Marcos Fidel Barrera Morales
Conferencia. Posdoctorado de Filosofía indoamericana. Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos, Unerg. San Juan de Los Morros. Guárico, Venezuela. 9 de abril 2014. |
Introducción
Los propósitos de
hacer filosofía desde la interioridad cultural y antropológica constituyen una
exigencia relacionada con la búsqueda y, por supuesto, el encuentro de patrones
de referencia que desde la originalidad propugnen el reconocimiento de las
maneras de ser y, en consecuencia, de pensar. Esta tarea, desde tiempos
pretéritos ha motivado el quehacer intelectual, así como también inspirado
movimientos sociales y políticos de diversa factura. De igual manera ha acontecido
en el campo de la literatura, pues ese interés de autenticidad ha inspirado
tendencias de importancia, muchas de ellas de impacto mundial. En materia del
pensamiento, el tema de la singularidad filosófica sigue vigente. Todavía más, en
una época como la actual y en una coyuntura como la presente, que de cara al
futuro plantean esta urgencia, casi como imperativo, en el marco de la
globalidad de los acontecimientos y en pleno advenimiento de la primera
civilización planetaria. ¿Es posible,
entonces, el pensar propio? ¿Es posible la filosofía continental americana?
¿Cuáles criterios han de tenerse en cuenta, en aras del propósito de afinar la
propia originalidad?
The purposes of doing philosophy from inner cultural and anthropologic
being make a need related to the search and, of course, the encounter of
reference patterns that from originality support the reconnaissance of
the ways of being and, consecuently, the ways of thinking.
This tank, since long time ago, has been the motivation for the
intelectual work, and so, inspired numerous social and politic occurences. Same
has occured in the field of literature, since that interest for autenticity has
inspired important tendencies, many of them had more than little impact on the
world. When it comes to thought, the subject of philosophic singularity is
still current. Even more in a time as this and in circumstances as present
ones, which facing the future, propose this urgency almost as imperative, and
submerged in the coming of a first planetary civilization. Is it possible,
then, the own thinking? Is it possible the existance of an american continental
philosophy? Which criteria one must look into as to sharpen our own
originality?
(Lea el artículo completo más adelante)
Filosofía
indoamericana: Filosofía endoamericana
Marcos Fidel Barrera Morales
¿Se puede hablar de
filosofía indoamericana? Responder esta pregunta significa, en su intento de
respuesta, fijar posición con respecto a la tesis que sostiene la existencia de
algo denominado indoamérica. A su vez, precisar aspectos imprescindibles, tales
como, uno, la determinación de la espacialidad geográfica que corresponde; dos,
la identificación de una suerte de constructo intelectual que permita precisar
los rasgos distintivos en grado de identidad; y tres, la identificación de expresiones
sociológicas y políticas, de tal magnitud, que propicien elementos de
significación para el desarrollo de imaginarios, de idearios y de desarrollos
teóricos de importancia.
La tesis de entrada, en
palabras de Arturo Ojeda, es que indoamérica, más que vocablo, “es antes que nada un concepto, una bandera,
una finalidad y un objetivo” (Arturo Ojeda, 2007:4). En este propósito de
afinar lo propio de la indoamericanidad, el mismo autor insiste en que el
vocablo “Corresponde el primer lugar a lo Indo porque representa a lo nativo, a
lo aborigen, al propietario histórico de esta tierra. El segundo espacio es lo
Americano, representando al Occidente que nos incorporó a un proceso mundial, trayéndonos también sus costumbres y
conocimientos tecnológicos” (op. cit.). Sin
embargo, este asunto de la indoamericanidad presenta variadas circunstancias
que se deben analizar, especialmente por el arrastre histórico de equívocos,
así como también por las exigencias en torno al imperativo de definir las
categorías del pensamiento, determinadas por la necesaria originalidad. Toca,
entonces, efectuar precisiones en torno a lo denominado indoamericanismo -expresión
que advierte que puede existir pensamiento propio de la inmensa región
americana-, pues esa expresión contiene un riesgo semántico severo que amerita
una primera reflexión. Claro está, este esfuerzo en pro de precisar las
categorías iniciales del pensamiento indoamericano en ningún momento demerita el
esfuerzo intelectual de quienes durante años han propugnado la importancia de
lo propio y han indagado sobre la esencialidad americana, sea desde
perspectivas políticas, como Víctor Raúl Haya de la Torre, o ideológicas,
como José Carlos Mariátegui, o según las tesis
católicas de Carlos Corsi, o según la filosofía, a través de los aportes de
Enrique Dussel y Gustavo Gutiérrez, o según la perspectiva de la educación, con
Paulo Freire, primero en fila. No. Se trata más bien, de reivindicar las
posturas en torno a la necesaria convergencia de sentires, reflexiones y
perspectivas, en torno al propósito siempre genuino de descubrir la
originalidad, sea en arte, ciencia, técnica, filosofía, psicología, de un
inmenso continente, ahora visto como una enteridad: desde Alaska hasta
Patagonia. América.
