miércoles, abril 09, 2014

Filosofía endoamericana

Marcos Fidel Barrera Morales

Conferencia. Posdoctorado de Filosofía 
indoamericana. Universidad Nacional 
Experimental Rómulo Gallegos, Unerg.
San Juan de Los Morros. Guárico, 

Venezuela. 9 de abril 2014.
Introducción
Los propósitos de hacer filosofía desde la interioridad cultural y antropológica constituyen una exigencia relacionada con la búsqueda y, por supuesto, el encuentro de patrones de referencia que desde la originalidad propugnen el reconocimiento de las maneras de ser y, en consecuencia, de pensar. Esta tarea, desde tiempos pretéritos ha motivado el quehacer intelectual, así como también inspirado movimientos sociales y políticos de diversa factura. De igual manera ha acontecido en el campo de la literatura, pues ese interés de autenticidad ha inspirado tendencias de importancia, muchas de ellas de impacto mundial. En materia del pensamiento, el tema de la singularidad filosófica sigue vigente. Todavía más, en una época como la actual y en una coyuntura como la presente, que de cara al futuro plantean esta urgencia, casi como imperativo, en el marco de la globalidad de los acontecimientos y en pleno advenimiento de la primera civilización planetaria.  ¿Es posible, entonces, el pensar propio? ¿Es posible la filosofía continental americana? ¿Cuáles criterios han de tenerse en cuenta, en aras del propósito de afinar la propia originalidad? 

The purposes of doing philosophy from inner cultural and anthropologic  being make a need related to the search and, of course, the encounter of reference patterns that from originality support the reconnaissance of  the ways of being and, consecuently, the ways of thinking.
This tank, since long time ago, has been the motivation for the intelectual work, and so, inspired numerous social and politic occurences. Same has occured in the field of literature, since that interest for autenticity has inspired important tendencies, many of them had more than little impact on the world. When it comes to thought, the subject of philosophic singularity is still current. Even more in a time as this and in circumstances as present ones, which facing the future, propose this urgency almost as imperative, and submerged in the coming of a first planetary civilization. Is it possible, then, the own thinking? Is it possible the existance of an american continental philosophy? Which criteria one must look into as to sharpen our own originality?
(Lea el artículo completo más adelante)


Filosofía indoamericana: Filosofía endoamericana

Marcos Fidel Barrera Morales

¿Se puede hablar de filosofía indoamericana? Responder esta pregunta significa, en su intento de respuesta, fijar posición con respecto a la tesis que sostiene la existencia de algo denominado indoamérica. A su vez, precisar aspectos imprescindibles, tales como, uno, la determinación de la espacialidad geográfica que corresponde; dos, la identificación de una suerte de constructo intelectual que permita precisar los rasgos distintivos en grado de identidad; y tres, la identificación de expresiones sociológicas y políticas, de tal magnitud, que propicien elementos de significación para el desarrollo de imaginarios, de idearios y de desarrollos teóricos de importancia.

La tesis de entrada, en palabras de Arturo Ojeda, es que indoamérica, más que vocablo,  “es antes que nada un concepto, una bandera, una finalidad y un objetivo” (Arturo Ojeda, 2007:4). En este propósito de afinar lo propio de la indoamericanidad, el mismo autor insiste en que el vocablo “Corresponde el primer lugar a lo Indo porque representa a lo nativo, a lo aborigen, al propietario histórico de esta tierra. El segundo espacio es lo Americano, representando al Occidente que nos incorporó a un proceso mundial, trayéndonos también sus costumbres y conocimientos tecnológicos” (op. cit.). Sin embargo, este asunto de la indoamericanidad presenta variadas circunstancias que se deben analizar, especialmente por el arrastre histórico de equívocos, así como también por las exigencias en torno al imperativo de definir las categorías del pensamiento, determinadas por la necesaria originalidad. Toca, entonces, efectuar precisiones en torno a lo denominado indoamericanismo -expresión que advierte que puede existir pensamiento propio de la inmensa región americana-, pues esa expresión contiene un riesgo semántico severo que amerita una primera reflexión. Claro está, este esfuerzo en pro de precisar las categorías iniciales del pensamiento indoamericano en ningún momento demerita el esfuerzo intelectual de quienes durante años han propugnado la importancia de lo propio y han indagado sobre la esencialidad americana, sea desde perspectivas políticas, como Víctor Raúl Haya de la Torre, o ideológicas, como José Carlos Mariátegui, o según las tesis católicas de Carlos Corsi, o según la filosofía, a través de los aportes de Enrique Dussel y Gustavo Gutiérrez, o según la perspectiva de la educación, con Paulo Freire, primero en fila. No. Se trata más bien, de reivindicar las posturas en torno a la necesaria convergencia de sentires, reflexiones y perspectivas, en torno al propósito siempre genuino de descubrir la originalidad, sea en arte, ciencia, técnica, filosofía, psicología, de un inmenso continente, ahora visto como una enteridad: desde Alaska hasta Patagonia. América.

