viernes, julio 04, 2014

Investigación y valores

Marcos Fidel Barrera Morales


Educadores e investigadores. Universidad Nacional
del Chimborazo, Ecuador
La educación es una actividad permanente, desarrollada en cada oportunidad, según las características del momento, que interesa a todas las personas en todas las etapas de su vida. La investigación, por su parte, corresponde a una secuencialidad que integra diversos momentos relacionados con los ejercicios de indagación, inscritos esos ejercicios dentro del continuo profesional que cumple cada quien como investigador. Esto indica que siempre hay oportunidad para aprender y siempre hay ocasión para investigar, pues la educación y la actividad científica siempre tienen sentido y se necesitan. Los productos no agotan el conocimiento y se requieren para seguir avanzando.


Necesariamente hay que ver la investigación como un continuo, relacionado con todas las edades y las opciones de investigación, a la manera de las líneas de investigación. Esta visión debe amparar que se aprecie el todo educativo como una actividad de indagación en pos del conocimiento, no necesariamente del conocimiento ya dado, el cual reposa en cuanta fuente puede ser identificada, sino tras el conocimiento por saberse, gracias a la actividad educativa, o a la educación vista básicamente como investigación. En todas las edades y en toda la estructura formal educativa debe estar presente la formación científica, humanística y filosófica, como lo propone la hologogía (concepto propuesto por el autor en la década del 80 del siglo veinte, consignado en varios textos, incluyendo su libro Hologogía, en la visión integrativa de la educación (Barrera, 1999. 2001. 2003. 2010).

Formación de investigadores
Debe instituirse la formación de investigadores en todas las etapas educativas. Es conveniente tener presente la necesidad de propiciar procesos educativos en los cuales, desde la niñez, se oriente sobre cómo investigar. La formación de investigadores niños, adolescentes y jóvenes merece especial mención, dado el relativo descuido que existe (Puche, 2005). La formación de semilleros de investigación  y el incentivo para el descubrimiento, como propósito educativo, constituyen prioridades. Esto exige dejar de ver la investigación y la metodología como contenido programático, del que hay que rendir examen y para el cual se debe acudir a los recursos nemotécnicos para su desarrollo, y verlos más como actividades de largo aliento, de presencia permanente durante los lapsos académicos y cuya evidencia y formas de precisión ocurren de manera variada. En consecuencia, se debe propiciar la didáctica científica para el desarrollo de habilidades, en la que se potencien las capacidades que fortalecen la inferencia, la argumentación, la crítica, la analítica, la detección y resolución de problemas, la preparación para la toma de decisiones y el establecimiento de relaciones, entre otros aspectos.

Destrezas
Como la investigación implica la adquisición de destrezas, conviene ser investigadores… investigando. De ahí que lo recomendable es que buena parte –por no decir toda- de la actividad que se realice con propósitos educativos debe estar inspirada en la investigación. Por eso es importante sugerir que el docente se vea a sí mismo como investigador, que tenga la habilidad de propiciar el ejercicio de sus actividad a través de la apertura de líneas propias de investigación.

La investigación es un proceso, más que un contenido, por lo tanto no basta con brindar información. Requiere el desarrollo de variados aspectos, entre los cuales figuran ciertas destrezas, como las habilidades para pensar con sentido crítico, para detectar problemas relevantes, la  capacidad para argumentar; también, prácticas para anticipar, orientaciones sobre cómo planificar, cómo inferir causas y deducir consecuencias. También habilidades para observar, ejercitaciones para describir con detalle, aplicaciones destinadas a redactar…

Las destrezas no se desarrollan de un día para otro, sino en la práctica del día a día y deben fortalecerse en el contexto educativo, mucho antes de que a la persona se le pida realizar una investigación. Es difícil que se desarrollen sólo en asignaturas metodológicas o seminarios de trabajo de grado. Deben constituir un eje transversal y un recurso longitudinal; todo profesor debe trabajar el desarrollo de esas destrezas en sus asignaturas.

Los docentes convencionales muchas veces carecen de la didáctica para incorporar en sus clases el desarrollo de tales habilidades y se limitan a la transmisión de contenidos. Las técnicas expositivas, por ejemplo, la poca participación de los estudiantes en clase, los trabajos meramente monográficos, entre otras cosas, no contribuyen con la adquisición de esas destrezas. El uso de técnicas, métodos y procedimientos venidos de la dinámica de grupos, de las formas de inserción grupal, de la actividad extracátedra, coadyuvan en el propósito de formar investigadores.