La indoneidad
La expresión indo corresponde a una forma adjetivada referida al indus,
indio, asociado al habitante de colectividades originarias, sí, pero con un
origen de controversiales implicaciones. Esa denominación, como bien se sabe, se
debe a una presunción que tuvieron los europeos, particularmente españoles,
portugueses e italianos, en el S. XV, cuando en su afán por encontrar otro
camino a las indias -pues los árabes dominaban las vías tradicionales, como
eran buena parte de la ruta de la seda y el tránsito por el mar Mediterráneo-,
se toparon con un continente nuevo, en todo. Los peninsulares celebraron tal
encuentro, creyendo que estaban en la India, por lo que indios denominaron a los
nativos de este territorio sorprendente. Así se quedó tal denominación, pese al
intento posterior de historiadores, geógrafos y políticos de corregirlo. Sin
embargo, el propósito revisionista sigue vigente, pues forma parte de la
determinación de originalidad del pensamiento continental americano el precisar
también las formas propias de identificación, siendo una de ellas, entonces, la
que ocupa esta reflexión.
No resulta del todo
correcto llamar indios a los nativos
del continente americano, desde Alaska y Canadá, hasta el sur de Argentina y
Chile incluyendo, claro está, las Antillas, el centro y sur del territorio. Más
bien, la semántica que se busca tiene que estar separada de las imprecisiones y
de los errores, en medio de la comprensión del objetivo del propósito intelectual, como es el de determinar categorías
semánticas que permitan encontrar las denominaciones acordes, necesarias para
la identificación de originalidad en el contexto etnográfico americano.
Estas precisiones son de orden topológico, antropológico, filosófico, histórico
y cultural, entre otros.
Los ríos sagrados de India
El río Indus tiene una historia especial. Está
ubicado en una región de Asia meridional, asiento de culturas antiquísimas, de
tal magnitud, que justamente desde tiempos inmemoriales sirvieron de referencia
para el estudio de diversos pueblos, de variadas latitudes. Nace este río en territorio
del Tíbet -luego de su ocupación, considerado territorio chino-, en las alturas
impresionantes de los montes Himalaya. Transcurre por Pakistán, acompaña la
región de Cachemira, en la India, desemboca en aguas del luego llamado Mar de
Arabia… Pero, ¿por qué importa tanto este río? Pues, como se advirtió,
corresponde a un caudal de importancia cultural, geográfica y religiosa, que
conecta justamente con una región que sirvió por siglos de cuna de la civilización,
asiento de la religiosidad, del misticismo y de tendencias filosóficas, en
tiempos anteriores a los griegos, y en épocas donde los hechos se explicaron en
lenguas tan lejanas, como el sánscrito y el hindi. A su vez, en esa vasta
región se ubican raíces de los pueblos arios, de tanta importancia en Europa,
en tiempos posteriores …
La mitología griega,
así como las confesiones judeocristianas, deben mucho a las nociones culturales
desarrolladas en la región del Tíbet, relacionadas con conceptos, preceptos y
conocimientos inspirados por las alturas geográficas de esa región del planeta,
los cuales potenciaron el desarrollo del ascetismo, la contemplación y otras
formas que permitieron desarrollar metáforas físicas, religiosas, filosóficas y
afectivas inspiradas en el ascenso (a los cielos), a esa experiencia por lo
demás geográfica de recorrido hacia la altitud, como exigencia personal,
existencial y ética de superación humana. Altitud que acerca al humano con el
sentido de lo trascendente, con el más allá y con todo lo que representa la
comprensión de la totalidad, como constituye lo teológico. Esa reminiscencia de
las alturas como el hábitat divino lo coronarían los griegos con la
determinación del Olimpo –tierras altas-, como el lugar donde los dioses, muy
posiblemente 12, vivían, y a quienes los humanos remitían sus miradas y sus
ansias cotidianas: Zeus, Hera, Poseidón, Hades, Deméter, Ares, Hermes, Hefesto,
Afrodita, Atenea, Apolo, Artemisa.
