martes, noviembre 26, 2013

La espera


Marcos Fidel Barrera Morales

Dedicado a Bily Yaneth, Pedro Rafael, Yohanna Iraís...

JJ a orillas del río Orinoco, Tucupita, Venezuela.
                  
                     La espera corresponde a la actividad que se cumple signada por el deseo del encuentro. De eso se trata. Si no hubiese la posibilidad -la esperanza, el deseo del encuentro-, la espera sería otra cosa. Sin embargo, la sola espera no garantiza el encuentro, obviamente, pues esta no es un asunto causal: ¡no por mucho esperar se garantiza el encuentro! De ahí que la espera, más que hallazgo, es vivencia. Es la experiencia de saberse esperando, de saborear el anhelo, el motivo de lo deseado, y recrearse en esa posibilidad… aunque no ocurra el encuentro. Aún más, para la espera, el encuentro es la muerte. Acaso, ¿encontrando, tiene sentido proseguir la espera?

             Quienes esperan viven las vicisitudes propias de tal situación: ansiedad, anhelo, deseo, motivación, impaciencia, imaginación… De las experiencias humanas, la espera es una de las que más emociones guarda. Si ocurre el encuentro, este produce el estallido de lo anhelado: lágrimas, alegría, risas, llanto, felicidad. Si no ocurre, la espera se desgrana en falsas oportunidades, en espejismos, ilusiones, visualizaciones… hasta desembocar en soledad.

                     Saber manejar la espera es asunto significativo. Pues, así como es importante en la vida –es bueno recordar que el humano viene de una espera-, corresponde a cada quien la oportunidad de su propio turno. Es que en cada espera cada quien, en el fondo, se encuentra consigo mismo.

                  Entre tantos asuntos relacionados con la espera, vale la pena diferenciar aquellos que forjan la esperanza, de los que conducen a dos situaciones de fuerza: el desespero y la frustración. Sobre estas modalidades de la espera hay que trabajar muy bien, pues es evidente que esta tiene sentido porque remite a una persona, a una vivencia, a una experiencia. Y si se forja una espera sobre encuentros, circunstancias o hechos que nunca ocurrirán, entonces, no se está ante la espera, sino ante una desviación de la misma que tiene varios nombres: engaño, autoengaño, sofisma, falacia, incertidumbre… alienación.

             Es de humanos esperar, así como también hacer de la espera un motivo real de felicidad, de verdad y realización. Porque la espera esconde algo muy propio de ella: la actividad. La espera mayor es aquella que se realiza en la medida de los propósitos, de las definiciones, de las tareas... Es la espera activa –la que produce, la que resuelve, la que anticipa- la que en fin de cuentas ampara lo que la motiva: el encuentro.

Caracas. Noviembre de 2013
15’

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