Competencias
Las competencias tienen que ver con el uso de las destrezas en el contexto del abordaje de una investigación, para obtener un resultado de calidad. No deben interpretarse, como equivocadamente ocurre en cierto contexto, con propósitos de rivalidad o de nexo individualista. Básicamente tienen que ver con las capacidades y potencialidades que se desarrollan, tanto personal como colectivamente, a fin de mejorar en el aprovechamiento de los recursos y cualidades de la investigación y de sus procesos. En este caso, las competencias apuntan a conocer más y mejor la investigación, sus recursos, técnicas características y formalidades, de manera que se perfeccione lo que tiene que ver, entre muchas más cosas, con la determinación del evento de estudio, la precisión del tipo de investigación, la elección de los métodos, la formulación de preguntas de investigación, la escritura de los objetivos, la aplicación de técnicas, la redacción de informes... Estas competencias no pueden desarrollarse de manera rápida y efectiva si no se cuenta con las destrezas.

Cualidades y valores personales
Los valores están en correspondencia con la condición ética del investigador, su nivel de motivación, sus principios y prioridades. Las competencias se bloquean y las destrezas no se desarrollan si la actividad científica no constituye una prioridad o no tiene importancia para el investigador. Los valores constituyen oportunidades para motivar y sensibilizar en torno al propósito de hacer ciencia. Este aspecto implica exigir mayor interés por el investigador, y mejor actividad destinada a potenciar hábitos, estimular propósitos, desarrollar su personalidad y establecer jerarquizaciones entre las cosas sobre las cuales debe decidir.

Toda actividad científica es una oportunidad que supera el mero propósito de obtener conocimiento. Por lo regular, toca aspectos de la esencialidad antropológica que busca motivos para su realización. De ahí que a través de la investigación deben potenciarse las cualidades humanas y fortalecerse aspectos que forman parte del intangible cultural, como lo son la responsabilidad, la laboriosidad, la tolerancia a la frustración, la imaginación, la curiosidad, el pensamiento autónomo (para ello se requiere autoestima y autoafirmación), la capacidad de correr riesgos, la tolerancia a la ambigüedad, la persistencia en el trabajo, la relación interpersonal, la resolución creativa de controversias, entre otros aspectos.

Experiencia
Las destrezas y las competencias se pulen con la experiencia. Cada propuesta de investigación proporciona nuevas habilidades y cada desarrollo cumplido genera saberes propios. El aprendizaje en la acción científica es necesaria, más no como ensayo y error porque sería un aprendizaje más costoso y doloroso, sino mediante la aplicación didáctica de lo que se ha cultivado como destrezas, competencias, cualidades y valores. Por esa razón es muy importante que los docentes que trabajan en formación de investigadores también tengan experiencia científica.

Un buen guía, conocedor del mapa, puede llevar por camino seguro al aprendiz, si también conoce el territorio. Y un conocedor toma, además, previsiones y se ayuda con técnicas apropiadas. Todo esto permite que la persona pueda hacer uso eficiente de la información y atender eventualidades. Si conoce los métodos los podrá aplicar efectivamente, y si no los conoce, será capaz de crearlos. De ahí que el aporte experiencial sea irremplazable, claro está, como opción complementaria del saber.

Formación en valores y cultura de la investigación
El estudio de los valores, su significado, características e implicaciones tiene una exigencia previa de carácter antropológico, pues de acuerdo al concepto de lo humano que subyace en todo propósito valorativo se plantean los valores y se determina su respectiva escala. Es importante, antes de identificarlos y hablar sobre sus características, insistir en que los valores están en consonancia con lo antrópico. Si bien lo humano expresa una condición de universalidad -pues es lo que es, indistintamente de su ubicación, nacionalidad, religión y características-, deben precisarse algunas coordenadas de la lectura formal de los valores, de manera que se identifique aún más el sentido de lo que se quiere plantear sobre ellos. No son los mismos valores aquellos derivados de una interpretación antropológica monista, que los derivados de una persovisión (Barrera, 2005) dualista, ni tampoco los que emanan de una comprensión dicotómica, o de una consideración atomista. Lo mismo ocurre cuando se parte de una concepción ecléctica del humano, o de una visión mecanicista. Ni qué decir si es una reflexión idealista la que determina el juicio.