Es oportuno recordar que el río Indo constituye uno
de los siete ríos sagrados de esa región geográfica del noroccidente del
subcontinente indio (Iamuna, Ganges, Godavari, Narmadá, Kaveri,
Indo, Sárasuati), en la tradición Veda, lo que
explica el por qué este número, el siete, ha estado históricamente asociado con
la divinidad, siendo su consideración motivo de contenido especial. De tanta
importancia era y es el Indo, que dio origen a la denominación de toda la
región geográfica que fuera conocida como India.
Las aguas del indo, provenientes de lugares lejanos, ignotos, sagrados, de las
tierras altas, lugar tradicionalmente asociado con el hábitat de los dioses, y
de quienes se reconocía provenía lo que en consecuencia se desarrolla a la
rivera de los ríos: vegetación, fauna, alimento, provisiones, paisaje,
esteticidad… vida (consultar Flood,
Gavin, El hinduismo. 2003. Madrid: Akal Cambridge. Y http://es.wikipedia.org/wiki/Rig_Veda).
Esa cultura de culturas,
pues esta inmensa región subcontinental bañada por el indo está conformada por
pléyade de colectividades, fue epicentro de desarrollos de todo tipo, y fue referente
obligado en las etapas antiguas de la humanidad que reconocían en sus
productos, desarrollos y aportes, una fuente para la espiritualidad mundial,
para la mitología de la época y para el desarrollo de corrientes que inspiradas
en la ascesis, la renuncia, el misticismo y la exigencia ética conformaron panoramas
de mucha significación. Amén de los productos cárnicos, de los tejidos, del
arte, la filosofía y la espiritualidad, evidencia del gran aporte de esa región
a la historia mundial: a la conformación del comercio del intangible cultural.
Europa
Obviamente, para cuando
ocurren los descubrimientos geográficos de occidente, los tiempos han cambiado
sustancialmente, pues ya no es la cultura persa, ni la árabe, la que impera en
Europa, sino la latina, la cual
representa una herencia de siglos de antecedente griego, puesta en entredicho en ese entonces por la islámica. Esa
confrontación entre el islam y el latinismo, representado después de Roma por
las fracciones europeas en las cuales España e Inglaterra se repartían
importante influencia, seguido de portugueses y holandeses, propició que se
buscasen nuevos caminos para llegar a la India, bordeando por supuesto África –bajo
influencia de Portugal-, pero aventurándose los viajeros de otras
nacionalidades hacia las nuevas latitudes sustentadas en las concepciones que
advertían la redondez de la tierra, lo que produjo que por circunstancia de la navegación,
de los vientos, de las corrientes, las mareas y los estudios geográficos y astronómicos
produjeran en una travesía a punto de desespero, el tropiezo con un continente,
que como se dijo y se sabe, fue llamado India,
e indios sus ocupantes. Esta percepción e igual denominación
perduraron por tiempo indefinido, hasta las comprobaciones que posteriormente tuvieron
lugar, que confirmaron lo que ya se sabía: el continente descubierto para los
europeos era nuevo, inédito para Europa, de gente distinta, culturas distintas,
en estado civilizatorio distinto, el cual, desgraciadamente, fue víctima de la
intolerancia, de la arrogancia y la prepotencia europea debido a los apetitos eminentemente
económicos e imperiales. Ese continente mágico, exuberante, rico, riquísimo
–desde la codicia europea-, es llamado América,
en reconocimiento al navegante italiano Américo Vespucio, quien a diferencia de
Colón -que si bien tuvo el mérito de fungir para los europeos como descubridor,
no lo tuvo para obtener el nombre de lo descubierto-, tuvo tal distinción por
haber advertido en su tiempo que no eran las indias, el territorio recién
aparecido, sino un continente nuevo. A esta América, tierra de sorpresas,
culturas, variedades, asombros, España la identificó como Reinos Castellanos de
Indias, y los ingleses las denominaron Indias Occidentales…
La endoneidad
Por ser la denominación en cuestión –indio, india-,
de impronta imperialista y por corresponder a un error geográfico que históricamente
se ha arrastrado, es oportuno advertir sobre la necesidad de identificar otras
expresiones que cumplan el propósito de advertir la originalidad americana,
tanto de culturas originarias como de formas expresivas antropológicas asociadas
con la historicidad del continente. Claro está, sin que ese intento signifique
demeritar la cultura india, la auténtica y originaria de esa vasta e
impresionante región de Asia, asiento de culturas milenarias, de tradición y de
innumerables aportes a la humanidad.
