Marcos Fidel Barrera Morales
Educadores e investigadores. Universidad Nacional del Chimborazo, Ecuador |
La educación es una actividad permanente, desarrollada en cada oportunidad, según las características del momento, que interesa a todas las personas en todas las etapas de su vida. La investigación, por su parte, corresponde a una secuencialidad que integra diversos momentos relacionados con los ejercicios de indagación, inscritos esos ejercicios dentro del continuo profesional que cumple cada quien como investigador. Esto indica que siempre hay oportunidad para aprender y siempre hay ocasión para investigar, pues la educación y la actividad científica siempre tienen sentido y se necesitan. Los productos no agotan el conocimiento y se requieren para seguir avanzando.
Necesariamente hay
que ver la investigación como un continuo, relacionado con todas las edades y
las opciones de investigación, a la manera de las líneas de investigación. Esta
visión debe amparar que se aprecie el todo educativo como una actividad de
indagación en pos del conocimiento, no necesariamente del conocimiento ya dado,
el cual reposa en cuanta fuente puede ser identificada, sino tras el
conocimiento por saberse, gracias a la actividad educativa, o a la educación
vista básicamente como investigación. En todas las edades y en toda la estructura formal educativa
debe estar presente la formación científica, humanística y filosófica, como lo
propone la hologogía (concepto
propuesto por el autor en la década del 80 del siglo veinte, consignado en
varios textos, incluyendo su libro Hologogía,
en la visión integrativa de la educación (Barrera, 1999. 2001. 2003. 2010).
Formación de
investigadores
Debe instituirse la formación de investigadores en todas las
etapas educativas. Es conveniente tener presente la necesidad de propiciar
procesos educativos en los cuales, desde la niñez, se oriente sobre cómo investigar.
La formación de investigadores niños, adolescentes y jóvenes merece especial mención, dado el relativo
descuido que existe (Puche, 2005). La formación de semilleros de investigación
y el incentivo para el descubrimiento, como propósito educativo,
constituyen prioridades. Esto exige dejar de ver la investigación y la
metodología como contenido programático, del que hay que rendir examen y para
el cual se debe acudir a los recursos nemotécnicos para su desarrollo, y verlos
más como actividades de largo aliento, de presencia permanente durante los
lapsos académicos y cuya evidencia y formas de precisión ocurren de manera
variada. En consecuencia, se debe propiciar la didáctica científica
para el desarrollo de habilidades, en la que se potencien las capacidades que
fortalecen la inferencia, la argumentación, la crítica, la analítica, la
detección y resolución de problemas, la preparación para la toma de decisiones
y el establecimiento de relaciones, entre otros aspectos.
Destrezas
Como la investigación implica la adquisición de destrezas,
conviene ser investigadores… investigando. De ahí que lo recomendable es que
buena parte –por no decir toda- de la actividad que se realice con propósitos
educativos debe estar inspirada en la investigación. Por eso es importante
sugerir que el docente se vea a sí mismo como investigador, que tenga la
habilidad de propiciar el ejercicio de sus actividad a través de la apertura de
líneas propias de investigación.
La investigación es un proceso, más que un contenido, por lo
tanto no basta con brindar información. Requiere el desarrollo de variados
aspectos, entre los cuales figuran ciertas destrezas, como las habilidades para
pensar con sentido crítico, para detectar problemas relevantes, la capacidad para argumentar; también, prácticas
para anticipar, orientaciones sobre cómo planificar, cómo inferir causas y
deducir consecuencias. También habilidades para observar, ejercitaciones para
describir con detalle, aplicaciones destinadas a redactar…
Las destrezas no se desarrollan de un día para otro, sino en
la práctica del día a día y deben fortalecerse en el contexto educativo, mucho
antes de que a la persona se le pida realizar una investigación. Es difícil que
se desarrollen sólo en asignaturas metodológicas o seminarios de trabajo de
grado. Deben constituir un eje transversal y un recurso longitudinal; todo
profesor debe trabajar el desarrollo de esas destrezas en sus asignaturas.
Los docentes convencionales muchas veces carecen de la
didáctica para incorporar en sus clases el desarrollo de tales habilidades y se
limitan a la transmisión de contenidos. Las técnicas expositivas, por ejemplo,
la poca participación de los estudiantes en clase, los trabajos meramente
monográficos, entre otras cosas, no contribuyen con la adquisición de esas
destrezas. El uso de técnicas, métodos y procedimientos venidos de la dinámica
de grupos, de las formas de inserción grupal, de la actividad extracátedra,
coadyuvan en el propósito de formar investigadores.