La indoneidad
 La expresión indo corresponde a una forma adjetivada referida al indus, indio, asociado al habitante de colectividades originarias, sí, pero con un origen de controversiales implicaciones. Esa denominación, como bien se sabe, se debe a una presunción que tuvieron los europeos, particularmente españoles, portugueses e italianos, en el S. XV, cuando en su afán por encontrar otro camino a las indias -pues los árabes dominaban las vías tradicionales, como eran buena parte de la ruta de la seda y el tránsito por el mar Mediterráneo-, se toparon con un continente nuevo, en todo. Los peninsulares celebraron tal encuentro, creyendo que estaban en la India, por lo que indios denominaron a los nativos de este territorio sorprendente. Así se quedó tal denominación, pese al intento posterior de historiadores, geógrafos y políticos de corregirlo. Sin embargo, el propósito revisionista sigue vigente, pues forma parte de la determinación de originalidad del pensamiento continental americano el precisar también las formas propias de identificación, siendo una de ellas, entonces, la que ocupa esta reflexión.

No resulta del todo correcto llamar indios a los nativos del continente americano, desde Alaska y Canadá, hasta el sur de Argentina y Chile incluyendo, claro está, las Antillas, el centro y sur del territorio. Más bien, la semántica que se busca tiene que estar separada de las imprecisiones y de los errores, en medio de la comprensión del objetivo del propósito intelectual, como es el de determinar categorías semánticas que permitan encontrar las denominaciones acordes, necesarias para la identificación de originalidad en el contexto etnográfico americano. Estas precisiones son de orden topológico, antropológico, filosófico, histórico y cultural, entre otros.

Los ríos sagrados de India
El río Indus tiene una historia especial. Está ubicado en una región de Asia meridional, asiento de culturas antiquísimas, de tal magnitud, que justamente desde tiempos inmemoriales sirvieron de referencia para el estudio de diversos pueblos, de variadas latitudes. Nace este río en territorio del Tíbet -luego de su ocupación, considerado territorio chino-, en las alturas impresionantes de los montes Himalaya. Transcurre por Pakistán, acompaña la región de Cachemira, en la India, desemboca en aguas del luego llamado Mar de Arabia… Pero, ¿por qué importa tanto este río? Pues, como se advirtió, corresponde a un caudal de importancia cultural, geográfica y religiosa, que conecta justamente con una región que sirvió por siglos de cuna de la civilización, asiento de la religiosidad, del misticismo y de tendencias filosóficas, en tiempos anteriores a los griegos, y en épocas donde los hechos se explicaron en lenguas tan lejanas, como el sánscrito y el hindi. A su vez, en esa vasta región se ubican raíces de los pueblos arios, de tanta importancia en Europa, en tiempos posteriores

