Marcos Fidel Barrera
Morales
@Marfibamo
El trabajo solidario siempre está presente (foto SC). |
(Texto tomado del libro Cómo elaborar proyectos urgentes, 2013. Caracas, Quirón).
Una de las preocupaciones que suscita el trabajo social y
comunitario en lo que atañe a resultados, especialmente en contextos donde los
líderes, dirigentes y colectivos trabajan para lograr propósitos de
reinvindicación, también de asociación y especialmente de continuidad, estriba
en las formas ideológicas de amarre conceptual que en un momento determinado
afectan necesariamente la labor asociacionista. Esta preocupación obliga a un
deslinde terminológico que lleve a diferenciar semánticamente las expresiones cónsonas con los propósitos
de solidaridad, de las alusivas a efectos contrarios. Tal es el caso de la
palabra participación, de impronta griega, la cual se explica en relación
con la comunión, asociación, relación, inserción.
La evolución del término participación ha conducido a hacer
énfasis en un aspecto fundamental de la actividad asociativa, como lo es tomar
partido, tomar parte de, lo cual conlleva el sesgo cartesiano de la división,
por lo que la participación ha estado derivando hacia la acción de tomar parte
de, con base en la aceptación implícita y tácita de que si se toma parte de
algo, es porque hay separatividad. Luego, importa la parte, más no necesariamente
el todo. Y si la actividad se centra en la parte, más no en el todo, el trabajo
de participación conlleva la carga ideológica de la disolución de la totalidad,
con base en el énfasis en la particularidad, vista más como fragmento de la
totalidad, lo que hace cierta la contradicción que el término conlleva, la cual
se puede plantear en los siguientes términos: la participación lleva
sustancialmente la acción partir, la tarea de fragmentar algo, a fin de
insertarse colectivamente en una causa, o en una actividad exclusivamente
comprometida con los vinculados en dicha participación, distinta a la que
ocurre en otro colectivo. Esto disuelve radicalmente la comunión. Esto explica, por ejemplo, la noción de
partido, en términos políticos, donde la unidad social o la ambigüedad general
de la sociedad se fracciona una vez ocurre una distinción llamada tendencia, en
la cual caben militantes y adherentes, pero los demás quedan excluidos…
Es obvio, entonces, apreciar cómo el trabajo que se hace en
nombre de la participación conlleva la necesidad de fragmentar, lo cual es
una contradicción. La tan pregonada participación exige la
división del todo a fin de comprometer esa fracción en una actividad social (clase, grupo), religiosa (iglesia), política (partido) o económica que, si bien puede ambicionar lo
mejor para sus intereses, visto desde la totalidad, es fractura. ¿Qué decir,
entonces? ¿Cómo denominar ese deseo de inserción, de común-unidad y de
solidaridad, implícitos en los propósitos asociacionistas? Pues, la respuesta no es fácil, pero la tarea
de precisar una semántica que disuelva esta contradicción, está planteada. Lo
cierto es que lo recomendable es dejar a un lado la palabra participación -comprendida
ahora como tomar parte de, división, acción de fraccionar en aras de una
falsa totalidad-, a fin de buscar una
expresión que no contradiga el propósito unitario, pues es absurdo plantear que
la unión que se quiere de la totalidad se logra en la disolución de la misma
totalidad, al carecer los proyectos y los propósitos de una percepción amplia,
universal, unitaria y holista, en grado sumo, de las cosas...
Fuente: Barrera Morales, Marcos Fidel. 2013. Cómo elaborar proyectos urgentes. Caracas: Quirón.
¡saludos prof! me gusta este planteamiento, me inquieta, me hace ruido. Estaré atenta a este trabajo, quiero leerlo...éxito a quienes lo realizan..
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