miércoles, diciembre 25, 2013

Socialcapitalismo y capitalsocialismo


Marcos Fidel Barrera Morales 

Consumidores del mundo, uníos.

Los reclamos por mejores formas
de vida, siempre están presentes.
Las viejas batallas por la imposición mundial del capitalismo, así como también las de la imposición mundial del socialismo se siguen desarrollando, ahora en escenarios completamente distintos. En otro tiempo, especialmente en el Siglo XX, ocurría el enfrentamiento ideológico y se escenificaban las acciones de fuerza, a fin de asustar a unos y otros, mientras se potenciaban los aparatos productivos en áreas de control estatal y de ejecución pública en los regímenes socialistas y en contextos de control privado y de ejecución mixta (Estado-empresa privada) en las sociedades capitalistas. Lo anterior, ocurría
con la compañía de retórica local, regional e internacional que amparaba el desarrollo de las consignas de uno y otro bando, que al final coincidieron en desarrollar, cada tendencia, una forma de ideología de seguridad nacional, según la cual por temor al expansionismo, sea capitalista, sea socialista –ambos imperialistas-, cada estructura se obligaba a fortalecerse internamente. Unos, mediante el control y desarrollo monopólico de la producción y la comercialización a cargo de minorías absolutas -lo que representaba el dominio de los mercados-, y otros con la hegemonía del poder, el control de la población y de los aparatos de producción, en nombre del Estado. Y ambos en ataque directo contra todo lo que se consideraba contrario, en un juego de aliados y enemigos.
Esta situación dio origen a dos posturas que en general generaron cuestionamientos, por estar negadas ambas al humano y a su realización, y por representar -las dos- reductos de poder con control de la producción, de la distribución, del mercado y de las oportunidades. Esto, con vastas poblaciones ajenas, subestimadas, controladas, despreciadas, en un estado social de ausencia propia que psicológica y afectivamente rayaba en la alienación. Unos, para el consumo. Otros, para la sumisión.
En terrenos del Siglo XXI, más que la ideología, puesto que esta se revela como un cascarón retórico con poco poder de persuasión, lo que se manifiesta en materia de política y geopolítica es un reclamo a la socialización de los capitales y a la actividad que se genera, en pro del bienestar social, la calidad de vida y la capacidad de consumo y, por la otra parte, una ansiada flexibilidad del férreo control estatal en pro del desarrollo de opciones de producción, de procesamiento, distribución y consumo, de inversión mixta, donde también estén presentes la iniciativa de personas, grupos y entidades interesados en involucrarse activamente en la dinámica económica. Esta situación, asoma la posibilidad de que se desarrollen fuertemente dos tendencias, las cuales al final probablemente se encuentren y se den la mano: una, la del capital de rostro social, y otra, la social de semblante capitalista. Con una resultante que, a título de las adjetivaciones, se visualiza a corto, mediano y largo plazo: visto desde el capital, corresponde la tendencia social, económica y política a una forma de capitalsocialismo, y visto desde el socialismo, a una suerte de socialcapitalismo. ¿Alguna diferencia? Tal vez, que la primera se desarrolla por iniciativa del capital, que necesariamente tiene que volcarse socialmente, y la segunda desde el Estado controlador, que debe reconocer las oportunidades, dar paso a las originalidades, y libertades representadas en personas y colectivos. Ambos se presentan unidos en cuando a sus fines y propósitos: lograr una mejor repartición de bienes y riquezas, mejores condiciones de vida,  mayor capacidad de decisión, elección, consumo, y mayor –aunque siga sonando utilitarista- felicidad personal y social.
Lo anterior, en cada una de las dos versiones, debe ampararse tanto en la capacidad de producción como de distribución, comercialización y compra. Puesto que si no hay capacidad de adquisición, a menos que se quiera repartir (y la historia social ha demostrado que ningún Estado per se es capaz de repartir todo, ni de garantizar la satisfacción plena de necesidades), el camino que queda es la hambruna, la debacle, la anarquía o, en su defecto, ¡la organización social para la producción capitalista, y la organización capitalista para la producción social! Este tipo de organización -visto como socialcapitalismo, desde una perspectiva, o como capitalsocialismo, desde otra mirada, aceptada además como forma estructural de transición-, se gestiona en medio de tensiones sociales y políticas que obligan a tener presente algunas requerimientos, necesarios para la existencia humana. Entre tantas, las siguientes:
-Condiciones de vida representadas en garantías laborales, atención en salud, alimento, vivienda, recreación. 
-Instrucción, capacitación, formación continuada.
-Libertad para las iniciativas, los valores y las potencialidades.
-Oportunidades para la vivencia social.
-Equidad y justicia.
-Inclusión.
-Paz.
-Honestidad administrativa y gerencial.
Y un tema que requiere mucha conciencia y formación humana, social y política: corresponsabilidad.
Estas iniciativas tienen como trasfondo una máxima de impronta cristiana, de alto contenido personal y social, como lo es que cada quien recibe de acuerdo a sus necesidades, y aporta según sus capacidades. Con un agregado, producto de la condición formal de los propósitos capitalsocialistas, y socialcapitalistas: que en esta relación productiva, a su vez de realización humana, se constituya el orden que ampare tales condiciones. Esta estructuración, en principio, debe darse, por añadidura, com extensión de las propósitos, de las decisiones, de las politicas. Pero si los grupos de poder económico, ideológico y político, representados equivocadamente en derechas e izquierdas (sean monopólicos, oligarcas, autócratas, dictatoriales y afines), lo niegan, entonces, tendrá que darse ese orden por vía de los imperativos que la historia siempre presenta: por re-volución. Pero, esta revolución no es de armas: es de principios, de valores, de actitudes, de responsabilidades, de gestión y organización. Es una revolución eminentemente ética. De otra manera, señoreará la perversión.

Caracas, 25 de diciembre de 2013.

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