Cuando se trata de lo humano y de sus valores, puede existir algún rasgo de confianza, especialmente para los románticos, pues se puede decir, grosso modo, que mientras se esté entre valores, ¿qué preocupación puede existir? ¿De qué vale discutir sobre los valores desde el punto de vista de las antropovisiones (Carlos Corsi, 1988), si definitivamente se habla de valores y los valores sencillamente son? Al respecto, se puede decir que el riesgo consiste, entonces, en la jerarquización de los mismos, en la determinación de las prioridades en cuanto a su consecución y vivencia, y en aquella sutileza interpretativa que corresponde al sesgo antropológico de la lectura de cada valor. Porque puede existir coincidencia entre los valores que propugna el existencialismo, por enunciar alguno, con los que pregona el humanismo, ya que de valores se trata al fin, pero el ordenamiento que en consecuencia corresponde es radicalmente distinto. Por ejemplo, en una ordenación materialista de los valores, la materialidad prima por sobre todas las cosas, quedando, entonces, los valores espirituales, cuando se reconocen, supeditados a dicha materialidad con el riesgo de que en la medida que se aspire a la materialidad como valor, lo espiritual perezca, dada la incompatibilidad simultánea de propósitos antagónicos. De igual manera pueden deducirse las distintas escalas de valores nacidas de otras comprensiones antropológicas. Frente al riesgo relativista presente en el estudio de los valores, conviene precisar algunos aspectos que ayuden a su identificación, a enunciar los rasgos de su teorética y su pragmática.

A la hora de vivenciar los valores en el plano de la experiencia sociológica real debe propiciarse una dinámica relacional que ampare tanto la vivencia de los valores como su progresiva comprensión. La eterna división que presenta la vida con el compendio de valores puede llevarse por delante cualquier intento que pretenda atender esta situación. Se puede tomar el caso, por ejemplo, de la gestión por valores en la actividad organizacional, debido a la falta de coherencia entre los valores que estructuralmente se pregonan y los que en la realidad imperan. Lipovetsky, al tratar de la gestión por valores, dice:
¿Qué virtud |tiene| atribuirle a la formulación de una visión común cuando ésta no evita en absoluto las prácticas de fusión y de adquisición salvaje de empresas, de reestructuraciones y de despidos más o menos brutales, más o menos masivos de personal? (2000: 273).

Hay que mantener la esperanza viva en la posibilidad de una especie de consenso real sobre los valores, una interpretación con criterio de generalización y una jerarquía que permita diacrónicamente orientar los valores como recurso para la superación personal y grupal. Así se puede aspirar a percibir el sentido del más allá, al cual los valores apuntan, pese a que no exista una única manera de entender dicho más allá. 

Valores y epistemología están profundamente relacionados

Otro aspecto interesante del estudio de los valores corresponde a su acercamiento desde el punto de vista de la gnoseología y de la epistemología. Si bien la gnoseología se orienta hacia el conocimiento en general (De Alejandro, 1974: 4ss) y la epistemología hacia el tipo de conocimiento debidamente sustentado por la actividad científica (op. cit. ídem), una postura gnoseológica aspira, entonces, a lograr una reflexión que dé respuestas desde el sentido filosófico más propicio a la cuestión de los valores, y en ese propósito la cuestión epistemológica puede producir una interferencia tal que afecta en grado sumo ese acercamiento.

Desde el tamiz epistemológico -así como ocurre con la inquietud antropológica previamente referida, sujeta a ampliación a posteriori-, el asunto de los valores es influenciado por el modelo epistémico (Barrera, 2008) desde el cual se pretende elaborar tanto su explicación, como su sentido y ordenamiento. Lógicamente, los valores vistos desde el funcionalismo, como modelo epistemológico, son explicados de manera distinta a la forma como los aborda el estructuralismo. Lo mismo ocurre cuando es el pragmatismo el que intenta identificar los valores y exponerlos como recurso cotidiano. ¿Y qué decir cuando los valores son abordados y expuestos desde el ontologismo epistemológico (Barrera, 2008), con sus innumerables variantes, o desde el naturalismo militante, o desde el realismo, el empirismo y el positivismo?

Dicho lo anterior, conviene propiciar reflexiones en torno a los dilemas que confrontan los valores en el plano existencial, incorporando por supuesto criterios tanto de orientación antropológica -en lo que respecta a la antropología filosófica-, como otros derivados de los aportes que en el contexto gnoseológico se  manifiestan como epistemología. De esta forma, se da un paso en la comprensión de los valores como expresión significativa, compleja, como realmente hay que verlos.

Práctica de la investigación y formación en valores

La práctica de la investigación ejercitada como cultura lleva a reconocer que esta corresponde a actividades que se hacen de manera puntual, con respecto a una exigencia y una situación particular de la actividad científica, en correspondencia con una linealidad que otorga sentido, dada la proyección y continuidad que ese hecho asociado con la investigación presenta. Ese concepto, el de la investigación como expresión de la cultura, lleva implícito el reconocimiento de que el esfuerzo que se hace en un momento dado se explica por la oportunidad que presenta dicho esfuerzo pero, también, por la perspectiva de futuro que contiene. Esto también tiene asidero en la dirección que el investigador tiene en la flecha del tiempo, pues la orientación de la práctica metodológica conduce hacia escenarios pretéritos y, de otro modo, a situaciones por venir.