Si bien no es propósito de este escrito el proponer
maneras particulares taxativas de rasgo filosófico, sí lo es propiciar la
reflexión sobre las maneras iniciales de referencia contextual, correspondiendo,
entonces, advertir sobre la probabilidad de ciertas expresiones llamadas a
cumplir con tal propósito -como nativo, aborigen, étnico y originario-, las
cuales unidas a la intención filosófica de implicación americana, pudieran dar
origen –en sustitución de indoamericano- a expresiones como nativoamericano y endoamericano. Esta reflexión conlleva, entonces, la necesaria búsqueda
de la semántica que demarque cierto reconocimiento de originalidad, en este
caso filosófica, en expresiones como pensamiento originario, cosmovisión
originaria, cosmovisión nativa de América, filosofía y epistemología nativoamericana…
¡filosofía y epistemología endoamericana!
Lo americano, como
expresión que agrupa la extensa territorialidad continental e insular que comprende Alaska, Groenlandia, la América
toda, incluyendo las Antillas, el Caribe, norte, centro y sur continental y los
casquetes polares correspondientes. En consecuencia, lo americano, acompañado
del prefijo endo, de origen griego,
que indica adentro, lo propio, lo suyo, de otra manera lo original. Lo endoamericano,
como reconocimiento al esfuerzo que tiene como fin precisar que si bien existe
una filosofía americana, en sentido general, la hay porque dentro del
continente, en el seno de las culturas, grupos y expresiones sociológicas está
presente la reflexión propia de las colectividades vernáculas, a las cuales hay
que identificar, estudiar y abstraer con propósitos de aprendizaje, lo que amerita
dedicación, esfuerzo, propósito y credo. Porque si de algo hay seguridad, es
que la historia y el conocimiento de los aportes esenciales de las culturas,
pueblos y desarrollos humanos repartidos a lo largo y ancho de América, aún
está por escribirse, como filosofía, debido a que ha habido más prejuicio que
otra cosa y en muchos casos la actitud hermenéutica es la que ha impedido que
exista realmente un reconocimiento formal a los saberes que cada experiencia
provee. Y esto, claro está, corresponde en primer lugar a sus propios
protagonistas, a los hacedores de esas maneras de ser y de hacer, que con al
transcurrir del tiempo se han expresado como cultura.
Corresponde, entonces, la
filosofía endoamericana, al esfuerzo, intención, producción y desarrollo de
maneras de ser, de comprender y de proponer, inspiradas en saberes, quereres e
iniciativas enraizados en la condición originaria, así como también devenidas
de la tradición, la cultura y el advenimiento de nuevas formas sociales y
culturales. Es una complejidad que vista desde las ideas, los valores y el
quehacer científico, tecnológico, artístico cultural e intelectual, precisa
maneras propias de identidad pretérita, presente y futura, en una también vasta
región denominada América.