Competencias
Las competencias tienen que ver con el uso de las destrezas
en el contexto del abordaje de una investigación, para obtener un resultado de
calidad. No deben interpretarse, como equivocadamente ocurre en cierto
contexto, con propósitos de rivalidad o de nexo individualista. Básicamente
tienen que ver con las capacidades y potencialidades que se desarrollan, tanto
personal como colectivamente, a fin de mejorar en el aprovechamiento de los
recursos y cualidades de la investigación y de sus procesos. En este caso, las competencias apuntan a conocer más y mejor
la investigación, sus recursos, técnicas características y formalidades, de
manera que se perfeccione lo que tiene que ver, entre muchas más cosas, con la
determinación del evento de estudio, la precisión del tipo de investigación, la
elección de los métodos, la formulación de preguntas de investigación, la
escritura de los objetivos, la aplicación de técnicas, la redacción de
informes... Estas competencias no pueden desarrollarse de manera rápida y
efectiva si no se cuenta con las destrezas.
Cualidades y valores personales
Los valores están en correspondencia con la condición ética
del investigador, su nivel de motivación, sus principios y prioridades. Las
competencias se bloquean y las destrezas no se desarrollan si la actividad
científica no constituye una prioridad o no tiene importancia para el
investigador. Los valores constituyen oportunidades para motivar y sensibilizar
en torno al propósito de hacer ciencia. Este aspecto implica exigir mayor interés por
el investigador, y mejor actividad destinada a potenciar hábitos, estimular
propósitos, desarrollar su personalidad y establecer jerarquizaciones entre las
cosas sobre las cuales debe decidir.
Toda actividad científica es una oportunidad que supera el
mero propósito de obtener conocimiento. Por lo regular, toca aspectos de la
esencialidad antropológica que busca motivos para su realización. De ahí que a
través de la investigación deben potenciarse las cualidades humanas y
fortalecerse aspectos que forman parte del intangible cultural, como lo son la
responsabilidad, la laboriosidad, la tolerancia a la frustración, la
imaginación, la curiosidad, el pensamiento autónomo (para ello se requiere
autoestima y autoafirmación), la capacidad de correr riesgos, la tolerancia a
la ambigüedad, la persistencia en el trabajo, la relación interpersonal, la
resolución creativa de controversias, entre otros aspectos.
Experiencia
Las destrezas y las competencias se pulen con la
experiencia. Cada propuesta de investigación proporciona nuevas habilidades y cada
desarrollo cumplido genera saberes propios. El aprendizaje en la acción
científica es necesaria, más no como ensayo y error porque sería un
aprendizaje más costoso y doloroso, sino mediante la aplicación didáctica de lo
que se ha cultivado como destrezas, competencias, cualidades y valores. Por esa
razón es muy importante que los docentes que trabajan en formación de
investigadores también tengan experiencia científica.
Un buen guía, conocedor del mapa, puede llevar por camino
seguro al aprendiz, si también conoce el territorio. Y un conocedor toma,
además, previsiones y se ayuda con técnicas apropiadas. Todo esto permite que
la persona pueda hacer uso eficiente de la información y atender
eventualidades. Si conoce los métodos los podrá aplicar efectivamente, y si no
los conoce, será capaz de crearlos. De ahí que el aporte experiencial sea
irremplazable, claro está, como opción complementaria del saber.
Formación en valores y cultura de la
investigación
El estudio de los valores, su significado, características e
implicaciones tiene una exigencia previa de carácter antropológico, pues de
acuerdo al concepto de lo humano que subyace en todo propósito valorativo se
plantean los valores y se determina su respectiva escala. Es importante, antes
de identificarlos y hablar sobre sus características, insistir en que los
valores están en consonancia con lo antrópico. Si bien lo humano expresa una
condición de universalidad -pues es lo
que es, indistintamente de su ubicación, nacionalidad, religión y
características-, deben precisarse algunas coordenadas de la lectura formal de
los valores, de manera que se identifique aún más el sentido de lo que se
quiere plantear sobre ellos. No son los mismos valores aquellos derivados de
una interpretación antropológica monista, que los derivados de una persovisión
(Barrera, 2005) dualista, ni tampoco los que emanan de una comprensión
dicotómica, o de una consideración atomista. Lo mismo ocurre cuando se parte
de una concepción ecléctica del humano, o de una visión mecanicista. Ni qué
decir si es una reflexión idealista la que determina el juicio.
