósitos investigativos. Adquiere las características –coloquialmente hablando- de mamotreco conceptual (Hurtado, 2005), o de artificio argumental, y se constituye en fortaleza de la investigación, con capacidad de sintetizar tanto el valor metodológico, como el desarrollo conceptual y filosófico de la investigación:
La elaboración del constructo corresponde al proceso mediante el cual el investigador procede a armar la estructura argumental de su obra con base en las premisas enunciadas en su propósito inicial, pero también como producto del esfuerzo investigativo desplegado a lo largo y ancho de la actividad que despliegue en aras de precisar justamente las coordenadas metodológicas, epistémicas y de concepto necesarias para afirmar la intencionalidad investigativa (Hurtado, 2002).
Lo anterior hace que la actividad del investigador esté caracterizada por la actitud vigilante, por el esfuerzo permanente y por la capacidad del investigador de percibir del entorno los aspectos claves de su investigación; además, debe estar animado por el propósito de obtener información de fuentes variadas, algunas relacionadas con el contexto, otras con los documentos, como también por consultas a fuentes vivas, la aplicación de instrumentos, sin dejar a un lado la observación y la descripción de hechos… Para este propósito, prácticamente todo lo que el investigador hace en torno a la investigación tiene sentido.
Lo que un investigador elabora va constituyendo el corpus argumental capaz de darle coherencia, consistencia y sentido a su trabajo: prácticamente la fuerza de la obra radica en el efecto del constructo, pues a partir de él se precisan las consideraciones generales de la investigación, como también por su intermedio se resuelve el evento de estudio, la pregunta de investigación, los objetivos de la misma y se abre el camino para la exposición argumental como también para resolver algo tan complejo como lo es la arquitectura de la investigación, por vía del diseño metodológico.
La creación del constructo corresponde a un esfuerzo progresivo, y a una constante metodológica que debe orientar adecuadamente la práctica investigativa. Significa también evolución conceptual y argumental por parte del investigador. La elaboración del constructo, más que un propósito artificioso, corresponde a una fina obra intelectual que progresivamente se estructura gracias a variados aspectos, entre los cuales se cuentan, en el decir de Samuel Hurtado (op. cit.): ambiente propicio para la inspiración, compenetración con el evento de estudio, desencadenamiento de la inspiración, búsqueda de los términos adecuados, precisión de la lógica intrínseca y determinación del modelo conceptual…

El conocimiento como escepticismo
La actitud escéptica corresponde a una noción según la cual el conocimiento no es fiable, pues siempre hay motivos para desconfiar tanto de quien conoce, de lo conocido como también de sus técnicas y recursos. La duda sistemática, la desconfianza y la búsqueda de incongruencias e inconsistencias son reconocidas como evidencias del conocer pues, bajo esta visión, ¡conoce quien está en capacidad de dudar! (Descartes) El escéptico, ante la aparente imposibilidad de llegar al conocimiento absoluto, observa, cuestiona, critica, más evita comprometerse y actuar. Sufre de ataraxia intelectual.
El escepticismo es una condición psicológica, valorativa del conocimiento, caracterizada por la sospecha generalizada, el desconcierto ante los procesos y los eventos y la actitud hipercrítica. Etimológicamente, escéptico viene del griego skepticós y alude a quien observa los hechos, sin mayor involucramiento. El escepticismo se presenta tanto en personas como en conglomerados, especialmente en éstos cuando los procesos sociales e históricos crean condiciones suficientes para dudar, como también para desconfiar de manera reiterativa tanto de personas como de  ideas,  instituciones y  acontecimientos. Corresponde a la motivación de quien se ubica con respecto al conocimiento a partir de la premisa de que esconde algo distinto al conocimiento que se expresa. Lo escondido puede ser ideología, emociones, voliciones, intenciones, en fin, cualquier propósito distinto al de conocer.
[sigue]

Basado en artículo publicado en Revista Magisterio internacional, de Bogotá. Con base en conferencias sobre gnoseología, en los programas para la formación de investigadores, Universidad del Zulia, Universidad de Los Andes y Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Venezuela.

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