Claves
para el desarrollo de la filosofía endoamericana
El desarrollo de una filosofía endoamericana, que no
dependa necesariamente de ramas intelectuales europeizantes, así como tampoco
de tendencias masivas ni consumistas, de más reciente data, sino que derive de
lo vernáculo, lo ancestral y lo protagónico, como cultura, exige la precisión
de algunas claves que, si bien corresponden a la batería de insumos de la
cultura occidental, propician el acercamiento intelectual en aras de las configuraciones
que se desean. Inicialmente, estas
claves son tanto filosóficas, como
metodológicas. Claro está, es una especial pretensión esta, la de efectuar
un ejercicio de acercamiento intelectual fuera de las categorías del patrón
cultural llamado Occidente, pues es a través suyo como corresponde identificar,
precisar, abstraer. Pero el propósito que se consigna aquí, es el de instar a dejar
a un lado la actitud prejuiciosa; también, deslastrar la mentalidad positivista
que ve en todo intento de acercamiento real la oportunidad de verificar las
hipótesis previas. El esfuerzo anterior, ocurre a fin de propiciar que se
devele el intangible cultural y filosófico, develamiento que determina el valor
de las experiencias y la idoneidad de los propósitos de acercamiento. Esto
obliga a precisar dos tendencias marcadas en la tarea de revelar el sentido
propio de las formas de pensar vernáculas: una tendencia caológica y otra cosmológica.
La primera, se caracteriza por el acercamiento ingenuo, por la apertura y la
disponibilidad para el asombro, a la manera de la pregunta quineana: ¿Qué hay?
(Quine. Desde el punto de vista lógico.
Orbis). Esta pregunta conlleva dos marcadas opciones: una, la ontológica, que a
partir de las categorías aristotélicas permita determinar lo que hay, en
términos de lo que hay, sus razones, motivaciones y justificaciones, su
devenir, características, aportes, desarrollos… Esta línea de acción implica un
ejercicio basado en la observación, las descripciones y las propuestas de
in-formación que corresponden, como expresión conceptual del realismo
epistemológico. Esta línea que se desarrolla entre lo observable y lo propiamente
experiencial, implica precisión tanto de las categorías propias del empirismo,
inclusive en la tradición lockeana, como la determinación ontologista primerísima
de corte aristotélico. La otra tendencia, ocurre en la línea del esencialismo
husserliano, pues la condición fenomenológica implica el acercamiento hacia las
experiencias y condiciones de orden fáctico, pero con la necesaria condición
previa, como lo es la epojé, a fin de,
liberados de las precogniciones, de los prejuicios y del riesgo psicológico, develar
el misterio que acompaña todo hecho. En palabras de Husserl, “La cuestión de la
existencia y naturaleza del ‘mundo exterior’ es una cuestión metafísica” (228).
Se trata, entonces, de descubrir esa metafísica que para este filósofo es lo
esencial, lo que implica también precisar el lenguaje esencialista que toda
situación provee, como emanación del sentido profundo de la cosa en sí.
Si, por el contrario, se trata de una orientación
netamente cosmológica -precisando esta como ordenada, orientada con
anticipación, a partir de categorías y conformaciones establecidas a priori, entonces, variadas opciones se
asoman. Entre tantas, el camino de precisar, en el acercamiento abstractivo al
hecho en sí, las categorías semánticas que permiten categorizar el
pensamiento filosófico, en una actividad
intelectual de mucho tacto y cuidado, pues se trataría, entonces, de
determinar, con respecto a la cultura hacia la cual se orienta el propósito
intelectual, abstractivo, cuáles aspectos identifican lo que es, en términos de
lo que es, en las categorías siguientes: filosofía, gnoseología, epistemología,
ciencia, metotactécnicas y ontología (Barrera, 2013). Se trata, entonces, de
precisar lo eminentemente filosófico de la cultura en estudio, lo particularmente
gnoseológico, en cuanto al conocimiento, en términos de lo que conoce y cómo se
conoce. Lo epistemológico, en aras de identificar el acervo según el
desarrollo, tradición, experiencia y saberes, a la manera de los modelos de
representación que puedan estar presentes en toda experiencia. Además, lo científico,
de manera que se precisen las maneras de conocer en términos de ciencia,
disciplinas y desarrollos, lo que necesariamente lleva a develar, como
complemento necesario, métodos, técnicas, tácticas y estrategias. Y como rasgo
profundamente intangible, la determinación de los aspectos ontológicos que
resuelven en sentido lato la naturaleza del conocimiento implícito en cada
propuesta cultural.