Cuando se trata de lo humano y de sus valores, puede existir
algún rasgo de confianza, especialmente para los románticos, pues se puede
decir, grosso modo, que mientras se
esté entre valores, ¿qué preocupación puede existir? ¿De qué vale discutir
sobre los valores desde el punto de vista de las antropovisiones (Carlos Corsi,
1988), si definitivamente se habla de valores y los valores sencillamente son? Al respecto, se puede decir que el
riesgo consiste, entonces, en la jerarquización de los mismos, en la
determinación de las prioridades en cuanto a su consecución y vivencia, y en
aquella sutileza interpretativa que corresponde al sesgo antropológico de la
lectura de cada valor. Porque puede existir coincidencia entre los valores que
propugna el existencialismo, por enunciar alguno, con los que pregona el
humanismo, ya que de valores se trata al fin, pero el ordenamiento que en
consecuencia corresponde es radicalmente distinto. Por ejemplo, en una
ordenación materialista de los valores, la materialidad prima por sobre todas
las cosas, quedando, entonces, los valores espirituales, cuando se reconocen,
supeditados a dicha materialidad con el riesgo de que en la medida que se
aspire a la materialidad como valor, lo espiritual perezca, dada la
incompatibilidad simultánea de propósitos antagónicos. De igual manera pueden
deducirse las distintas escalas de valores nacidas de otras comprensiones
antropológicas. Frente al riesgo relativista presente en el estudio de los
valores, conviene precisar algunos aspectos que ayuden a su identificación, a enunciar
los rasgos de su teorética y su pragmática.
A la hora de vivenciar los valores en el plano de la
experiencia sociológica real debe propiciarse una dinámica relacional que
ampare tanto la vivencia de los valores como su progresiva comprensión. La eterna
división que presenta la vida con el compendio de valores puede llevarse por
delante cualquier intento que pretenda atender esta situación. Se puede tomar
el caso, por ejemplo, de la gestión por valores en la actividad organizacional,
debido a la falta de coherencia entre los valores que estructuralmente se
pregonan y los que en la realidad imperan. Lipovetsky, al tratar de la gestión
por valores, dice:
¿Qué virtud |tiene| atribuirle a la formulación de una visión
común cuando ésta no evita en absoluto las prácticas de fusión y de adquisición
salvaje de empresas, de reestructuraciones y de despidos más o menos brutales,
más o menos masivos de personal? (2000: 273).
Hay que mantener la esperanza viva en la posibilidad de una
especie de consenso real sobre los valores, una interpretación con criterio de
generalización y una jerarquía que permita diacrónicamente orientar los valores
como recurso para la superación personal y grupal. Así se puede aspirar a
percibir el sentido del más allá, al cual los valores apuntan, pese a que no
exista una única manera de entender dicho más allá.
Valores y epistemología están profundamente relacionados
Otro aspecto interesante del estudio de los valores
corresponde a su acercamiento desde el punto de vista de la gnoseología y de la
epistemología. Si bien la gnoseología se orienta hacia el conocimiento en
general (De Alejandro, 1974: 4ss) y la epistemología hacia el tipo de
conocimiento debidamente sustentado por la actividad científica (op. cit. ídem), una postura gnoseológica
aspira, entonces, a lograr una reflexión que dé respuestas desde el sentido
filosófico más propicio a la cuestión de los valores, y en ese propósito la
cuestión epistemológica puede producir una interferencia tal que afecta en
grado sumo ese acercamiento.
Desde el tamiz
epistemológico -así como ocurre con la inquietud antropológica previamente
referida, sujeta a ampliación a
posteriori-, el asunto de los valores es influenciado por el modelo
epistémico (Barrera, 2008) desde el cual se pretende elaborar tanto su
explicación, como su sentido y ordenamiento. Lógicamente, los valores vistos
desde el funcionalismo, como modelo epistemológico, son explicados de manera
distinta a la forma como los aborda el estructuralismo. Lo mismo ocurre cuando
es el pragmatismo el que intenta identificar los valores y exponerlos como
recurso cotidiano. ¿Y qué decir cuando los valores son abordados y expuestos
desde el ontologismo epistemológico (Barrera, 2008), con sus innumerables
variantes, o desde el naturalismo militante, o desde el realismo, el empirismo
y el positivismo?
Dicho lo anterior,
conviene propiciar reflexiones en torno a los dilemas que confrontan los
valores en el plano existencial, incorporando por supuesto criterios tanto de
orientación antropológica -en lo que respecta a la antropología filosófica-,
como otros derivados de los aportes que en el contexto gnoseológico se manifiestan como epistemología. De esta forma, se da un paso en la comprensión de los valores como expresión significativa, compleja, como realmente hay que verlos.
Práctica de la investigación y formación en valores
La práctica de la investigación ejercitada como cultura
lleva a reconocer que esta corresponde a actividades que se hacen de manera
puntual, con respecto a una exigencia y una situación particular de la
actividad científica, en correspondencia con una linealidad que otorga sentido,
dada la proyección y continuidad que ese hecho asociado con la investigación presenta. Ese concepto, el de la investigación como expresión de la cultura, lleva implícito
el reconocimiento de que el esfuerzo que se hace en un momento dado se explica
por la oportunidad que presenta dicho esfuerzo pero, también, por la
perspectiva de futuro que contiene. Esto también tiene asidero en la dirección
que el investigador tiene en la flecha del tiempo, pues la orientación de la
práctica metodológica conduce hacia escenarios pretéritos y, de otro modo, a
situaciones por venir.