La mitología griega, así como las confesiones judeocristianas, deben mucho a las nociones culturales desarrolladas en la región del Tíbet, relacionadas con conceptos, preceptos y conocimientos inspirados por las alturas geográficas de esa región del planeta, los cuales potenciaron el desarrollo del ascetismo, la contemplación y otras formas que permitieron desarrollar metáforas físicas, religiosas, filosóficas y afectivas inspiradas en el ascenso (a los cielos), a esa experiencia por lo demás geográfica de recorrido hacia la altitud, como exigencia personal, existencial y ética de superación humana. Altitud que acerca al humano con el sentido de lo trascendente, con el más allá y con todo lo que representa la comprensión de la totalidad, como constituye lo teológico. Esa reminiscencia de las alturas como el hábitat divino lo coronarían los griegos con la determinación del Olimpo –tierras altas-, como el lugar donde los dioses, muy posiblemente 12, vivían, y a quienes los humanos remitían sus miradas y sus ansias cotidianas: Zeus, Hera, Poseidón, Hades, Deméter, Ares, Hermes, Hefesto, Afrodita, Atenea, Apolo, Artemisa.

Es oportuno recordar que el río Indo constituye uno de los siete ríos sagrados de esa región geográfica del noroccidente del subcontinente indio (Iamuna, Ganges, Godavari,  Narmadá, Kaveri, Indo, Sárasuati), en la tradición Veda, lo que explica el por qué este número, el siete, ha estado históricamente asociado con la divinidad, siendo su consideración motivo de contenido especial. De tanta importancia era y es el Indo, que dio origen a la denominación de toda la región geográfica que fuera conocida como India. Las aguas del indo, provenientes de lugares lejanos, ignotos, sagrados, de las tierras altas, lugar tradicionalmente asociado con el hábitat de los dioses, y de quienes se reconocía provenía lo que en consecuencia se desarrolla a la rivera de los ríos: vegetación, fauna, alimento, provisiones, paisaje, esteticidad… vida (consultar Flood, GavinEl hinduismo. 2003. Madrid: Akal Cambridge. Y http://es.wikipedia.org/wiki/Rig_Veda).
Esa cultura de culturas, pues esta inmensa región subcontinental bañada por el indo está conformada por pléyade de colectividades, fue epicentro de desarrollos de todo tipo, y fue referente obligado en las etapas antiguas de la humanidad que reconocían en sus productos, desarrollos y aportes, una fuente para la espiritualidad mundial, para la mitología de la época y para el desarrollo de corrientes que inspiradas en la ascesis, la renuncia, el misticismo y la exigencia ética conformaron panoramas de mucha significación. Amén de los productos cárnicos, de los tejidos, del arte, la filosofía y la espiritualidad, evidencia del gran aporte de esa región a la historia mundial: a la conformación del comercio del intangible cultural.

Europa
Obviamente, para cuando ocurren los descubrimientos geográficos de occidente, los tiempos han cambiado sustancialmente, pues ya no es la cultura persa, ni la árabe, la que impera en Europa, sino la latina, la cual representa una herencia de siglos de antecedente griego, puesta en entredicho en ese entonces por la islámica. Esa confrontación entre el islam y el latinismo, representado después de Roma por las fracciones europeas en las cuales España e Inglaterra se repartían importante influencia, seguido de portugueses y holandeses, propició que se buscasen nuevos caminos para llegar a la India, bordeando por supuesto África –bajo influencia de Portugal-, pero aventurándose los viajeros de otras nacionalidades hacia las nuevas latitudes sustentadas en las concepciones que advertían la redondez de la tierra, lo que produjo que por circunstancia de la navegación, de los vientos, de las corrientes, las mareas y los estudios geográficos y astronómicos produjeran en una travesía a punto de desespero, el tropiezo con un continente, que como se dijo y se sabe, fue llamado India, e indios sus ocupantes. Esta percepción e igual denominación perduraron por tiempo indefinido, hasta las comprobaciones que posteriormente tuvieron lugar, que confirmaron lo que ya se sabía: el continente descubierto para los europeos era nuevo, inédito para Europa, de gente distinta, culturas distintas, en estado civilizatorio distinto, el cual, desgraciadamente, fue víctima de la intolerancia, de la arrogancia y la prepotencia europea debido a los apetitos eminentemente económicos e imperiales. Ese continente mágico, exuberante, rico, riquísimo –desde la codicia europea-, es llamado América, en reconocimiento al navegante italiano Américo Vespucio, quien a diferencia de Colón -que si bien tuvo el mérito de fungir para los europeos como descubridor, no lo tuvo para obtener el nombre de lo descubierto-, tuvo tal distinción por haber advertido en su tiempo que no eran las indias, el territorio recién aparecido, sino un continente nuevo. A esta América, tierra de sorpresas, culturas, variedades, asombros, España la identificó como Reinos Castellanos de Indias, y los ingleses las denominaron Indias Occidentales…