Otra opción corresponde a la identificación de la
cosmovisión (Comunicación y antropología.
Barrera, 2010), pues este recurso intelectual permite acceder de manera
precisa al reconocimiento de los aspectos que identifican, determinan y proveen
identidad a las experiencias. Estas precisiones, en línea gruesa, convergen a
criterios, tales como lo humano (antropología), lo trascendente, el más allá y
lo supra (teología), la identidad grupal, gregaria y organizacional (sociología),
la ubicación y la organización con el entorno y el contorno (mundo, relaciones,
economía), y el devenir (historia).
Claves metodológicas:
Las claves
metodológicas están determinadas por las maneras mediante las cuales se accede
a los propósitos anteriormente expuestos, las cuales pueden desarrollarse según
–entre otras- cuatro opciones bien definidas y suficientemente argumentadas:
Investigación.
Sistematización.
Semasiología.
Producción.
Como se sabe, la investigación corresponde a los procesos rigurosos, mediante los
cuales se persigue una intencionalidad científica, según el interés de quien
lidere tal propósito y con base en un proceso metodológico desarrollado según
dicha intencionalidad. Esa iniciativa tendiente a obtener conocimiento está
inspirada en el objetivo que se tenga, el cual permite precisar la modalidad de
la investigación y, en consecuencia, la identificación del método a seguir. Por
eso, en la conceptualización actualizada, no se reduce el método científico a
uno sólo, pues no se trata de la subordinación de la investigación a un
determinado procedimiento, como ocurría en la perspectiva hegemónica, monista y
reduccionista de la investigación, sino en descubrir que el método se subordina
a la investigación y esta se configura de acuerdo a la intencionalidad del
científico y a la orientación general de la investigación. Este importante giro
hermenéutico permite descubrir más de diez tipos de investigación, en reconocimiento
tanto de los más tradicionales y experimentados, como de los más actuales y en
proceso de reconocimiento, así como también múltiples diseños metodológicos, variadas
técnicas. Abordajes... De ahí que se planteen investigaciones exploratorias, descriptivas,
analíticas, comparativas, explicativas, predictivas, proyectivas, interactivas,
confirmatorias y evaluativas, según las propuestas sintagmática de la investigación
(Hurtado, 2010).
En términos de la sistematización, el método a seguir es muy particular y apunta al
reconocimiento de las experiencias, de los saberes y los aspectos que
identifican culturalmente un contexto sociológico. Para ello, la sistematización
se aboca a la tarea de describir la experiencias, precisarlas en profundidad e
intensidad y, en su fase más avanzada, a propiciar que se manifieste el
contenido teorético (Barrera, 2010), intangible, trascendente que habita en las
experiencias, a fin de descubrir tanto la teoría como los asomos metafísicos
que dan cuenta de todo y explican en buena medida lo que las observaciones
registran, así como también lo que la condición empírica es incapaz de
percibir.
La semasiología
constituye un recurso técnico mediante el cual los términos fundamentales en un
contexto argumentativo cualquiera, son sometidos a un ejercicio de explicitación
que tiene un criterio explicativo implícito. Este procedimiento se emplea a fin
de, primero, actualizar tanto el sentido como la significación, y segundo,
propiciar nuevas comprensiones (Barrera, blogspot. Filosofía de la ciencia). A
estos presupuestos, se añade también la práctica semasiológica, la cual pasa
por un acercamiento didáctico y experiencial de la actividad hermenéutica,
conjuntamente con los protagonistas, lo que implica un acercamiento intelectual
que arranca de la dinámica conceptual, de la semántica y las categorías del
contexto, a fin de develar en ese esfuerzo conjunto las claves del intangible
cultural afectado por el propósito de conocer.