Como cultura, la
actividad científica se da de acuerdo a las características de la práctica
reiterativa, marcadas por la ciclicidad y la continuidad, lo cual se expresa de
mejor manera a través de la figura de espiral. Esa metáfora permite reconocer
que la actividad del investigador corresponde a una dinámica circular, que al
no ser repetitiva -pues la siguiente actividad o ciclo es distinto al anterior,
obedecen a otros aspectos, eventos de estudio y requerimientos-, corresponde
entonces a momentos y situaciones diferentes amparados por la experiencia,
también por la situación presente y por los rasgos de anticipación que la
investigación presenta. Desde
el punto de vista metodológico, esta linealidad, circularidad y progresión se
pueden apreciar, a manera de ejemplificación, como recurso didáctico, a través
de la propuesta sintagmática de la metodología de la investigación (Hurtado,
2000/2009/2012), mediante el estudio de los tipos de investigación: de una instancia
de investigación de corte exploratorio se pasa a investigaciones descriptivas,
luego a analíticas, más tarde a comparativas, explicativas y predictivas,
convergiendo luego a investigaciones proyectivas, interactivas, confirmatorias
y evaluativas (op. cit.: 47/95).
Llegado este punto
debe hacerse énfasis en que, como la investigación tiene como uno de sus
propósitos la obtención de conocimiento distinto al ya existente, pues esa es
su naturaleza, esta característica de novedad es lo que distingue la
investigación, de la documentación, también la diferencia de la actualización y
se distancia de una simple arqueología del saber, en términos de Foucault
(2003). Se está frente a la investigación cuando uno de sus resultados, si no
el más distintivo, consiste en la obtención de conocimiento novedoso.
Los valores y la investigación
El primer aspecto a
dilucidar tiene que ver con las definiciones de valor y axios. Una definición
previa permite asentar el camino de la reflexión, precisar criterios y evitar,
a futuro en el desarrollo temático, ambigüedades. En términos etimológicos,
valor remite al latín valére, que
significa potente, sano y estar bueno (Corominas, op. cit.). En consecuencia, se puede definir inicialmente como
valor, aquello que es bueno, como también un estado de fortaleza. Bajo esta
presunción, se asocia valor con lo que potencia la condición de algo. Estas
afirmaciones deben tomarse en sentido lato, sin entrar en especificidades
epistémicas ni de uso, pues el dilema que se desprende de este tipo de
definiciones es serio. Por ejemplo, si se acepta que valor es todo aquello que
es bueno, entonces, ¿qué es bueno?, ¿qué determina la condición de bondad?,
¿quién determina el valor, o lo que se le oponga? Si se apela a una postura
esencialista, valor tiene que ver con todo lo que signifique, en términos de
esencia de las cosas. Si se recurre a determinar la medida del valor de forma
ontologista, el valor gira en torno a lo que es algo y lo que hace que ese algo sea lo que es. Con base en esto, puede definirse, en primera
instancia, como valor todo aquello que propicia que el ser sea lo que es. Esto
explica el por qué el valor se asocia con lo bueno, pues antológicamente el ser
tiende al bien, en lo que concierne a la búsqueda de satisfacción y de
realización teleológica. Llegado este punto no faltaría quien diga que el
argumento anterior puede ser explicado como representativa de interpretaciones epistemológicas
determinadas…
Cuando se hace suerte de hipóstasis en cuanto al concepto de valor surgen innumerables acepciones
relacionadas con lo humano, pues el valor puede tener cualidades materiales,
biológicas, psicológicas, emocionales, afectivas, intelectivas y trascendentes.
Puede denominarse como valor todo aquello que ayuda a la persona a ser, como
tal, y como esta expresión es realmente compleja, los valores pueden ser
entendidos como expresión particular de cada aspecto de la complejidad, lo que
da origen a innumerables expresiones taxonómicas y, en consecuencia, una
escala: valores naturales, físicos, económicos, biológicos, afectivos,
intelectivos, volitivos, éticos, metafísicos...
Con respecto a
axios, de donde se compone axiología, etimológicamente se considera así a algo
digno, justo. En su acepción griega axioó
indica “yo estimo justo” (Corominas. Monlau. Op. cit.). Y el sufijo logos, en cualquiera de sus variantes, como
estudio. Axiología se considera, entonces, como el estudio de todo aquello que
se considera digno y justo. Axios, como manifestación de lo correcto, o de lo
que corresponde en justicia. En términos sociológicos y del derecho, axios
alude a lo justo, lo que atañe a cada quien, en aras de la equidad, lo que hace
que esta definición tenga un marcado acento justo y, por extensión, legalista.
La axiología puede ser vista, desde esta consideración, como el estudio de los
valores que corresponden en un momento y contexto, o como el acercamiento a una
taxonomía social de los valores.
