domingo, marzo 30, 2014

Ideas evolucionarias, conservadoras, innovadoras, regresivas...


Marcos Fidel Barrera Morales


Este tema de las ideas lo desarrolla el autor con más detalle en su libro El intelectual y las ideas. Bogotá: Quirón. La presente es una reflexión de rasgo sinóptico.


Las ideas son motores de cambio, de realización, de estímulo y transformación. Sin embargo, también son excusa para retrasos, desviaciones e, incluso, persecuciones. El tránsito de las ideas es, por lo demás, muy curioso: inician de una manera, culminan de otra. En la vida humana, en el desarrollo de las organizaciones, experiencias e instituciones, las ideas presentan procesos muy particulares, pues en un momento se exponen como avanzadas del conocimiento y luego, en otra oportunidad, las mismas ideas se presentan como freno e incluso regresión. [Siga leyendo]:

Estudiar las ideas, saber su origen, identificar su conformación, precisar su oportunidad e importancia, es tarea necesaria en la dinámica social e intelectual. Así como también lo es saber efectuar la crítica respectiva ya que, en medio de todo, las ideas, ideas son.

Proceso de las ideas
Las primeras a ser consideradas en esta reflexión son las ideas evolucionarias, aquellas derivadas del estudio y observación de la naturaleza, de sus procesos y condiciones. Tienen que ver las ideas evolucionarias con las etapas naturales de crecimiento, con el desarrollo de los eventos que advierten sobre la existencia de una condición natural, una predisposición de ambiente, hábitat y relación, suficientemente capaces de generar conocimiento. A la manera de los antiguos cuando advertían que natura enseña.
Ideas evolucionarias, por ejemplo, son las derivadas de la observación de la naturaleza. Entre tantas: El todo es relación. La ciclicidad de la vida. La calma es anterior a la tempestad. Una chispa puede encender la pradera. Las estaciones regulan la naturaleza. Hay un tiempo para cada cosa. La pubertad anuncia la adolescencia…
Allí, en donde las ideas evolucionarias no se cumplen, emergen las ideas revolucionarias. Estas son capaces de acelerar procesos evolucionarios, producir situaciones demandadas, transformaciones requeridas, logros otrora fallidos. Si las ideas evolucionarias no se atienden, si en un contexto cualquiera de la evolución de las cosas no ocurren las situaciones que naturalmente deben venir, en términos de la naturalidad y de las circunstancias históricas, entonces, surgen las ideas revolucionarias. Estas ideas son capaces de motivar la actualización de las condiciones evolucionarias, lo que propicia las luchas en pro de las ideas que preconizan, por ejemplo, la justicia, la equidad, la correspondencia, el equilibrio, la gestión, la cogestión… Una idea revolucionaria puede tener tanta fuerza y tanta preponderancia, que la misma es capaz de generar situaciones novedosas, transformaciones complejas, cambios y procesos inimaginados. Las ideas revolucionarias se caracterizan por la fuerza, el dinamismo, la emotividad. Sus resultados se palpan en obras, en logros, en realizaciones, en actualizaciones en torno a los requerimientos presentes y futuros… Luego, es la justicia, la equidad, el equilibrio, la satisfacción, entre otros aspectos, su métrica.
Lo curioso del desarrollo de las ideas es que, una vez obtenidos los cambios propiciados por las ideas revolucionarias, estas ideas se atenúan y se convierten en ideas renovadoras. En este momento ya no hace falta la revolución, pues instituido el orden deseado, entonces, corresponde mantenerlo siempre vivo. De ahí que las ideas revolucionarias se convierten en renovadoras, siendo de estas la pretensión de actualizar la imagen, dinamizar los procesos y vivificar las condiciones. Las ideas renovadoras se soportan en la imagen del cambio, crean la ficción de las transformaciones, casi a la manera gatopardista: propiciar cambios para que todo siga igual. Es importante tener presente que las ideas renovadoras no desean el cambio, sino que pretenden el mantenimiento del statu quo. Expresan cierta tendencia inercial derivada de las transformaciones, destinada a mantener los procesos y los contextos, siempre con la intención de remozar y generar una percepción de actualización, de cambio. Sin embargo -es necesario insistir-, no son gestoras de cambio: sólo de renovación de imagen de lo ya instituido.
En la oportunidad en que se expresa socialmente la necesidad del cambio, así como también debido al uso utilitario de los procesos, recursos y técnicas del orden, suelen expresarse también las ideas innovadoras, destinadas estas a potenciar el conocimiento, a perfeccionar la sociedad, magnificar procesos, optimizar rendimientos y minimizar procedimientos. Las ideas innovadoras constituyen una forma dinámica, progresiva, actualizada, a fin de propiciar en la marcha las modificaciones, ajustes y requerimientos. Estas ideas mantienen su vigencia por la inmediatez de sus efectos. Uno de los riesgos mayores de las innovaciones radica en la ausencia de perspectiva de futuro a largo plazo, pues la innovación apunta a un presente indefinido. Las ideas innovadoras motivan, dinamizan, ocupan y dan respuesta a requerimientos concretos, de manera efectiva. En ello está su fuerza.
Tanto las ideas renovadoras como las ideas innovadoras con el pasar del tiempo se convierten en ideas conservadoras. Estas ideas están llamadas a propiciar que las cosas se mantengan, que el sistema se prolongue indefinidamente. Constituyen maneras muy eficientes para la validar el orden. En el fondo, lo que importa es que las cosas instituidas se mantengan, pervivan, frente a cualquier otra opción que tienda a modificarlas. De las ideas conservadoras surgen los dogmas, principios férreos, cuasi inmutables por los cuales la sociedad, la persona, las instituciones se rigen, con carácter de fuerza, de ley. Las ideas dogmáticas constituyen artículos de fe. Implican obediencia y expresan de manera circular, cerrada y enfática los postulados de lo que se pretende conservar.
Las ideas conservadoras generan cierta sensibilidad, que con el tiempo permite descubrir su mutación hacia las ideas reaccionarias. Como su nombre lo dice, reaccionan, se enfrentan a ideas, valores, actitudes y acciones asociados a tendencias diferentes, ahora consideradas peligrosas. Las ideas reaccionarias estimulan la intransigencia, la intolerancia y sustentan variadas acciones de rivalidad, hostigamiento y persecución. Es propio de las ideas reaccionarias estimular la agresividad y potenciar las acciones determinadas por la hipersensibilidad emocional, lo que se traduce en pasajes de terror, dolor y temor de quienes pueden en un momento dado encarnar otras ideas.
En una fase aguda, las ideas reaccionarias se convierten en ideas retardatarias. Estas ideas se oponen radicalmente a lo que en el marco suyo consideren adverso, por lo que justifican el empleo de diversos recursos destinados a frenar cambios y anular propósitos. Estas ideas se expresan de manera extremadamente sutil: en oportunidades como ironía y mordacidad y, en otras, como escepticismo. De igual manera se escudan en el exceso de criticidad, también en la capciosidad y en la ambigüedad. La desconfianza que las ideas retardatarias generan pretende justamente neutralizar las demás ideas, conminándolas al estado de inmovilidad griega conocida como ataraxia: no hacer, no pensar… sólo observar. Cuando las ideas viven su tránsito hacia lo retardatario es porque están siendo observadas desde ideas evolucionarias, revolucionarias e innovadoras, capaces estas ideas de generar nuevas posibilidades y de interpelar las ideas ya existentes. Las ideas retardatarias ralentizan los procesos, ponen freno a las iniciativas, niegan los desarrollos, impiden las acciones, afectan las motivaciones y las aspiraciones de progreso y de cambio.
Las ideas retardatarias corren el riesgo de derivar rápidamente hacia las ideas regresivas. Estas son ideas que pretenden volver a estados anteriores, en oposición al ritmo normal de la historia. No buscan el mantenimiento de un orden, sino volver a tiempos idos, a épocas pretéritas. En las ideas regresivas es el pasado el dueño de las ideas, de los propósitos, de los afectos y del imaginario. Por lo general, gestionan un estado de desorden y propugnan rechazo al presente y al pasado inmediato, a fin de buscar otro antecedente mítico, lejano, el cual se propone como ideal. Son involutivas: más que tener futuro, tienen pasado, y son extremadamente activas en el propósito de conseguirlo (el retorno al pasado). Sin embargo, por ese anhelo de pasado, son muy difíciles de enraizarse en un presente, de manera natural, por lo que deben apelar a la fuerza.