La endoneidad
Por ser la denominación en cuestión –indio, india-, de impronta imperialista y por corresponder a un error geográfico que históricamente se ha arrastrado, es oportuno advertir sobre la necesidad de identificar otras expresiones que cumplan el propósito de advertir la originalidad americana, tanto de culturas originarias como de formas expresivas antropológicas asociadas con la historicidad del continente. Claro está, sin que ese intento signifique demeritar la cultura india, la auténtica y originaria de esa vasta e impresionante región de Asia, asiento de culturas milenarias, de tradición y de innumerables aportes a la humanidad.
Si bien no es propósito de este escrito el proponer maneras particulares taxativas de rasgo filosófico, sí lo es propiciar la reflexión sobre las maneras iniciales de referencia contextual, correspondiendo, entonces, advertir sobre la probabilidad de ciertas expresiones llamadas a cumplir con tal propósito -como nativo, aborigen, étnico y originario-, las cuales unidas a la intención filosófica de implicación americana, pudieran dar origen –en sustitución de indoamericano- a expresiones como nativoamericano y endoamericano. Esta reflexión conlleva, entonces, la necesaria búsqueda de la semántica que demarque cierto reconocimiento de originalidad, en este caso filosófica, en expresiones como pensamiento originario, cosmovisión originaria, cosmovisión nativa de América, filosofía y epistemología nativoamericana… ¡filosofía y epistemología endoamericana!
Lo americano, como expresión que agrupa la extensa territorialidad continental e insular  que comprende Alaska, Groenlandia, la América toda, incluyendo las Antillas, el Caribe, norte, centro y sur continental y los casquetes polares correspondientes. En consecuencia, lo americano, acompañado del prefijo endo, de origen griego, que indica adentro, lo propio, lo suyo, de otra manera lo original. Lo endoamericano, como reconocimiento al esfuerzo que tiene como fin precisar que si bien existe una filosofía americana, en sentido general, la hay porque dentro del continente, en el seno de las culturas, grupos y expresiones sociológicas está presente la reflexión propia de las colectividades vernáculas, a las cuales hay que identificar, estudiar y abstraer con propósitos de aprendizaje, lo que amerita dedicación, esfuerzo, propósito y credo. Porque si de algo hay seguridad, es que la historia y el conocimiento de los aportes esenciales de las culturas, pueblos y desarrollos humanos repartidos a lo largo y ancho de América, aún está por escribirse, como filosofía, debido a que ha habido más prejuicio que otra cosa y en muchos casos la actitud hermenéutica es la que ha impedido que exista realmente un reconocimiento formal a los saberes que cada experiencia provee. Y esto, claro está, corresponde en primer lugar a sus propios protagonistas, a los hacedores de esas maneras de ser y de hacer, que con al transcurrir del tiempo se han expresado como cultura.
Corresponde, entonces, la filosofía endoamericana, al esfuerzo, intención, producción y desarrollo de maneras de ser, de comprender y de proponer, inspiradas en saberes, quereres e iniciativas enraizados en la condición originaria, así como también devenidas de la tradición, la cultura y el advenimiento de nuevas formas sociales y culturales. Es una complejidad que vista desde las ideas, los valores y el quehacer científico, tecnológico, artístico cultural e intelectual, precisa maneras propias de identidad pretérita, presente y futura, en una también vasta región denominada América.