Como se puede
apreciar, hay una evidente diferencia en estas dos expresiones -valor y axios-,
que suelen presentarse como sinónimas, en el estudio de los valores. La
primera, en términos de bondad y la segunda en terrenos de la justicia. La
primera definición lleva a considerar los valores como todo aquello que es
bueno y tiende al bien, y lo segundo lo que corresponde en dignidad y justicia.
¿Existe sinonimia entre estas dos expresiones? Pues, hilando grueso, se puede
decir que sí. Pero si interesa el estudio de los valores con mayor precisión de
términos, puede sostenerse que son expresiones distintas, pero perfectamente complementarias.
Los valores aluden a todo aquello que tiende al bien. El axios, como lo que
corresponde en justicia, lo cual, visto desde un incidente particular puede no
ser del agrado de alguien, pero sí producir un bien moral. Por lo que
sutilmente se sugiere que el terreno de los valores es teleológico y el del
axios es ético. Sin embargo, para efectos de la presente consideración, se
habla de valores en referencia a lo que ya se ha dicho: como todo aquello que
es bueno, en atención al principio aristotélico de que todas las cosas tienden
al bien (2005). Y axios, como acercamiento a la correspondencia entre las cosas
y su finalidad, por vía de los hechos morales.
Conviene advertir
que en el presente estudio se alude en todo momento a valor y a valores,
prefiriéndolos a la expresión axiología, por propósitos didácticos. Sin
embargo, esta decisión no impide que esté presente la inquietud acerca de si
eso que se considera bueno (valor), es también justo (axios), sabiendo además
que la justicia también es considerado un valor. ¿Hay una sinécdoque implícita
en la noción de axios? ¿Hay una circularidad implícita entre los dos conceptos?
La práctica científica para la formación en
valores
El proceso de
investigación, entiéndase aquel que se realiza en nombre de la ciencia, la
filosofía y el conocimiento -a veces en condición de investigador, tutor,
asesor, como también de gestor, orientador, consultor y docente, y de quienes
asumen la actividad de la ciencia como cultura-, constituye excelente
oportunidad para la formación en valores. Un buen investigador, en
consecuencia, amén de cumplir con propósitos de sistematización y formalización
del conocimiento, contribuye con la forja de la personalidad, puede crecer en
cuanto persona y puede propiciar que esos logros y esa formación estén en
correspondencia con la condición relacional y societaria, propia de la
actividad científica. En consecuencia, la
didáctica de la investigación también lo es de los valores, si se tiene en
cuenta que esa formación valorativa corresponde -axiológicamente hablando-
tanto a quien orienta los procesos formativos científicos como a quienes se
involucran de distinta manera en ellos. Porque los valores tienen una
característica muy representativa, como lo es la alteridad: nadie se forma en
valores de manera absoluta e independiente. La formación en valores ocurre en
la mutualidad, según la condición histórica, en el devenir, con base en la
condición antropológica relacional, muldimensional y compleja.
¿Cuáles valores,
entonces, pueden manifestarse o estar determinados por la práctica
investigativa, como parte del proceso formativo? Pues prácticamente todos. Sin
embargo, se puede hacer énfasis en unos y otros, sin que la mención y estudio
consiguiente, en el caso de esta reflexión, signifiquen ni prioridad, ni
jerarquía, ni subordinación, ni prelación. El enunciado de valores que sigue
simplemente es de carácter aleatorio, y está destinado a propiciar la reflexión
sobre la dimensión axiológica y valorativa de todo acto de investigación, a fin de
potenciar sus efectos y ayudar a descubrir algo muy especial: la actividad
científica es muy importante en la tarea de configurar el intangible cultural
que marca la diferencia entre hacer investigación como rutina o hacerla como
práctica axiológica.
Esa actividad de
cultura de la investigación, como praxis de los valores, tiene implícita la
posibilidad de participar de la actividad creativa de la investigación, de
manera especial: como ciencia. La
investigación como ciencia se
constituye en una forma concreta de apreciar la vida, de orientar la persona
hacia los aspectos que le permiten descubrir el sentido de la cosas y de
definirse profesionalmente, en cualquiera de los ejercicios disciplinarios. Al
desarrollarse la actividad científica como cultura y al ejercitarse la
investigación como ciencia se participa de una dinámica muy particular del
conocimiento, pues siempre se ansía saber, siempre hay posibilidades de
conocer, de efectuar descubrimientos, de desarrollar inventos, todo ello con
base en los procesos metodológicos, según los tipos de investigación, de
acuerdo a los diseños, teniendo en cuenta los abordajes, según las aplicaciones
técnicas y tecnológicas correspondientes, en atención a la pregunta de
investigación, a los objetivos general y específicos, de acuerdo al modelo
epistémico y los propósitos de contexto...