Como cultura, la actividad científica se da de acuerdo a las características de la práctica reiterativa, marcadas por la ciclicidad y la continuidad, lo cual se expresa de mejor manera a través de la figura de espiral. Esa metáfora permite reconocer que la actividad del investigador corresponde a una dinámica circular, que al no ser repetitiva -pues la siguiente actividad o ciclo es distinto al anterior, obedecen a otros aspectos, eventos de estudio y requerimientos-, corresponde entonces a momentos y situaciones diferentes amparados por la experiencia, también por la situación presente y por los rasgos de anticipación que la investigación presenta. Desde el punto de vista metodológico, esta linealidad, circularidad y progresión se pueden apreciar, a manera de ejemplificación, como recurso didáctico, a través de la propuesta sintagmática de la metodología de la investigación (Hurtado, 2000/2009/2012), mediante el estudio de los tipos de investigación: de una instancia de investigación de corte exploratorio se pasa a investigaciones descriptivas, luego a analíticas, más tarde a comparativas, explicativas y predictivas, convergiendo luego a investigaciones proyectivas, interactivas, confirmatorias y evaluativas (op. cit.: 47/95).

Llegado este punto debe hacerse énfasis en que, como la investigación tiene como uno de sus propósitos la obtención de conocimiento distinto al ya existente, pues esa es su naturaleza, esta característica de novedad es lo que distingue la investigación, de la documentación, también la diferencia de la actualización y se distancia de una simple arqueología del saber, en términos de Foucault (2003). Se está frente a la investigación cuando uno de sus resultados, si no el más distintivo, consiste en la obtención de conocimiento novedoso.

Los valores y la investigación

El primer aspecto a dilucidar tiene que ver con las definiciones de valor y axios. Una definición previa permite asentar el camino de la reflexión, precisar criterios y evitar, a futuro en el desarrollo temático, ambigüedades. En términos etimológicos, valor remite al latín valére, que significa potente, sano y estar bueno (Corominas, op. cit.). En consecuencia, se puede definir inicialmente como valor, aquello que es bueno, como también un estado de fortaleza. Bajo esta presunción, se asocia valor con lo que potencia la condición de algo. Estas afirmaciones deben tomarse en sentido lato, sin entrar en especificidades epistémicas ni de uso, pues el dilema que se desprende de este tipo de definiciones es serio. Por ejemplo, si se acepta que valor es todo aquello que es bueno, entonces, ¿qué es bueno?, ¿qué determina la condición de bondad?, ¿quién determina el valor, o lo que se le oponga? Si se apela a una postura esencialista, valor tiene que ver con todo lo que signifique, en términos de esencia de las cosas. Si se recurre a determinar la medida del valor de forma ontologista, el valor gira en torno a lo que es algo y lo que hace que ese algo sea lo que es. Con base en esto, puede definirse, en primera instancia, como valor todo aquello que propicia que el ser sea lo que es. Esto explica el por qué el valor se asocia con lo bueno, pues antológicamente el ser tiende al bien, en lo que concierne a la búsqueda de satisfacción y de realización teleológica. Llegado este punto no faltaría quien diga que el argumento anterior puede ser explicado como representativa de interpretaciones epistemológicas determinadas…

Cuando se hace suerte de hipóstasis en cuanto al concepto de valor surgen innumerables acepciones relacionadas con lo humano, pues el valor puede tener cualidades materiales, biológicas, psicológicas, emocionales, afectivas, intelectivas y trascendentes. Puede denominarse como valor todo aquello que ayuda a la persona a ser, como tal, y como esta expresión es realmente compleja, los valores pueden ser entendidos como expresión particular de cada aspecto de la complejidad, lo que da origen a innumerables expresiones taxonómicas y, en consecuencia, una escala: valores naturales, físicos, económicos, biológicos, afectivos, intelectivos, volitivos, éticos, metafísicos...

Con respecto a axios, de donde se compone axiología, etimológicamente se considera así a algo digno, justo. En su acepción griega axioó indica “yo estimo justo” (Corominas. Monlau. Op. cit.). Y el sufijo logos, en cualquiera de sus variantes, como estudio. Axiología se considera, entonces, como el estudio de todo aquello que se considera digno y justo. Axios, como manifestación de lo correcto, o de lo que corresponde en justicia. En términos sociológicos y del derecho, axios alude a lo justo, lo que atañe a cada quien, en aras de la equidad, lo que hace que esta definición tenga un marcado acento justo y, por extensión, legalista. La axiología puede ser vista, desde esta consideración, como el estudio de los valores que corresponden en un momento y contexto, o como el acercamiento a una taxonomía social de los valores.

