Marcos Fidel Barrera Morales
Este tema de
las ideas lo desarrolla el autor con más detalle en su libro El intelectual y las ideas. Bogotá:
Quirón. La presente es una reflexión de rasgo sinóptico.
Las ideas son motores de cambio, de realización, de estímulo y
transformación. Sin embargo, también son excusa para retrasos, desviaciones e,
incluso, persecuciones. El tránsito de las ideas es, por lo demás, muy curioso:
inician de una manera, culminan de otra. En la vida humana, en el desarrollo de
las organizaciones, experiencias e instituciones, las ideas presentan procesos
muy particulares, pues en un momento se exponen como avanzadas del conocimiento
y luego, en otra oportunidad, las mismas ideas se presentan como freno e
incluso regresión. [Siga leyendo]:
Estudiar las ideas, saber su origen, identificar su conformación,
precisar su oportunidad e importancia, es tarea necesaria en la dinámica social
e intelectual. Así como también lo es saber efectuar la crítica respectiva ya
que, en medio de todo, las ideas, ideas son.
Proceso de las ideas
Las primeras a ser consideradas en esta reflexión son las ideas evolucionarias, aquellas derivadas
del estudio y observación de la naturaleza, de sus procesos y condiciones.
Tienen que ver las ideas evolucionarias con las etapas naturales de
crecimiento, con el desarrollo de los eventos que advierten sobre la existencia
de una condición natural, una predisposición de ambiente, hábitat y relación,
suficientemente capaces de generar conocimiento. A la manera de los antiguos
cuando advertían que natura enseña.
Ideas evolucionarias, por ejemplo, son las derivadas de la observación
de la naturaleza. Entre tantas: El todo es relación. La ciclicidad de la vida.
La calma es anterior a la tempestad. Una chispa puede encender la pradera. Las
estaciones regulan la naturaleza. Hay un tiempo para cada cosa. La pubertad
anuncia la adolescencia…
Allí, en donde las ideas evolucionarias no se cumplen, emergen las ideas revolucionarias. Estas son
capaces de acelerar procesos evolucionarios, producir situaciones demandadas,
transformaciones requeridas, logros otrora fallidos. Si las ideas
evolucionarias no se atienden, si en un contexto cualquiera de la evolución de
las cosas no ocurren las situaciones que naturalmente deben venir, en términos
de la naturalidad y de las circunstancias históricas, entonces, surgen las ideas revolucionarias. Estas ideas son capaces
de motivar la actualización de las condiciones evolucionarias, lo que propicia
las luchas en pro de las ideas que preconizan, por ejemplo, la justicia, la
equidad, la correspondencia, el equilibrio, la gestión, la cogestión… Una idea revolucionaria
puede tener tanta fuerza y tanta preponderancia, que la misma es capaz de
generar situaciones novedosas, transformaciones complejas, cambios y procesos inimaginados.
Las ideas revolucionarias se caracterizan por la fuerza, el dinamismo, la
emotividad. Sus resultados se palpan en obras, en logros, en realizaciones, en
actualizaciones en torno a los requerimientos presentes y futuros… Luego, es la
justicia, la equidad, el equilibrio, la satisfacción, entre otros aspectos, su
métrica.
Lo curioso del desarrollo de las ideas es que, una vez obtenidos los
cambios propiciados por las ideas revolucionarias, estas ideas se atenúan y se
convierten en ideas renovadoras. En
este momento ya no hace falta la revolución, pues instituido el orden deseado,
entonces, corresponde mantenerlo siempre vivo. De ahí que las ideas
revolucionarias se convierten en renovadoras, siendo de estas la pretensión de actualizar la imagen, dinamizar los procesos y vivificar las condiciones. Las ideas
renovadoras se soportan en la imagen del cambio, crean la ficción de las
transformaciones, casi a la manera gatopardista: propiciar cambios para que
todo siga igual. Es importante tener presente que las ideas renovadoras no
desean el cambio, sino que pretenden el mantenimiento del statu quo. Expresan cierta tendencia inercial derivada de las
transformaciones, destinada a mantener los procesos y los contextos, siempre
con la intención de remozar y generar una percepción de actualización, de cambio.
Sin embargo -es necesario insistir-, no son gestoras de cambio: sólo de
renovación de imagen de lo ya instituido.
En la oportunidad en que se expresa socialmente la necesidad del cambio,
así como también debido al uso utilitario de los procesos, recursos y técnicas
del orden, suelen expresarse también las ideas
innovadoras, destinadas estas a potenciar el conocimiento, a perfeccionar
la sociedad, magnificar procesos, optimizar rendimientos y minimizar procedimientos.
Las ideas innovadoras constituyen una forma dinámica, progresiva, actualizada, a
fin de propiciar en la marcha las modificaciones, ajustes y requerimientos.
Estas ideas mantienen su vigencia por la inmediatez de sus efectos. Uno de los
riesgos mayores de las innovaciones radica en la ausencia de perspectiva de
futuro a largo plazo, pues la innovación apunta a un presente indefinido. Las
ideas innovadoras motivan, dinamizan, ocupan y dan respuesta a requerimientos
concretos, de manera efectiva. En ello está su fuerza.
Tanto las ideas renovadoras como las ideas innovadoras con el pasar del tiempo
se convierten en ideas conservadoras.