Claves para el desarrollo de la filosofía endoamericana
El desarrollo de una filosofía endoamericana, que no dependa necesariamente de ramas intelectuales europeizantes, así como tampoco de tendencias masivas ni consumistas, de más reciente data, sino que derive de lo vernáculo, lo ancestral y lo protagónico, como cultura, exige la precisión de algunas claves que, si bien corresponden a la batería de insumos de la cultura occidental, propician el acercamiento intelectual en aras de las configuraciones que se desean. Inicialmente, estas claves son tanto filosóficas, como metodológicas. Claro está, es una especial pretensión esta, la de efectuar un ejercicio de acercamiento intelectual fuera de las categorías del patrón cultural llamado Occidente, pues es a través suyo como corresponde identificar, precisar, abstraer. Pero el propósito que se consigna aquí, es el de instar a dejar a un lado la actitud prejuiciosa; también, deslastrar la mentalidad positivista que ve en todo intento de acercamiento real la oportunidad de verificar las hipótesis previas. El esfuerzo anterior, ocurre a fin de propiciar que se devele el intangible cultural y filosófico, develamiento que determina el valor de las experiencias y la idoneidad de los propósitos de acercamiento. Esto obliga a precisar dos tendencias marcadas en la tarea de revelar el sentido propio de las formas de pensar vernáculas: una tendencia caológica y otra cosmológica. La primera, se caracteriza por el acercamiento ingenuo, por la apertura y la disponibilidad para el asombro, a la manera de la pregunta quineana: ¿Qué hay? (Quine. Desde el punto de vista lógico. Orbis). Esta pregunta conlleva dos marcadas opciones: una, la ontológica, que a partir de las categorías aristotélicas permita determinar lo que hay, en términos de lo que hay, sus razones, motivaciones y justificaciones, su devenir, características, aportes, desarrollos… Esta línea de acción implica un ejercicio basado en la observación, las descripciones y las propuestas de in-formación que corresponden, como expresión conceptual del realismo epistemológico. Esta línea que se desarrolla entre lo observable y lo propiamente experiencial, implica precisión tanto de las categorías propias del empirismo, inclusive en la tradición lockeana, como la determinación ontologista primerísima de corte aristotélico. La otra tendencia, ocurre en la línea del esencialismo husserliano, pues la condición fenomenológica implica el acercamiento hacia las experiencias y condiciones de orden fáctico, pero con la necesaria condición previa, como lo es la epojé, a fin de, liberados de las precogniciones, de los prejuicios y del riesgo psicológico, develar el misterio que acompaña todo hecho. En palabras de Husserl, “La cuestión de la existencia y naturaleza del ‘mundo exterior’ es una cuestión metafísica” (228). Se trata, entonces, de descubrir esa metafísica que para este filósofo es lo esencial, lo que implica también precisar el lenguaje esencialista que toda situación provee, como emanación del sentido profundo de la cosa en sí.
Si, por el contrario, se trata de una orientación netamente cosmológica -precisando esta como ordenada, orientada con anticipación, a partir de categorías y conformaciones establecidas a priori, entonces, variadas opciones se asoman. Entre tantas, el camino de precisar, en el acercamiento abstractivo al hecho en sí, las categorías semánticas que permiten categorizar el pensamiento  filosófico, en una actividad intelectual de mucho tacto y cuidado, pues se trataría, entonces, de determinar, con respecto a la cultura hacia la cual se orienta el propósito intelectual, abstractivo, cuáles aspectos identifican lo que es, en términos de lo que es, en las categorías siguientes: filosofía, gnoseología, epistemología, ciencia, metotactécnicas y ontología (Barrera, 2013). Se trata, entonces, de precisar lo eminentemente filosófico de la cultura en estudio, lo particularmente gnoseológico, en cuanto al conocimiento, en términos de lo que conoce y cómo se conoce. Lo epistemológico, en aras de identificar el acervo según el desarrollo, tradición, experiencia y saberes, a la manera de los modelos de representación que puedan estar presentes en toda experiencia. Además, lo científico, de manera que se precisen las maneras de conocer en términos de ciencia, disciplinas y desarrollos, lo que necesariamente lleva a develar, como complemento necesario, métodos, técnicas, tácticas y estrategias. Y como rasgo profundamente intangible, la determinación de los aspectos ontológicos que resuelven en sentido lato la naturaleza del conocimiento implícito en cada propuesta cultural.
Otra opción corresponde a la identificación de la cosmovisión (Comunicación y antropología. Barrera, 2010), pues este recurso intelectual permite acceder de manera precisa al reconocimiento de los aspectos que identifican, determinan y proveen identidad a las experiencias. Estas precisiones, en línea gruesa, convergen a criterios, tales como lo humano (antropología), lo trascendente, el más allá y lo supra (teología), la identidad grupal, gregaria y organizacional (sociología), la ubicación y la organización con el entorno y el contorno (mundo, relaciones, economía), y el devenir (historia).