Valores y más valores
Innumerables
valores se manifiestan a la hora de precisar cuáles de ellos son los que
permiten comprender de mejor manera la investigación como cultura. Este
surgimiento no puede ser trabajado mediante cualidades binarias, como por
ejemplo lo cualitativo ni lo cuantitativo, pues el estudio y comprensión de los
valores superan suficientemente el problema de cuántos son y de qué tratan. Más
que asunto numérico y semántico, corresponde el estudio de los valores a una
combinatoria de múltiples variables, de diversas consideraciones que permiten,
en un momento dado, el desarrollo de una apropiada escala, a fin de entrar entonces en terrenos axiológicos. Pero como
hasta el momento de trata de enunciar algunos de ellos, entre tantos, se pueden
considerar los siguientes:
Disciplina
La disciplina
constituye un valor que subyace en toda investigación por cuanto exige al
investigador fijarse normas, precisar pautas a seguir, y a llegar a acuerdos al
respecto. Este propósito es importante pues de la determinación de formas y
preceptos, y de su observación, por lo demás rigurosa, depende en múltiples
oportunidades el feliz término de la misma. Este valor, por supuesto, tiene
efectos en otras actividades y ocupaciones del investigador, debido también a
que la gestión en torno a la ciencia impacta todas las demás actividades.
Responsabilidad
La responsabilidad
es un valor que alude a la necesidad de corresponder con propósitos y acciones
a las tareas y esfuerzos que se emprenden, en este caso, con fines
científicos. Se mide la responsabilidad
por la actitud del investigador frente a sus acciones y por la forma como
responde a sus efectos. Este valor es determinante en toda investigación, pues
así como la gestión científica tiene beneficios y otorga privilegios,
necesariamente contiene responsabilidades a las cuales todos, en la medida de
su implicación, deben acometer. En materia de deberes y derechos, toda persona
es socialmente corresponsable y en términos de investigación la responsabilidad
es concomitante con sus procesos y efectos (Jorge Yarce, 2009: 76).
Confianza
El valor de la
confianza es significativo en todo proceso humano y social, y de particulares
efectos en la actividad científica. Se puede entender la confianza como una
forma de involucramiento activo en la actividad científica a partir de la
certeza de lo que se hace, ya sea por su naturaleza, por los efectos, por los
propósitos o por quienes participan de ello. Fortalece la confianza el
investigador a medida que ve sus productos y aprecia su actividad por sus
efectos. Pero también, en la forma que de manera personal cree en lo que hace y
en la importancia de los propósitos de investigación. Si un buen investigador
fortalece la confianza, este valor potencia las actitudes y permite una mejor
toma de decisiones. Al respecto es válida la afirmación de Adela Cortina cuando
sostiene que la confianza es “elemento esencial de las relaciones sociales y
económicas” (2003: 195), como también que sin ella “no pueden funcionar ni las
interacciones sociales ni las organizaciones e instituciones en las que se
apoyan” (op. cit.: 195).
Constancia
Si bien la
constancia puede ser apreciada como firmeza, como continuidad y empeño, una
acepción posterior de corte positivista ha delineado la idea de constancia como
verificación, por asociarla con constatación. Si embargo, son cosas distintas.
La constancia como valor alude a la capacidad que se tiene de permanecer en el
empeño a fin de lograr los propósitos. Tiene que ver con la necesidad del
investigador de mantener sus decisiones, sin desmedro de los cambios que tenga
que efectuar en momentos determinados, a fin de fortalecer su proceso
científico en la medida que obtiene logros y afina sus opciones. De ahí que la
constancia tenga visos de perseverancia, lo que exige actitud favorable,
conocimiento, motivación y decisión, y repercuta en la formación de la
personalidad y del carácter. Con constancia se templa el investigador y aprende
que hay cosas que sólo se logran en la medida que se empeña, que hace esfuerzos
y se abstiene de ciertas cosas, evita ciertas decisiones, favorece otras, y se
exige a sí mismo.
Paciencia
La paciencia
constituye un valor que lleva al investigador a soportar dificultades,
incomprensiones y situaciones complejas, motivado por la convicción de que
superadas tales situaciones el conocimiento que se genera justifica plenamente
tales circunstancias. Implica una noción de padecimiento, de sacrificio, por lo
que puede asociarse la paciencia con la actitud estoica. Claro, no se trata de
un sacrificio extremo sino de una actividad caracterizada por la determinación
de llevar adelante los propósitos científicos, pese a las dificultades e
incluso el dolor que ciertas situaciones en un momento dado puedan generar.