Estas ideas están llamadas a propiciar que las cosas se mantengan, que el sistema
se prolongue indefinidamente. Constituyen maneras muy eficientes para la
validar el orden. En el fondo, lo que importa es que las cosas instituidas se
mantengan, pervivan, frente a cualquier otra opción que tienda a modificarlas. De
las ideas conservadoras surgen los dogmas, principios férreos, cuasi inmutables
por los cuales la sociedad, la persona, las instituciones se rigen, con
carácter de fuerza, de ley. Las ideas dogmáticas constituyen artículos de fe. Implican
obediencia y expresan de manera circular, cerrada y enfática los postulados de
lo que se pretende conservar.
Las ideas conservadoras generan cierta sensibilidad, que con el tiempo
permite descubrir su mutación hacia las ideas
reaccionarias. Como su nombre lo dice, reaccionan, se enfrentan a ideas,
valores, actitudes y acciones asociados a tendencias diferentes, ahora consideradas
peligrosas. Las ideas reaccionarias estimulan la intransigencia, la
intolerancia y sustentan variadas acciones de rivalidad, hostigamiento y
persecución. Es propio de las ideas reaccionarias estimular la agresividad y
potenciar las acciones determinadas por la hipersensibilidad emocional, lo que
se traduce en pasajes de terror, dolor y temor de quienes pueden en un momento
dado encarnar otras ideas.
En una fase aguda, las ideas reaccionarias se convierten en ideas retardatarias. Estas ideas se
oponen radicalmente a lo que en el marco suyo consideren adverso, por lo que
justifican el empleo de diversos recursos destinados a frenar cambios y anular
propósitos. Estas ideas se expresan de manera extremadamente sutil: en
oportunidades como ironía y mordacidad y, en otras, como escepticismo. De igual
manera se escudan en el exceso de criticidad, también en la capciosidad y en la
ambigüedad. La desconfianza que las ideas retardatarias generan pretende justamente
neutralizar las demás ideas, conminándolas al estado de inmovilidad griega
conocida como ataraxia: no hacer, no
pensar… sólo observar. Cuando las ideas viven su tránsito hacia lo retardatario
es porque están siendo observadas desde ideas evolucionarias, revolucionarias e
innovadoras, capaces estas ideas de generar nuevas posibilidades y de interpelar
las ideas ya existentes. Las ideas retardatarias ralentizan los procesos, ponen
freno a las iniciativas, niegan los desarrollos, impiden las acciones, afectan
las motivaciones y las aspiraciones de progreso y de cambio.
Las ideas retardatarias corren el riesgo de derivar rápidamente hacia
las ideas regresivas. Estas son
ideas que pretenden volver a estados anteriores, en oposición al ritmo normal
de la historia. No buscan el mantenimiento de un orden, sino volver a tiempos
idos, a épocas pretéritas. En las ideas regresivas es el pasado el dueño de las
ideas, de los propósitos, de los afectos y del imaginario. Por lo general,
gestionan un estado de desorden y propugnan rechazo al presente y al pasado
inmediato, a fin de buscar otro antecedente mítico, lejano, el cual se propone
como ideal. Son involutivas: más que tener futuro, tienen pasado, y son
extremadamente activas en el propósito de conseguirlo (el retorno al pasado). Sin embargo, por ese
anhelo de pasado, son muy difíciles de enraizarse en un presente, de manera
natural, por lo que deben apelar a la fuerza.
Reflexiones
Son varios los dilemas que el estudio de las ideas propone, pues,
sabiendo de dónde vienen y para dónde van se pueden efectuar predicciones,
anticipaciones y modificaciones. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla, ya
que no existe una linealidad exclusiva en el devenir de las mismas. La
geometría de las ideas, más que estar asociada con un punto o con una línea,
corresponde más a un efecto nodal: son variadas las opciones que un desarrollo
de ideas puede generar, en un lugar y momento determinados. Sin embargo, aún
así, en medio de su complejidad sí hay formas de predecir, advertir, anticipar.
Por ejemplo, algunos procesos sociales, políticos y también organizacionales surgen
más de ideas visionarias, que de
otra índole. Estas, luego de precisar un orden determinado, se desarrollan como
conservadoras. También se pueden estudiar procesos en los cuales a las ideas
innovadoras le siguen las ideas
desviacionistas: porque las hay que desvían los procesos evolutivos
sociales y comprometen a conglomerados y pueblos en senderos que con el
transcurrir del tiempo se descubren como extravíos de la historia. En estos casos,
cuando la sociedad cae en cuenta de ello, comprende dramáticamente que debe
buscar los atajos necesarios a fin de adelantar el tiempo y descubrir maneras
sociales más ajustadas… ¡Y a qué costo!
La clave está, entonces, en conocer las ideas y saber cuáles representan
una u otra tendencia. También, en saber ubicarlas en la oportunidad en la cual
se suscitan los eventos y, con base en este conocimiento, discernir, orientar,
proponer, así como también abstenerse, si es el caso. Cuando no corresponda denunciar,
advertir, llamar la atención... o crear.
Lo importante del estudio de las ideas radica tanto en su significación
como en su complejidad. Deben tenerse presentes en la formación intelectual de los
profesionales, especialmente en estudiosos de la política, de la sociedad, de
la economía, de la historia, de la ciencia, de la investigación, también de la
filosofía y de la profunda psicología humana. Con una exigencia siempre
presente: la de estar atentos al devenir de las ideas, para percibir la fuerza de
la innovación, del cambio, de la evolución… o el riesgo de la regresión, la demora,
la desviación.
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