Claves metodológicas:   

Las claves metodológicas están determinadas por las maneras mediante las cuales se accede a los propósitos anteriormente expuestos, las cuales pueden desarrollarse según –entre otras- cuatro opciones bien definidas y suficientemente argumentadas:
                       Investigación.
                       Sistematización.
                       Semasiología.
                       Producción.
Como se sabe, la investigación corresponde a los procesos rigurosos, mediante los cuales se persigue una intencionalidad científica, según el interés de quien lidere tal propósito y con base en un proceso metodológico desarrollado según dicha intencionalidad. Esa iniciativa tendiente a obtener conocimiento está inspirada en el objetivo que se tenga, el cual permite precisar la modalidad de la investigación y, en consecuencia, la identificación del método a seguir. Por eso, en la conceptualización actualizada, no se reduce el método científico a uno sólo, pues no se trata de la subordinación de la investigación a un determinado procedimiento, como ocurría en la perspectiva hegemónica, monista y reduccionista de la investigación, sino en descubrir que el método se subordina a la investigación y esta se configura de acuerdo a la intencionalidad del científico y a la orientación general de la investigación. Este importante giro hermenéutico permite descubrir más de diez tipos de investigación, en reconocimiento tanto de los más tradicionales y experimentados, como de los más actuales y en proceso de reconocimiento, así como también múltiples diseños metodológicos, variadas técnicas. Abordajes... De ahí que se planteen investigaciones exploratorias, descriptivas, analíticas, comparativas, explicativas, predictivas, proyectivas, interactivas, confirmatorias y evaluativas, según las propuestas sintagmática de la investigación (Hurtado, 2010).
En términos de la sistematización, el método a seguir es muy particular y apunta al reconocimiento de las experiencias, de los saberes y los aspectos que identifican culturalmente un contexto sociológico. Para ello, la sistematización se aboca a la tarea de describir la experiencias, precisarlas en profundidad e intensidad y, en su fase más avanzada, a propiciar que se manifieste el contenido teorético (Barrera, 2010), intangible, trascendente que habita en las experiencias, a fin de descubrir tanto la teoría como los asomos metafísicos que dan cuenta de todo y explican en buena medida lo que las observaciones registran, así como también lo que la condición empírica es incapaz de percibir.
La semasiología constituye un recurso técnico mediante el cual los términos fundamentales en un contexto argumentativo cualquiera, son sometidos a un ejercicio de explicitación que tiene un criterio explicativo implícito. Este procedimiento se emplea a fin de, primero, actualizar tanto el sentido como la significación, y segundo, propiciar nuevas comprensiones (Barrera, blogspot. Filosofía de la ciencia). A estos presupuestos, se añade también la práctica semasiológica, la cual pasa por un acercamiento didáctico y experiencial de la actividad hermenéutica, conjuntamente con los protagonistas, lo que implica un acercamiento intelectual que arranca de la dinámica conceptual, de la semántica y las categorías del contexto, a fin de develar en ese esfuerzo conjunto las claves del intangible cultural afectado por el propósito de conocer.
Y en lo atinente a la producción, el estímulo, la motivación y la pro-acción a favor de las iniciativas, la creatividad y la gestación de efectos que den cuenta de los aspectos que inquietan, identifican y expresan un contexto, una experiencia real y una grupalidad sociológica autóctona, con una característica singular: se trata de experiencias identificadas por la presencialidad, por el presente, pues la dinámica sociológica advierte que todo el tiempo y en todas las épocas se están gestando nuevas expresiones sociológica de singularidad e importancia. Como ejemplo, las denominadas tribus urbanas, los grupos de migrantes, los sectores que se aglutinan socialmente debido a variadas situaciones, algunas de fuerza mayor y otras producto de los intereses, las inquietudes y las circunstancias.