Oportunidad
La oportunidad
constituye un valor digno de tenerse en cuenta en lo que concierne a la ciencia
y la investigación, dada su naturaleza. Se da por lo regular de manera
sincrónica, en momentos y situaciones particulares, por sus rasgos de constante
espaciotemporal. En cada momento, fase y estadio de la investigación la
oportunidad está presente. Corresponde al investigador aprovecharla para su
iniciativa. La oportunidad tiene que ver con el kairós, entendido como el momento oportuno, el tiempo en el que
tienen que ocurrir las cosas (Marramao, 2009. Kerkoff, 1997). El efecto
kairológico prepara al investigador para que reconozca que en todo momento y
situación existe una oportunidad privilegiada para algo, pasada la cual, si no
es aprovechada, se pierde, circunstancia entonces que afecta lo demás. El
kairós, que en sentido griego puede ser visto como la circunstancia real que
ampara los propósitos en momentos muy particulares, advierte sobre la necesidad
de tomar decisiones y de actuar cuando corresponde, a fin de atender la
investigación con sentido histórico de oportunidad, y a fin de evitar
vacíos y ausencias. He ahí también presente el requisito de pertinencia: debe estar en relación a
un contexto, a una situación y debe obedecer a un momento justo.
Conocimiento
El conocimiento,
como valor fundamental en el desempeño profesional, es prioritario, de acuerdo
a la valoración que se hace de la actividad científica. Se ha dicho: la
investigación para que sea considerada de esa manera debe proveer conocimiento.
Y como se ha insistido, ese conocimiento tiene una peculiaridad: debe ser
novedoso. De ahí que se diferencie el proceso de investigación -la modalidad
científica de la búsqueda del conocimiento-, de otras formas cercanas al
conocimiento, también importantes, expresada formalmente como monografía,
ensayo, inventos, proyectos factibles, los proyectos urgentes, entre otros. Sin
embargo, se está ante la investigación y sus efectos cuando el aporte y los
resultados tienen como propiedad la innovación, la novedad en grado de
conocimiento. Cuando esto ocurre, deja de ser el esfuerzo solamente un buen ejercicio
de arqueo de fuentes o de actualización documental e informativa, por
constituirse en una actividad de indagación que produce y hace ciencia.
Economía
La economía, que
por lo regular suele asociarse con ingresos y egresos, con la actividad de
registro mercantil, debe ser entendida como la capacidad que tiene el
investigador de administrar recursos, de prever acciones, de planificar y de
configurar una propuesta estructural y organizacional que le permita cumplir
con su actividad científica, con las repercusiones que tal ocupación tiene en
otros temas, tareas y emprendimientos. De ahí que se deba entender la ikonomia como la actividad que con
criterio gestáltico el investigador emprende a fin de propiciar que con
recursos, estrategias, planes y un adecuado diseño de su actividad pueda rendir
frutos. Por eso la economía, es fundamentalmente organización. Para ello, el investigador acude a su ingenio, a su
pericia, a fin de rendir y alcanzar metas, por lo que emprende acciones y toma
decisiones que le permitan, por un lado, minimizar gastos y, por el otro,
maximizar efectos. Si el investigador no es económico, si no se organiza de
manera adecuada, difícilmente puede desarrollar investigaciones y administrar
tanto recursos, como posibilidades y efectos.
Coopetitividad
La coopetividad
constituye un valor nacido de la capacidad competitiva de cada quien en
relación con la condición relacional, sociológica y cooperativa. La expresión
desarrollada por Ray Noorda (c. p.
Leonel Cezar Rodrigues, 2007. Sánchez, Luis Rodolfo. 2009), alude a la
capacidad y a veces necesidad de las personas de cooperar a fin de establecer
condiciones de competencia que justifiquen propósitos también comunes, como
ocurre en el caso de los juegos system on
line. La combinatoria de asociatividad y competencia da como resultado una
relación más dinámica de la que aisladamente indiquen las palabras competencia
y cooperación. Coopetitividad alude a la unidad que tienen las competencias y
la colaboración, pues competencias sin cooperación puede conducir a una
práctica egoísta. Al respecto, es bueno señalar que se entiende por
competitividad el valor que propicia que cada investigador potencie su
capacidad, valores y actitudes a fin de lograr sus propósitos de realización
personal y profesional. Y si estos propósitos los propone desde la solidaridad
y la cooperación, entonces se está en terrenos de la coopetitividad. Este
aspecto es crucial e importante porque un buen investigador está obligado a
formar equipos, a trabajar con otros y a favorecer con sus trabajos a los
colectivos, en correspondencia, además, con la dimensión social de su trabajo,
sin perder de vista en todo momento, por supuesto, su perspectiva de ciencia,
investigación y metodología. La solidaridad debe inspirar la competitividad y
debe ser vista como patrimonio de la humanidad, en la afortunada expresión de
Luis José González (2004: 101), dada la implicación humana y universalista
suya.