Como se puede apreciar, hay una evidente diferencia en estas dos expresiones -valor y axios-, que suelen presentarse como sinónimas, en el estudio de los valores. La primera, en términos de bondad y la segunda en terrenos de la justicia. La primera definición lleva a considerar los valores como todo aquello que es bueno y tiende al bien, y lo segundo lo que corresponde en dignidad y justicia. ¿Existe sinonimia entre estas dos expresiones? Pues, hilando grueso, se puede decir que sí. Pero si interesa el estudio de los valores con mayor precisión de términos, puede sostenerse que son expresiones distintas, pero perfectamente complementarias. Los valores aluden a todo aquello que tiende al bien. El axios, como lo que corresponde en justicia, lo cual, visto desde un incidente particular puede no ser del agrado de alguien, pero sí producir un bien moral. Por lo que sutilmente se sugiere que el terreno de los valores es teleológico y el del axios es ético. Sin embargo, para efectos de la presente consideración, se habla de valores en referencia a lo que ya se ha dicho: como todo aquello que es bueno, en atención al principio aristotélico de que todas las cosas tienden al bien (2005). Y axios, como acercamiento a la correspondencia entre las cosas y su finalidad, por vía de los hechos morales.

Conviene advertir que en el presente estudio se alude en todo momento a valor y a valores, prefiriéndolos a la expresión axiología, por propósitos didácticos. Sin embargo, esta decisión no impide que esté presente la inquietud acerca de si eso que se considera bueno (valor), es también justo (axios), sabiendo además que la justicia también es considerado un valor. ¿Hay una sinécdoque implícita en la noción de axios? ¿Hay una circularidad implícita entre los dos conceptos?

La práctica científica para la formación en valores
El proceso de investigación, entiéndase aquel que se realiza en nombre de la ciencia, la filosofía y el conocimiento -a veces en condición de investigador, tutor, asesor, como también de gestor, orientador, consultor y docente, y de quienes asumen la actividad de la ciencia como cultura-, constituye excelente oportunidad para la formación en valores. Un buen investigador, en consecuencia, amén de cumplir con propósitos de sistematización y formalización del conocimiento, contribuye con la forja de la personalidad, puede crecer en cuanto persona y puede propiciar que esos logros y esa formación estén en correspondencia con la condición relacional y societaria, propia de la actividad científica. En consecuencia, la didáctica de la investigación también lo es de los valores, si se tiene en cuenta que esa formación valorativa corresponde -axiológicamente hablando- tanto a quien orienta los procesos formativos científicos como a quienes se involucran de distinta manera en ellos. Porque los valores tienen una característica muy representativa, como lo es la alteridad: nadie se forma en valores de manera absoluta e independiente. La formación en valores ocurre en la mutualidad, según la condición histórica, en el devenir, con base en la condición antropológica relacional, muldimensional y compleja. 
¿Cuáles valores, entonces, pueden manifestarse o estar determinados por la práctica investigativa, como parte del proceso formativo? Pues prácticamente todos. Sin embargo, se puede hacer énfasis en unos y otros, sin que la mención y estudio consiguiente, en el caso de esta reflexión, signifiquen ni prioridad, ni jerarquía, ni subordinación, ni prelación. El enunciado de valores que sigue simplemente es de carácter aleatorio, y está destinado a propiciar la reflexión sobre la dimensión axiológica y valorativa de todo acto de investigación, a fin de potenciar sus efectos y ayudar a descubrir algo muy especial: la actividad científica es muy importante en la tarea de configurar el intangible cultural que marca la diferencia entre hacer investigación como rutina o hacerla como práctica axiológica.

Esa actividad de cultura de la investigación, como praxis de los valores, tiene implícita la posibilidad de participar de la actividad creativa de la investigación, de manera especial: como ciencia. La investigación como ciencia se constituye en una forma concreta de apreciar la vida, de orientar la persona hacia los aspectos que le permiten descubrir el sentido de la cosas y de definirse profesionalmente, en cualquiera de los ejercicios disciplinarios. Al desarrollarse la actividad científica como cultura y al ejercitarse la investigación como ciencia se participa de una dinámica muy particular del conocimiento, pues siempre se ansía saber, siempre hay posibilidades de conocer, de efectuar descubrimientos, de desarrollar inventos, todo ello con base en los procesos metodológicos, según los tipos de investigación, de acuerdo a los diseños, teniendo en cuenta los abordajes, según las aplicaciones técnicas y tecnológicas correspondientes, en atención a la pregunta de investigación, a los objetivos general y específicos, de acuerdo al modelo epistémico y los propósitos de contexto...