Reflexiones
Son varios los dilemas que el estudio de las ideas propone, pues, sabiendo de dónde vienen y para dónde van se pueden efectuar predicciones, anticipaciones y modificaciones. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla, ya que no existe una linealidad exclusiva en el devenir de las mismas. La geometría de las ideas, más que estar asociada con un punto o con una línea, corresponde más a un efecto nodal: son variadas las opciones que un desarrollo de ideas puede generar, en un lugar y momento determinados. Sin embargo, aún así, en medio de su complejidad sí hay formas de predecir, advertir, anticipar. Por ejemplo, algunos procesos sociales, políticos y también organizacionales surgen más de ideas visionarias, que de otra índole. Estas, luego de precisar un orden determinado, se desarrollan como conservadoras. También se pueden estudiar procesos en los cuales a las ideas innovadoras le siguen las ideas desviacionistas: porque las hay que desvían los procesos evolutivos sociales y comprometen a conglomerados y pueblos en senderos que con el transcurrir del tiempo se descubren como extravíos de la historia. En estos casos, cuando la sociedad cae en cuenta de ello, comprende dramáticamente que debe buscar los atajos necesarios a fin de adelantar el tiempo y descubrir maneras sociales más ajustadas… ¡Y a qué costo!
La clave está, entonces, en conocer las ideas y saber cuáles representan una u otra tendencia. También, en saber ubicarlas en la oportunidad en la cual se suscitan los eventos y, con base en este conocimiento, discernir, orientar, proponer, así como también abstenerse, si es el caso. Cuando no corresponda denunciar, advertir, llamar la atención... o crear.

Lo importante del estudio de las ideas radica tanto en su significación como en su complejidad. Deben tenerse presentes en la formación intelectual de los profesionales, especialmente en estudiosos de la política, de la sociedad, de la economía, de la historia, de la ciencia, de la investigación, también de la filosofía y de la profunda psicología humana. Con una exigencia siempre presente: la de estar atentos al devenir de las ideas, para percibir la fuerza de la innovación, del cambio, de la evolución… o el riesgo de la regresión, la demora, la desviación.
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