Productividad
El valor del
trabajo medido por su productividad es un aporte significativo de la actividad
científica. Esa productividad se manifiesta de diversas maneras, a través de
ideas, reflexiones, operacionalizaciones, abstracciones, descripciones, teorías
y otros recursos. Muchos de los efectos productivos se presentan como
documentos, artículos y compendios. Es la productividad en investigación la que
explica la afluencia de artículos científicos, la existencia de blogs de orientación académica, la
elaboración de software, los diseños
metodológicos, los análisis, ensayos, libros… La investigación como cultura
prepara al investigador para la cultura del trabajo, dada la inmensa actividad
que se cumple y las innumerables evidencias que se generan. Los efectos llevan a medir dicha ocupación por los
productos, algunos de los cuales ameritan el resguardo legal por vía de
patentes, registros de derechos de autoría y procedimientos similares. Al estar
en la tónica de la producción, el investigador sale del círculo vicioso del
consumo, pues tiene cierta capacidad productiva que lo libera de esa condición.
Identidad, mismidad
El principio de
identidad alude a variados aspectos, entre ellos la percepción del sí mismo y
la convicción de esa percepción con base en la naturaleza relacional de dicha
percepción. Es mediante la condición relacional que se tiene una afirmación de
lo que se es, afirmación que se perfila con el tiempo y en la medida que
transcurre la vida. De ahí que la gestión de investigador evoluciona en el
tránsito de la actividad que se cumple, correspondiendo su calificación a un
momento dado de su identidad, en correspondencia con las tareas cumplidas y por
cumplir. Esa identidad permite profundizar en la convicción personal, y en la
profunda percepción de dicha identidad, como investigador o investigadora, cosa que favorece la mismidad, la cual
constituye la convicción propia y la aseveración de lo que se es, como
experiencia interior. Esa progresión de la naturaleza científica potencia tres
aspectos complementarios de la identidad y de la autodiferenciación
psicológica, como lo son la autoestima, la autoimagen y el autoconcepto.
Hurtado (1999) lo especifica así: la autoestima permite que cada quien se
aprecie mejor en su condición de investigador, la autoimagen permite proyectar
ante otros esa cualificación de investigador y el autoconcepto propicia la
configuración de ideas y afirmaciones en torno a la propia identidad, en este
caso como investigador.
Libertad
Una de las
experiencias más gratas de la actividad científica tiene que ver con la
libertad. El ejercicio de la ciencia debe, aún en su rigurosidad, disciplina y
exigencia, constituir una experiencia soberana que permita al investigador,
primero, decidir en cuanto lo que quiere investigar, segundo, diseñar su propio
proceso metodológico y, tercero, acceder al conocimiento que la investigación
provea, a fin de proceder con sus propias conclusiones y las valoraciones que
la actividad científica permita. La actividad científica debe verse como
extensión de las facultades, derechos y potencialidades humanos, por lo que
debe en todo momento amparar los valores, derechos y privilegios. Nada que se
haga en nombre de la investigación debe atentar contra el humano, representado
en la figura del investigador, del asesor y tutor, como también del colectivo
en el cual cada proyecto se inscribe. La libertad es una condición necesaria
que favorece el desarrollo científico. Corresponde a todos velar porque este
valor siempre ocupe sitial de privilegio. Hay que decirlo: la investigación es
otra manera de decir libertad.
Referencias
Aristóteles.
1988. Lógica. Barcelona: Orbis.
Ballestrini Acuña, Mirian. 2001. Cómo se elabora el proyecto de investigación. Caracas:
Servicio editorial.
Barrera Morales, Marcos Fidel:
2013. Hologogía. Caracas: Quirón.
2010: Planificación
prospectiva y holística. Caracas: Quirón.
2008: Cómo
elaborar proyectos urgentes. Bogotá: Quirón.
Blaxter, Loraine; Hughes, Cristina; Tight, Malcom. 2000. Cómo se hace una investigación. Barcelona:
Gedisa.
Hurtado de Barrera, Jacqueline:
2010, a. El proyecto de investigación.
Bogotá: Quirón.
2010.
Metodología de la investigación. Bogotá: Quirón.
2008. Cómo formular objetivos de investigación. Caracas: Quirón.
Sautu, Ruth; Boniolo, Paula; Dalle, Pablo; Elbert, Rodolfo. 2005. Manual de metodología.
Buenos Aires: Clacso.
Villar-Borda, Carlos.
2004. La pasión del periodismo. Bogotá: Universidad Jorge Tadeo Lozano.
[1] Aspectos desarrollados en el programa para formación de tutores e investigadores de Ciea-Sypal, cumplido en el marco de acuerdos con universidades de Venezuela, 2013-2014. IV Jornadas Internacionales Cultura investigativa, valores y actitudes hacia la investigación. Caracas, 2009. Universidad Católica Andrés Bello, Aula Magna
The teaching of values through the indagation as culture of investigation
Investigating, when its done in the best way possible, constitutes an ocasion of privilege to boost the teaching of values and an ideal tool to bring about the modeling of personality and social coexistence. This purpose must be asociated with aspects that make of values a complex task, same as antropologic precisions, epistemologic considerations and the needed definition of an axiologic set.
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