Valores y más valores

Innumerables valores se manifiestan a la hora de precisar cuáles de ellos son los que permiten comprender de mejor manera la investigación como cultura. Este surgimiento no puede ser trabajado mediante cualidades binarias, como por ejemplo lo cualitativo ni lo cuantitativo, pues el estudio y comprensión de los valores superan suficientemente el problema de cuántos son y de qué tratan. Más que asunto numérico y semántico, corresponde el estudio de los valores a una combinatoria de múltiples variables, de diversas consideraciones que permiten, en un momento dado, el desarrollo de una apropiada escala, a fin de entrar entonces en terrenos axiológicos. Pero como hasta el momento de trata de enunciar algunos de ellos, entre tantos, se pueden considerar los siguientes:

Disciplina

La disciplina constituye un valor que subyace en toda investigación por cuanto exige al investigador fijarse normas, precisar pautas a seguir, y a llegar a acuerdos al respecto. Este propósito es importante pues de la determinación de formas y preceptos, y de su observación, por lo demás rigurosa, depende en múltiples oportunidades el feliz término de la misma. Este valor, por supuesto, tiene efectos en otras actividades y ocupaciones del investigador, debido también a que la gestión en torno a la ciencia impacta todas las demás actividades.

Responsabilidad

La responsabilidad es un valor que alude a la necesidad de corresponder con propósitos y acciones a las tareas y esfuerzos que se emprenden, en este caso, con fines científicos.  Se mide la responsabilidad por la actitud del investigador frente a sus acciones y por la forma como responde a sus efectos. Este valor es determinante en toda investigación, pues así como la gestión científica tiene beneficios y otorga privilegios, necesariamente contiene responsabilidades a las cuales todos, en la medida de su implicación, deben acometer. En materia de deberes y derechos, toda persona es socialmente corresponsable y en términos de investigación la responsabilidad es concomitante con sus procesos y efectos (Jorge Yarce, 2009: 76).

Confianza

El valor de la confianza es significativo en todo proceso humano y social, y de particulares efectos en la actividad científica. Se puede entender la confianza como una forma de involucramiento activo en la actividad científica a partir de la certeza de lo que se hace, ya sea por su naturaleza, por los efectos, por los propósitos o por quienes participan de ello. Fortalece la confianza el investigador a medida que ve sus productos y aprecia su actividad por sus efectos. Pero también, en la forma que de manera personal cree en lo que hace y en la importancia de los propósitos de investigación. Si un buen investigador fortalece la confianza, este valor potencia las actitudes y permite una mejor toma de decisiones. Al respecto es válida la afirmación de Adela Cortina cuando sostiene que la confianza es “elemento esencial de las relaciones sociales y económicas” (2003: 195), como también que sin ella “no pueden funcionar ni las interacciones sociales ni las organizaciones e instituciones en las que se apoyan” (op. cit.: 195).

Constancia

Si bien la constancia puede ser apreciada como firmeza, como continuidad y empeño, una acepción posterior de corte positivista ha delineado la idea de constancia como verificación, por asociarla con constatación. Si embargo, son cosas distintas. La constancia como valor alude a la capacidad que se tiene de permanecer en el empeño a fin de lograr los propósitos. Tiene que ver con la necesidad del investigador de mantener sus decisiones, sin desmedro de los cambios que tenga que efectuar en momentos determinados, a fin de fortalecer su proceso científico en la medida que obtiene logros y afina sus opciones. De ahí que la constancia tenga visos de perseverancia, lo que exige actitud favorable, conocimiento, motivación y decisión, y repercuta en la formación de la personalidad y del carácter. Con constancia se templa el investigador y aprende que hay cosas que sólo se logran en la medida que se empeña, que hace esfuerzos y se abstiene de ciertas cosas, evita ciertas decisiones, favorece otras, y se exige a sí mismo.

Paciencia

La paciencia constituye un valor que lleva al investigador a soportar dificultades, incomprensiones y situaciones complejas, motivado por la convicción de que superadas tales situaciones el conocimiento que se genera justifica plenamente tales circunstancias. Implica una noción de padecimiento, de sacrificio, por lo que puede asociarse la paciencia con la actitud estoica. Claro, no se trata de un sacrificio extremo sino de una actividad caracterizada por la determinación de llevar adelante los propósitos científicos, pese a las dificultades e incluso el dolor que ciertas situaciones en un momento dado puedan generar.