Más opciones
Otra actividad importante, en aras de precisar en el presente, de manera sincrónica, el reconocimiento de una vertiente filosófica endoamericana, estriba en realizar variadas tareas que reconozcan el pensamiento, en contextos, comunidades, experiencias y liderazgos. Esta actividad es importante, especialmente porque la condición filosófica no se remite al pretérito, exclusivamente, sino que también constituye en la actividad de reconocimiento conceptual del presente. Esta finalidad, la de determinar las formas conceptuales, ideales, abstractivas y filosóficas se realiza a través de variadas actividades en las cuales se acuden a sinnúmero de técnicas y a la aplicación de diversos instrumentos. Se conjugan, entonces, la observación, el registro, la interpretación, el sondeo, la entrevista, el cuestionario, lista de cotejo, entre otros recursos. Con la documentación obtenida, corresponde al procesamiento de la información precisar aspectos de importancia que responden a inquietudes como las siguientes: ¿Cuáles ideas predominan en el contexto grupal? ¿Cuáles son las nociones sobre aspectos determinantes del quehacer humano y social, como lo son la mujer, el hombre, la familia, el trabajo, la sociedad? Aún más, ¿cuáles son esos aspectos considerados determinantes? ¿Cuáles aspectos de rasgo filosófico son distintivos de un contexto societario cualquiera? ¿Cuál es la manera de comprender tanto la ética, como la estética? Entre muchos más.
Claro está, en medio de todo este esfuerzo, otros aspectos gravitan, como son doxa, episteme y poiesis. En la primera, la opinión es importante, aunque el riesgo de hacer que dependa el desarrollo argumental de cualquier índole, de las opiniones, es mayúsculo, pues junto a la opinión se conjugan imaginación, presunciones, abducciones, juicios, prejuicios… En la segunda, la actividad epistémica, si bien tiene un soporte positivista, el mismo propicia categorizaciones, afirmaciones, develaciones, determinaciones. El riesgo mayor lo marca el desarrollo de la ciencia, sobre la cual la episteme se sustenta, en buena forma. Y la tercera, la poiética, aspecto este de mucha exigencia intelectual, expresión de profunda libertad y propósito de originalidad, que implica conocimiento, reflexión, estudio, autonomía del pensamiento…

Referencias
Aristóteles. Lógica. Barcelona: Orbis.
Barrera, Marcos Fidel:
            2000. Comunicación y antropología. Caracas: Quirón.
            2010. Sistematización de experiencias y generación de teorías. Caracas: Quirón.
Gavin, Gavin. 2003.  El hinduismo. 2003. Madrid: Akal Cambridge.
Hurtado de Barrera, Jacqueline. 2012. Metodología de la investigación. Bogotá: Quirón.
Nicol, Eduardo.  2011. Los principios de la ciencia. México: Fondo de Cultura Económica.
Quine. 1987. Desde el punto de vista lógico. Barcelona: Orbis

Electrónicas
Dussel, Enrique. “Elementos para una filosofía política latinoamericana”. Revista de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales N° 1 – Enero/Junio. 1975.
Nkogo Ondo, Eugenio. 2010. Al Dr. Van Sertima, eco del primer descubrimiento de América.
http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=2&id=1245
Nkogo Ondo, EugenioAfricanos, Afrodescendientes o la simetría histórica y cultural, FAIA. VOL. I. N° I. AÑO 2012. Disponible en línea: http://www.mabs.com.ar/rfaia/
Ojeda, Arturo. 2007. Indoamericanismo: Relanzando la Utopía. Lima. http://es.scribd.com/doc/214371/INDOAMERICANISMO-PARTE1
Santos Herceg, José. De la Filosofía latinoamericana a la africana: Pistas para un diálogo filosófico intercultural. Estudios Avanzados 13: 131-149


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1 comentario:

  1. Dr Marcos Fidel, excelente articulo, segura de seguir enriqueciendo con sus aportes. FELICITACIONES.

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