Y en lo atinente a la producción, el estímulo, la motivación y la pro-acción a favor de
las iniciativas, la creatividad y la gestación de efectos que den cuenta de los
aspectos que inquietan, identifican y expresan un contexto, una experiencia
real y una grupalidad sociológica autóctona, con una característica singular:
se trata de experiencias identificadas por la presencialidad, por el presente,
pues la dinámica sociológica advierte que todo el tiempo y en todas las épocas se
están gestando nuevas expresiones sociológica de singularidad e importancia.
Como ejemplo, las denominadas tribus urbanas, los grupos de migrantes, los
sectores que se aglutinan socialmente debido a variadas situaciones, algunas de
fuerza mayor y otras producto de los intereses, las inquietudes y las
circunstancias.
Más
opciones
Otra actividad importante, en aras de precisar
en el presente, de manera sincrónica, el reconocimiento de una vertiente
filosófica endoamericana, estriba en realizar variadas tareas que reconozcan el
pensamiento, en contextos, comunidades, experiencias y liderazgos. Esta
actividad es importante, especialmente porque la condición filosófica no se
remite al pretérito, exclusivamente, sino que también constituye en la
actividad de reconocimiento conceptual del presente. Esta finalidad, la de
determinar las formas conceptuales, ideales, abstractivas y filosóficas se
realiza a través de variadas actividades en las cuales se acuden a sinnúmero de
técnicas y a la aplicación de diversos instrumentos. Se conjugan, entonces, la
observación, el registro, la interpretación, el sondeo, la entrevista, el
cuestionario, lista de cotejo, entre otros recursos. Con la documentación
obtenida, corresponde al procesamiento de la información precisar aspectos de
importancia que responden a inquietudes como las siguientes: ¿Cuáles ideas
predominan en el contexto grupal? ¿Cuáles son las nociones sobre aspectos
determinantes del quehacer humano y social, como lo son la mujer, el hombre, la
familia, el trabajo, la sociedad? Aún más, ¿cuáles son esos aspectos
considerados determinantes? ¿Cuáles aspectos de rasgo filosófico son
distintivos de un contexto societario cualquiera? ¿Cuál es la manera de
comprender tanto la ética, como la estética? Entre muchos más.
Claro está, en medio de todo este esfuerzo,
otros aspectos gravitan, como son doxa, episteme y poiesis.
En la primera, la opinión es importante, aunque el riesgo de hacer que dependa
el desarrollo argumental de cualquier índole, de las opiniones, es mayúsculo,
pues junto a la opinión se conjugan imaginación, presunciones, abducciones,
juicios, prejuicios… En la segunda, la actividad epistémica, si bien tiene un
soporte positivista, el mismo propicia categorizaciones, afirmaciones,
develaciones, determinaciones. El riesgo mayor lo marca el desarrollo de la
ciencia, sobre la cual la episteme se sustenta, en buena forma. Y la tercera,
la poiética, aspecto este de mucha exigencia intelectual, expresión de profunda
libertad y propósito de originalidad, que implica conocimiento, reflexión,
estudio, autonomía del pensamiento…
Referencias
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Lógica. Barcelona: Orbis.
Barrera,
Marcos Fidel:
2000.
Comunicación y antropología. Caracas:
Quirón.
2010.
Sistematización de experiencias y
generación de teorías. Caracas: Quirón.
Gavin, Gavin. 2003. El hinduismo. 2003. Madrid: Akal
Cambridge.
Hurtado
de Barrera, Jacqueline. 2012. Metodología de la investigación.
Bogotá: Quirón.
Nicol, Eduardo. 2011. Los principios de la ciencia. México: Fondo de Cultura Económica.
Quine.
1987. Desde el punto de vista lógico.
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Electrónicas
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Marzo de 2014.
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Arturo. 2007. Indoamericanismo: Relanzando
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Herceg, José. De la Filosofía
latinoamericana a la africana: Pistas para un diálogo filosófico intercultural.
Estudios Avanzados 13: 131-149
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Dr Marcos Fidel, excelente articulo, segura de seguir enriqueciendo con sus aportes. FELICITACIONES.
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