Oportunidad

La oportunidad constituye un valor digno de tenerse en cuenta en lo que concierne a la ciencia y la investigación, dada su naturaleza. Se da por lo regular de manera sincrónica, en momentos y situaciones particulares, por sus rasgos de constante espaciotemporal. En cada momento, fase y estadio de la investigación la oportunidad está presente. Corresponde al investigador aprovecharla para su iniciativa. La oportunidad tiene que ver con el kairós, entendido como el momento oportuno, el tiempo en el que tienen que ocurrir las cosas (Marramao, 2009. Kerkoff, 1997). El efecto kairológico prepara al investigador para que reconozca que en todo momento y situación existe una oportunidad privilegiada para algo, pasada la cual, si no es aprovechada, se pierde, circunstancia entonces que afecta lo demás. El kairós, que en sentido griego puede ser visto como la circunstancia real que ampara los propósitos en momentos muy particulares, advierte sobre la necesidad de tomar decisiones y de actuar cuando corresponde, a fin de atender la investigación con sentido histórico de oportunidad, y a fin de evitar vacíos y ausencias. He ahí también presente el requisito de pertinencia: debe estar en relación a un contexto, a una situación y debe obedecer a un momento justo.

Conocimiento

El conocimiento, como valor fundamental en el desempeño profesional, es prioritario, de acuerdo a la valoración que se hace de la actividad científica. Se ha dicho: la investigación para que sea considerada de esa manera debe proveer conocimiento. Y como se ha insistido, ese conocimiento tiene una peculiaridad: debe ser novedoso. De ahí que se diferencie el proceso de investigación -la modalidad científica de la búsqueda del conocimiento-, de otras formas cercanas al conocimiento, también importantes, expresada formalmente como monografía, ensayo, inventos, proyectos factibles, los proyectos urgentes, entre otros. Sin embargo, se está ante la investigación y sus efectos cuando el aporte y los resultados tienen como propiedad la innovación, la novedad en grado de conocimiento. Cuando esto ocurre, deja de ser el esfuerzo solamente un buen ejercicio de arqueo de fuentes o de actualización documental e informativa, por constituirse en una actividad de indagación que produce y hace ciencia.

Economía

La economía, que por lo regular suele asociarse con ingresos y egresos, con la actividad de registro mercantil, debe ser entendida como la capacidad que tiene el investigador de administrar recursos, de prever acciones, de planificar y de configurar una propuesta estructural y organizacional que le permita cumplir con su actividad científica, con las repercusiones que tal ocupación tiene en otros temas, tareas y emprendimientos. De ahí que se deba entender la ikonomia como la actividad que con criterio gestáltico el investigador emprende a fin de propiciar que con recursos, estrategias, planes y un adecuado diseño de su actividad pueda rendir frutos. Por eso la economía, es fundamentalmente organización. Para ello, el investigador acude a su ingenio, a su pericia, a fin de rendir y alcanzar metas, por lo que emprende acciones y toma decisiones que le permitan, por un lado, minimizar gastos y, por el otro, maximizar efectos. Si el investigador no es económico, si no se organiza de manera adecuada, difícilmente puede desarrollar investigaciones y administrar tanto recursos, como posibilidades y efectos.

Coopetitividad

La coopetividad constituye un valor nacido de la capacidad competitiva de cada quien en relación con la condición relacional, sociológica y cooperativa. La expresión desarrollada por Ray Noorda (c. p. Leonel Cezar Rodrigues, 2007. Sánchez, Luis Rodolfo. 2009), alude a la capacidad y a veces necesidad de las personas de cooperar a fin de establecer condiciones de competencia que justifiquen propósitos también comunes, como ocurre en el caso de los juegos system on line. La combinatoria de asociatividad y competencia da como resultado una relación más dinámica de la que aisladamente indiquen las palabras competencia y cooperación. Coopetitividad alude a la unidad que tienen las competencias y la colaboración, pues competencias sin cooperación puede conducir a una práctica egoísta. Al respecto, es bueno señalar que se entiende por competitividad el valor que propicia que cada investigador potencie su capacidad, valores y actitudes a fin de lograr sus propósitos de realización personal y profesional. Y si estos propósitos los propone desde la solidaridad y la cooperación, entonces se está en terrenos de la coopetitividad. Este aspecto es crucial e importante porque un buen investigador está obligado a formar equipos, a trabajar con otros y a favorecer con sus trabajos a los colectivos, en correspondencia, además, con la dimensión social de su trabajo, sin perder de vista en todo momento, por supuesto, su perspectiva de ciencia, investigación y metodología. La solidaridad debe inspirar la competitividad y debe ser vista como patrimonio de la humanidad, en la afortunada expresión de Luis José González (2004: 101), dada la implicación humana y universalista suya.

Productividad

El valor del trabajo medido por su productividad es un aporte significativo de la actividad científica. Esa productividad se manifiesta de diversas maneras, a través de ideas, reflexiones, operacionalizaciones, abstracciones, descripciones, teorías y otros recursos. Muchos de los efectos productivos se presentan como documentos, artículos y compendios. Es la productividad en investigación la que explica la afluencia de artículos científicos, la existencia de blogs de orientación académica, la elaboración de software, los diseños metodológicos, los análisis, ensayos, libros… La investigación como cultura prepara al investigador para la cultura del trabajo, dada la inmensa actividad que se cumple y las innumerables evidencias que se generan. Los efectos  llevan a medir dicha ocupación por los productos, algunos de los cuales ameritan el resguardo legal por vía de patentes, registros de derechos de autoría y procedimientos similares. Al estar en la tónica de la producción, el investigador sale del círculo vicioso del consumo, pues tiene cierta capacidad productiva que lo libera de esa condición.

Identidad, mismidad

El principio de identidad alude a variados aspectos, entre ellos la percepción del sí mismo y la convicción de esa percepción con base en la naturaleza relacional de dicha percepción. Es mediante la condición relacional que se tiene una afirmación de lo que se es, afirmación que se perfila con el tiempo y en la medida que transcurre la vida. De ahí que la gestión de investigador evoluciona en el tránsito de la actividad que se cumple, correspondiendo su calificación a un momento dado de su identidad, en correspondencia con las tareas cumplidas y por cumplir. Esa identidad permite profundizar en la convicción personal, y en la profunda percepción de dicha identidad, como investigador o investigadora, cosa que favorece la mismidad, la cual constituye la convicción propia y la aseveración de lo que se es, como experiencia interior. Esa progresión de la naturaleza científica potencia tres aspectos complementarios de la identidad y de la autodiferenciación psicológica, como lo son la autoestima, la autoimagen y el autoconcepto. Hurtado (1999) lo especifica así: la autoestima permite que cada quien se aprecie mejor en su condición de investigador, la autoimagen permite proyectar ante otros esa cualificación de investigador y el autoconcepto propicia la configuración de ideas y afirmaciones en torno a la propia identidad, en este caso como investigador.

Libertad

Una de las experiencias más gratas de la actividad científica tiene que ver con la libertad. El ejercicio de la ciencia debe, aún en su rigurosidad, disciplina y exigencia, constituir una experiencia soberana que permita al investigador, primero, decidir en cuanto lo que quiere investigar, segundo, diseñar su propio proceso metodológico y, tercero, acceder al conocimiento que la investigación provea, a fin de proceder con sus propias conclusiones y las valoraciones que la actividad científica permita. La actividad científica debe verse como extensión de las facultades, derechos y potencialidades humanos, por lo que debe en todo momento amparar los valores, derechos y privilegios. Nada que se haga en nombre de la investigación debe atentar contra el humano, representado en la figura del investigador, del asesor y tutor, como también del colectivo en el cual cada proyecto se inscribe. La libertad es una condición necesaria que favorece el desarrollo científico. Corresponde a todos velar porque este valor siempre ocupe sitial de privilegio. Hay que decirlo: la investigación es otra manera de decir libertad.

Referencias            
Aristóteles. 1988.  Lógica. Barcelona: Orbis.  
Ballestrini Acuña, Mirian. 2001. Cómo se elabora el proyecto de investigación. Caracas: Servicio editorial.
Barrera Morales, Marcos Fidel:
            2013. Hologogía. Caracas: Quirón.
            2010: Planificación prospectiva y holística. Caracas: Quirón.
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[1] Aspectos desarrollados en el programa para formación de tutores e investigadores de Ciea-Sypal, cumplido en el marco de acuerdos con universidades de Venezuela, 2013-2014. IV Jornadas Internacionales Cultura investigativa, valores y actitudes hacia la investigación. Caracas, 2009. Universidad Católica Andrés Bello, Aula Magna
The teaching of values through the indagation as culture of investigation
Investigating, when its done in the best way possible, constitutes an ocasion of privilege to boost the teaching of values and an ideal tool to bring about the modeling of personality and social coexistence. This purpose must be asociated with aspects that make of values a complex task, same as antropologic precisions, epistemologic considerations and the needed definition of an axiologic set.

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